Columna de Héctor Soto: Lo primero es priorizar
El segundo Gobierno del Presidente Piñera tiene que tener claridad en sus ideas para echar a andar el plan inicial. La Moneda tiene que jerarquizar y aceptar que no se puede hacer todo en el arranque de la administración.
Haría bien La Moneda en no olvidarlo: Sebastián Piñera fue elegido con una mayoría robusta en diciembre pasado para volver a poner en marcha el país luego del bajón económico del gobierno anterior, para ajustar cuentas en el tema de la seguridad pública y para entregarle a la clase media emergente una señal potente de que el Estado no será indiferente a sus vulnerabilidades y temores.
A eso vino y por eso lo van a medir y lo van juzgar. El resto –las trifulcas del día a día, el viaje a Harvard, la eventual acusación del Frente Amplio al ministro de Salud e incidencias así- es anecdótico, es acompañamiento. Son hechos que encienden la agenda informativa al mismo tiempo que la apagan, porque se van devorando unos a otros.
Lo sustantivo está en el crecimiento económico, en el combate sistemático a la delincuencia y en los ajustes que haya que hacer para que los sectores de ingresos medios vean que hay más trabajo, mejores empleos, una educación de mayores estándares y densidades, y un sistema público de salud más receptivo y acogedor que el actual, que tiene problemas muy serios, sobre todo en sus puertas de entrada. El sistema privado también los tiene, y muy serios, aunque son de otro orden, como ha quedado de manifiesto en los últimos días al incendiarse el debate por el propósito del Presidente de hacer más equitativo el costo de los planes de salud de hombres y mujeres en las isapres. Ejemplo típico de pura ansiedad gubernativa, porque nadie le estaba exigiendo al gobierno meterse a esta cancha, por lo visto esta medida fue poco estudiada y ha puesto al gobierno entre la espada y la pared respecto del alcance y los efectos que tiene la idea. Cualquiera sea el desenlace de este incordio, todo indica que la solución estará muy por debajo de las expectativas que la iniciativa generó al momento de ser lanzada.
El problema específico con que La Moneda se ha encontrado en este punto no significa desde luego que la agenda de equidad de género no sea importante. Lo es por varias razones. Pero habría que dejarlo en claro: no está inscrita en el "core" de este gobierno. No es por esto que Piñera será juzgado. Si califica como prioridad es por otros motivos: es porque devuelve la iniciativa al oficialismo, porque recoge un conjunto de iniciativas que efectivamente contribuirán a lo que Piñera llama nivelar la cancha y porque hay viento a favor en la sociedad chilena para varias de las propuestas.
Está claro que la discusión de esta agenda no será una taza de leche. No lo será, entre otras cosas, porque el feminismo en ninguna parte es monolítico y en este movimiento hay un sector que, con toda la legitimidad del mundo, abraza posiciones políticamente radicales que nunca van a coincidir con las soluciones de un gobierno moderado y de derecha. Eso, sin embargo, no debiera ser un problema insoluble, en la medida en que La Moneda pueda articular una alianza que interprete en estos temas a la mayoría social.
Si las cosas resultan como el Presidente espera, no dejará de ser una ironía que, sin promesas mesiánicas de por medio, Sebastián Piñera –el político al cual la izquierda siempre ha descalificado por economicista e insensible a los demás- termine sacando adelante dos de las iniciativas más sustanciales en favor de las mujeres chilenas de las últimas décadas: la primera es el pos-natal de seis meses para las mujeres trabajadoras, que pudo convertir en ley en su primera administración, y la segunda correspondería al paquete de leyes que, bajo el paraguas de la equidad de género, ahora se enviará al Parlamento. Los grandes tributos de la expresidenta Bachelet a la causa de las mujeres fueron en su primer gobierno la tipificación del femicidio, que es un homicidio calificado por violencia de género, y en la segunda administración, la ley de cuotas y el aborto por tres causales. Son logros de una enorme e indiscutible carga simbólica, pero que no quitan ni ponen mucho a la vida cotidiana de millones de mujeres.
Más concentración y menos ansiedad. La claridad del gobierno respecto de sus metas, de lo que tiene que hacer imperativamente y de lo que podría hacer, aunque solo si la energía le alcanza, es fundamental en este período inicial. Gobernar en gran medida es jerarquizar, priorizar, aceptar que no se puede hacer todo y no gastar pólvora en gallinazos. Piñera tiene un compromiso con una mayoría social que siendo muy amplia es también muy heterogénea. Este último factor, la heterogeneidad, siempre va a exponer a la administración al riesgo de desenfocarse, de diluirse en mil tareas distintas, a lo mejor valiosas, aunque irrelevantes a la hora de determinar en qué quedaron las expectativas básicas que tuvo la ciudadanía al momento de preferir a Piñera sobre Guillier y sobre el resto de los candidatos que quedaron en el camino.
A pesar de todo, la agenda prioritaria del gobierno –la de los consensos, la de la clase media e incluso ahora la de equidad de género- todavía corre con alguna ventaja. Básicamente, porque son medidas que obedecen a enfoques sensatos y moderados y porque se presentan en un contexto donde la economía pareciera estar reaccionando y la oposición sigue dividida. Las diferencias internas del sector se hicieron más patentes esta semana. La farsa electoral de Maduro en Venezuela –que corresponde, dicho sea de paso, al cuarto o quinto autogolpe que el chavismo se ha dado contra su propia institucionalidad- hizo caer efectivamente muchas máscaras y puso al desnudo que no todos los partidos de lo que hasta ayer era la Nueva Mayoría comparten el mismo concepto de democracia. Es como para darle vueltas: es raro que en Chile haya existido una coalición de gobierno que ni siquiera tenía acuerdo sobre algo tan básico como eso. Quizás esto mismo explica el sepulcral silencio de la expresidenta Bachelet, quien fuera la líder de la coalición, ante el asalto final del chavismo sobre Venezuela, en otra época una democracia quizás imperfecta, pero en todo caso respetable. También es raro: ni una sola palabra.
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