Una interpretación un tanto estrafalaria del último cambio de gabinete diría que el Presidente puede haber atribuido el descenso de la popularidad del gobierno a que las cosas no se estaban haciendo del todo bien en los seis ministerios que cambiaron de titular. Otra percepción, algo más sensata, podría señalar que el ajuste ministerial no tuvo nada que ver con eso y que, si bien hubo cambios en el equipo, fue solo para ajustar piezas o resolver problemas puntuales.
Cualquiera sea el caso, la pregunta verdaderamente quemante del momento es cómo interpretará La Moneda la creciente desconfianza que los ministros y el Presidente están inspirando en la ciudadanía. ¿Se pensará en Palacio que la gente se está dejando llevar básicamente por la mala leche de la oposición? ¿Se pensará que en el castigo de las encuestas es muy poco lo sustantivo que se está jugando y que todo se reduce a golpes de efecto más que nada comunicacionales? ¿Se pensará que todo es culpa del maldito escenario externo, que le ha impedido al gobierno cumplir las promesas de desarrollo económico que el propio Presidente hizo durante la campaña? ¿Se pensará que el apagón de popularidad está asociado a un pacto político con la DC, el cual hasta aquí no ha ido ni para atrás ni para adelante? ¿Se pensará -en fin- que el mal momento es únicamente cuestión de mala suerte y que, pasado el invierno, las cosas volverán a mejorar, entre otras cosas porque pareciera estar escrito que el segundo año de gobierno siempre es difícil?
Vaya uno a saber en qué opción se inscribe el gobierno. Hasta aquí es un misterio. Y justo porque ignoramos la composición de lugar que el Presidente se ha hecho de la actual coyuntura, también ignoramos cuál es la hoja de ruta que el gobierno quiere seguir en los próximos meses para salir de la cornisa donde lo dejó la última encuesta CEP. ¿Hay o habrá un plan político para superar la actual situación, que no sea seguir insistiendo en los mismos tópicos que hasta aquí han generado rechazo, decepción o desconfianza en proporciones similares? Por decirlo de otra manera, ¿cómo continúa un gobierno después de recibir un mazazo como el de la última encuesta CEP?
Por lo que se ha visto en los últimos días, se diría que continúa más o menos igual. En la semana se limaron algunas asperezas en la coalición y avanzaron, al parecer, un poco más las negociaciones con la DC para destrabar las dos reformas fundamentales, la tributaria y la de pensiones. Pero en el discurso, en la energía del Presidente aplicada a su agenda de actividades y en el temple con que el gobierno saca del sombrero una iniciativa tras otra, no se advierte nada parecido a un cambio de frecuencia o de registro. Y si todo se sigue haciendo más o menos igual, por supuesto que sería raro que de aquí en adelante los efectos comenzaran a ser distintos. Así las cosas, y como cada día puede ser peor, según lo estableció alguna vez la expresidenta Bachelet en su dictum más célebre, el 25% de respaldo del gobierno podría incluso seguir cayendo.
En resguardo de ese escenario, todo indica que el gobierno permanece a la espera del desenlace que tengan las reformas en el Congreso. Distinto debería ser su libreto político si una o ambas consiguen arribar a puerto. Por supuesto, eso aflojaría, en parte, las tensiones que se han venido acumulando desde el año pasado. Pero si, por la inversa, las reformas se hunden, el gobierno ya no tendrá mucho margen para esperar algo de la actual mayoría parlamentaria y su apuesta no podrá ser otra que llamar a la ciudadanía a derrotarla en la próxima elección. Es cierto que para eso aún falta mucho, pero qué duda cabe que la elección municipal y la regional que vienen el próximo año serán un ensayo general de la madre de todas las batallas que tendrá lugar el 2021.
Si hay un rasgo de carácter del cual el Presidente nunca ha desertado, ese es la persistencia. Unida al optimismo que lo anima, Piñera tiene ahí una fenomenal reserva de combustible. ¿Será suficiente ese estanque para pasar el invierno? Es difícil saberlo. Si bien en su actual paso por el gobierno el Presidente no ha tenido la suerte que tuvo en 2010 con la economía, cuando el boom de los commodities trajo vientos muy favorables sobre toda la región, el contexto político actual de una manera u otra lo favorece. Y lo favorece, porque si bien el espectáculo del gobierno ha estado generando decepción, el panorama al otro lado -con las pataletas de la DC, con las huellas del mundo narco sobre el PS y con el vacío de propuestas en el resto de las colectividades- simplemente es de terror. La confianza de Piñera debe estar en que las comparaciones finalmente se imponen.