La ejemplar victoria electoral de Maduro -un ejemplo de democracia "a la orden"- no suscitó aplausos ni siquiera en el seno de la izquierda, menos en el gobierno y "la derecha", donde las quejas de siempre aumentaron como nunca. Aun así hay próceres que se rehúsan a hablar de dictadura y prefieren el vocablo "crisis", el cual suena a cosa impersonal caída del cielo; eso les parece menos dañino para sus ideales que reconocer en Venezuela una víctima más de todo lo que inspira la colosal idiocia de un catecismo insubsanable. De todos modos, como no le pueden dejar pasar todo a Maduro, se enfrentan a una antinomia que no ha podido resolver ni siquiera con su imaginativa lógica cabeza para abajo y patas para arriba. Para callado reconocen que Maduro no transita la "vía correcta", pero lo consideran apuntando a la meta debida, el socialismo bolivariano, sea eso lo que sea signifique en el rico diccionario del progresismo. Después de todo es en fantasear y cantinflear donde radica la fuerza de la izquierda; de ahí que fuera capaz de avalar todo lo hecho y mal hecho durante el camerino Bachelet invocando "movimientos sociales" que solo existen en el discurso. Lo de Maduro les plantea un problema mucho más arduo y de hecho insoluble.
En el fondo a los concesionarios vitalicios del progreso las pilatunadas de Maduro les importan poco. Lo que vale es "la cuestión del poder" y el preguntarse en qué consiste la democracia chavista, "el faro de Latinoamérica", resulta válido solo si el interrogador se mueve en el terreno de la "democracia y/o la ciencia social burguesa". En los territorios de la democracia socialista, democracia popular, democracia bolivariana y democracia cubana esas preguntas carecen de sentido. Suponen, nos informan los enterados, una "sociedad de clases" hipnotizada con el camelo de las elecciones, de candidatos de distintas posturas y de una voluntad popular entendida como la suma de los ciudadanos con derecho a voto. Si aun así el triunfo de Maduro les suscita incomodidad es porque si bien las izquierdas desprecian las concepciones democráticas clásicas, de todos modos las necesitan para darle una apariencia de legitimidad a la suya, a "su" democracia, a la socialista bolivariana o socialista a secas; las requieren para disfrazar con un envoltorio popular la opresión ideológica, ineficacia, ruina y violencia de sus regímenes. Necesitan arroparse con el crédito que brindan esas despreciables concepciones capitalistas. Stalin, "genio creador del marxismo" según balbuceaban sus aterrados camaradas, no vaciló en resucitar el anticuado concepto de "defender la madre patria" cuando la Wehrmacht amenazaba, en 1941, con aniquilar su régimen. Maduro no aprendió la lección.
Teillier
A diferencia de sus compañeros de ruta, Guillermo Teillier no se pierde en enredos. Sin vacilar dijo que "en Venezuela ganó la paz por sobre la confrontación que impulsa el imperio y decidió el pueblo soberano con su voto y su conciencia". No está claro qué paz es esa que habría vencido y qué soberanía tiene el pueblo que aún vive en Venezuela, el cual se abstuvo masivamente, sin contar los cuatro millones que han emigrado y difícilmente hubieran votado por Maduro. Al régimen lo apoya solo una fracción de la masa que votó, la cual es una fracción de la masa total de votantes, que a su vez es hoy una fracción de la población venezolana original, pero, ¿qué importa? Ganó la paz.
No es que Teillier sea un bromista. Para que el país sepa a qué atenerse hoy y mañana, es su sincera concepción del mundo la que se revela en esas palabras. En su visión -y la de su partido- la soberanía no reside simplemente en la voluntad cuantitativa reflejada cierto día por la mayoría del pueblo, a veces comportándose como "fascistas pobres", sino radica en la perenne voluntad cualitativa de quienes coinciden con las leyes del materialismo histórico y el pensamiento de las "vanguardias". ¿Acaso la NM no se avalaba con el cuento de una "mayoría popular" que nunca existió en los números?
Dogma
En Teillier, en sus camaradas, partidos aliados, compañeros de ruta y muchos -no todos- jóvenes del FA y otros segmentos de ese abigarrado ente que es la oposición opera con mayor o menor claridad e intensidad la misma mirada. Se basa NO en lo que la gente quiere, sino en lo que debería querer de acuerdo a una doctrina revelada, la cual, dicho sea de paso, esconde tras el significado aparente de sus agendas públicas un secreto o arcano que se revela solo a los iniciados. Es este: "el pueblo" no es una suma de personas de carne y hueso, sino una "idea" cuasiplatónica acerca de qué tendría que ser ese pueblo, qué debería necesitar ese pueblo y en qué encarnación beatífica se revelará en el futuro ese pueblo. En una de esas podría encarnar como el "hombre comunista" que vendrá a salvarnos luego de la anunciación de Juan Bautista. En esa visión teleológica, digna del Juicio Final, se basa también la tesis de los "movimientos sociales". Nadie los ha visto porque no están en la calle sino en el dogma, donde yacen junto al legado y los santos apóstoles. Fiat Voluntas Tua.