Siempre quedará la duda si el sostenido protagonismo de José Antonio Kast en las últimas semanas responde a un vacío de liderazgos fuertes en la derecha, al traumático bloqueo en que sigue la izquierda, a una particular habilidad suya para estar en las redes sociales y los medios o al viento a favor que ha estado soplando desde el exterior, ahora que la derecha, por decirlo así, se volvió sexy en medio mundo. Lo concreto es que su figura está presionando al oficialismo, obligando al sector a una reconfiguración que hasta aquí tiene varios efectos: se enrareció el clima interno de RN, se congeló la disputa en la UDI, perdió espacio político Evópoli, que era la gran novedad a este lado del espectro, y también le restó carisma al senador Manuel José Ossandón, que hasta aquí parecían los polos extremos de la coalición.
Son incidencias que no son poca cosa para los tiempos que corren. J.A. Kast ha manejado con destreza su marginalidad, habida cuenta que sacó una votación atendible pero en modo alguno avasalladora, que no tiene -ni por lo visto quiere tener- un partido político detrás suyo y que, caballeroso, implacable, impertérrito, se presenta en todos lados con un discurso que rescata numerosas causas que venían cotizándose desde hace años a la baja.
¿Se convertirá J.A. Kast en un factor gravitante del futuro de la centroderecha? ¿O está condenado a representar, como hasta ahora, y que es la percepción que tiene tanto la cátedra como La Moneda, una opción minoritaria del sector? Para aterrizar más las preguntas, ¿juega el excandidato respecto de la derecha un rol parecido al que jugó ME-O respecto de la Concertación después de obtener un millón 400 mil votos el 2009? Qué duda cabe que ME-O, como fenómeno político, fue más que Kast en su momento. Qué duda cabe, también, que administró desde el inicio su capital político con más palabrería que habilidad.
Es cierto que las circunstancias son distintas. El sistema proporcional abre espacios que el antiguo binominalismo negaba de plano. Sin embargo, siempre queda la duda si hay margen para que un candidato extrasistémico -y Kast lo es- pueda no digamos dinamitar el arco político tradicional, pero sí correr sus ejes magnéticos más hacia la derecha de lo que estaban antes.
Las presiones para que J.A. Kast entre a las orgánicas de Chile Vamos van a ser a lo menos tan potentes como las que reciba para mantenerse afuera. Queda mucho tiempo, desde luego, y es prematuro anticipar lo que ocurra. En ambos escenarios -obvio- tendrá algo que ganar y algo que perder. ME-O se mantuvo afuera y en los años siguientes fue de más a menos. Pero si Kast ve alguna posibilidad, por remota que sea, que es el sueño de todo outsider, de pasar a segunda vuelta, lo cual desde luego es difícil, sea con el candidato opositor o con el oficialista, cosa casi imposible, los incentivos que tendrá para no ir a una primaria lo pondrán al filo del momento de la verdad. O se sale con la suya, en cuyo caso tendríamos que empezar a escribir de otro modo la historia, o se desvanecerá en la irrelevancia del divisionismo que, al menos en Chile, la centroderecha ha castigado siempre. Gran dilema.