Esta semana, el general director de Carabineros, Bruno Villalobos, renunció o más bien "le fue aceptada su renuncia", porque al parecer nadie podía removerlo a secas. Una situación que nos recuerda que en nuestro país cuando se pertenece a determinadas instituciones o se llega a ciertos ámbitos de poder, la gente sencillamente no es despedida ni destituida; por muy graves que sean los desatinos o derechamente los delitos que ocurran en una institución, quien la encabeza permanecerá allí mirando para el costado o indignándose cuando le piden explicaciones. En nuestro orden político lo que ocurre en esos casos es que las personas "dan pasos al costado". Como quien se desliza levemente fuera de encuadre o se evapora dejando tras de sí una estela de dudas que nadie está dispuesto a aclarar.
Antes de dejar su cargo, el general Villalobos tuvo la delicadeza, eso sí, de grabar una despedida para su institución y, eventualmente, para la opinión pública, desde un escritorio oficial y con las banderas correspondientes de fondo. ¿En qué país democrático occidental un jefe de la policía haría una puesta en escena parecida en circunstancias como las que acompañaron la gestión del señor Villalobos? ¿En qué sociedad moderna, después de que la institución encargada del orden y la seguridad pública haya estado involucrada sucesivamente en desfalcos, robos de armas y falsificación de pruebas durante una investigación criminal, el responsable de guiarla graba un video para recordarnos lo sacrificado de su trabajo? A mí no se me ocurre otro ejemplo.
La despedida del general de Carabineros tuvo el tono golpeado de las cadenas nacionales de otro tiempo, cuando los mensajes del Ejecutivo -que era a la vez el Legislativo y casi-casi el Judicial- tenían el regusto de un bando militar y el fraseo de una advertencia perentoria. Esta vez, el general pidió perdón "por aquellas acciones que puedan haber expuesto la credibilidad de Carabineros de Chile". En una frase tan vaga como esa caben desde un parte de tránsito mal cobrado, hasta los más 27 mil millones defraudados por una red de oficiales de Carabineros. Así de impreciso. Incluso, la forma verbal es tibia, al borde del modo condicional que deja espacio a la duda de la existencia real de los hechos.
El énfasis de la disculpa del general Villalobos está en que eventualmente se haya "expuesto la credibilidad", es decir, en una consecuencia secundaria frente a la responsabilidad sobre los acontecimientos por todos conocidos. Más que un general director de la policía uniformada que se hace cargo del desastre que deja atrás, parecía el discurso de quien no alcanza a darse cuenta de la gravedad de los hechos y pretende aparecer duro como una manera de disfrazar la propia ineptitud. Para matizar su discurso, el general nos recordó que en las redes sociales y los medios de comunicación "se difunden muchas veces de manera irresponsable informaciones falsas que manchan el honor de oficiales y suboficiales, degradando nuestra credibilidad institucional". Un intento de empate muy poco elegante, más aun después de que Ciper revelara que la Unidad de Inteligencia de Temuco -la misma de Álex Smith y las aplicaciones milagrosas que nadie conoce- hacía seguimiento y espiaba a periodistas de distintos medios que habían denunciado actos de corrupción en Carabineros. Tal y como se hacía en dictadura. ¿Era eso un trabajo hecho de manera responsable? ¿Esa era la manera habitual con la que institucionalmente evitaban que se dañara la credibilidad de Carabineros? ¿Para eso necesitaban el decreto espía que supuestamente los ayudaría a pesquisar delincuentes a costa de los derechos civiles de todos? ¿No hubiera sido mejor ocupar recursos de Inteligencia en detectar las malversaciones que internamente ocurrían desde hace años en lugar de perseguir a la prensa?
Luego de que el Presidente Piñera nombrara a Hermes Soto en reemplazo a Villalobos, un oficial filtró la hoja de vida del flamante general director que contenía una amonestación que se remontaba a 1985. Una falta llamativa: el general Hermes Soto habría frecuentado "un lenocinio" y a cambio de protección -desde 1984 el Código Sanitario dejó fuera de la ley los prostíbulos- solicitaba servicios sexuales. Soto en ese entonces tenía 21 años y fue amonestado.
En su video de despedida, el general Villalobos explicó que su partida se debía a una "presunta falta de control de la institución". También mencionó que "el clima de hostilidad" en contra de Carabineros "no le hace bien a Chile", confundiendo causas y consecuencias en una gimnasia lógica irritante. Lo que no hace bien es robar, abusar del poder del Estado y engañar. La desconfianza viene después, es la reacción frente a las sinvergüenzuras y no al revés.
Habría que empezar a hablar con menos rodeos y aceptar que lo que está sucediendo no es climático y que lo que le hace mal a Chile es la constatación persistente de que si se tiene el poder suficiente y el cargo adecuado, es posible hacerse el ofendido en lugar de aceptar las responsabilidades frente al descalabro.