Un grupo de laicos de la Iglesia Católica (entre los que se encuentran Marta Cruz Coke, Benito Baranda, Sergio Micco y Joseph Ramos), dolidos por los hechos que hemos conocido y que han afectado a menores y feligreses de parte de algunos sacerdotes, han suscrito un documento que propone medidas para reestructurar la Iglesia.
Es un texto redactado de manera respetuosa. No se queda en la crítica casuística, reconoce el rol histórico y la vigencia de los principios en que se funda el humanismo cristiano, y hace un llamado a los seguidores de Jesucristo a comprometerse con la proyección de su mensaje. De forma especial, solicita a los católicos no continuar de espectadores, sino comprometerse para que la Iglesia cambie y vuelva a sus raíces, las que están en el mensaje de Jesús.
Qué plantean en esencia
Reconocen que gracias a la Iglesia se ha conocido a Cristo y su mensaje; se nos ha formado en elevados ideales fundados en el amor; se nos ha despertado una inquietud por lo sagrado y lo trascendente; se nos ha inculcado que somos parte de una comunidad, los unos para los otros y, que nos ha alentado a construir el Reino, lo que da sentido a nuestra vida.
En síntesis proponen: una Iglesia centrada en Jesús y su proyecto de vida. El mensaje de Jesús responde a las inquietudes más profundas del ser humano. El cristianismo no es la única cosmovisión, pero dudan que haya un proyecto que dé más sentido a las personas que el de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.
Una Iglesia que vive y simboliza lo que predica. Toda época rechaza la incoherencia entre lo que se predica y lo que se practica. Fue el mismo Jesús quien nos aconsejó que siguiéramos lo que enseñaban los doctores de la ley, pero no lo que practicaban. Nuestra época es particularmente sensible a esta incoherencia e hipocresía. No es suficiente el ejemplo del Papa Francisco.
Una Iglesia evangélica y misionera. Reconocen que servir al Pueblo de Dios es un desafío grande, pero dicha tarea no es suficiente. Está todo el mundo de los no creyentes. Por eso el Papa Francisco nos invita a "salir de la capilla" y de nuestra zona de confort y predicar en la plaza pública. Una Iglesia que no evangeliza no es Iglesia.
Una Iglesia cuyo magisterio esté centrado en lo esencial. En Mateo 25 se indica que en el Juicio Final entrarán al Reino los que "dieron de comer al hambriento y de beber al sediento, los que recibieron al forastero, vistieron a los sin ropa, visitaron a los enfermos y a los encarcelados". Esto muestra que para Jesús lo esencial para la salvación es la ortopraxis, no la ortodoxia.
Una Iglesia que distinga entre los ideales y las normas morales básicas, y cuya institucionalidad esté acorde a su mensaje. Hay distintos carismas en la Iglesia, todos necesarios: el de los laicos, construir el Reino; el del clero, predicar, administrar los sacramentos y animar a los laicos; el de los obispos, orientar y organizar la evangelización y mantener la unidad del pueblo de Dios; el del Papa como "primus inter pares", de mantener la unidad de la Iglesia.
Hacen un reconocimiento a quienes se entregan en cuerpo y alma a mantener vigente el mensaje de Jesús y se han visto afectados por las conductas impropias de quienes han abusado sexualmente de otros.
Apoyamos y acogemos el llamado de este grupo de laicos. Nuestra opinión: somos parte de una generación que se interesó por el servicio público motivada por la acción y testimonio de la Iglesia. Comprometida con los más pobres, defendía y promovía los DD.HH., su mensaje era de esperanza, de acogida, de diálogo, de reconciliación, de perdón y no castigadora y de imposición en normas morales. Nos interpeló a comprometernos en la defensa y promoción de los valores en que creíamos. Por eso nos duele y condenamos a los que se han válido de su poder "moral" para abusar de otros.
Tenemos esperanzas de que con la ayuda y compromiso de todos: sacerdotes, religiosas y laicos, la Iglesia sabrá salir adelante. Pero, a la vez, la salida de la crisis requiere de cambios estructurales.
Como católicos solicitamos de la Iglesia más transparencia e información de lo que ocurre en su interior, más participación de los laicos, que sus decisiones sean más colectivas, que se dé un trato y liderazgo a la mujer en igualdad de condiciones que al de los hombres, que se reforme el sacerdocio, permitiendo ingresar a él a quienes son parte de una familia, guardando el celibato para los más consagrados, que la simbología se adecue a los nuevos tiempos y sea más cercana a la gente.
Creemos que la Iglesia debe retomar un mensaje más acogedor, que reconozca que se es una institución de personas que hace el mayor esfuerzo por hacer el bien, pero que también es pecadora y que la especificidad de sus miembros está en transmitir el mensaje del Evangelio y el testimonio de Jesús.
Seguir a Cristo es más importante que la Iglesia misma, pero, sin duda, el fortalecimiento de las estructuras en que se apoya el cristianismo ayudará a tener un mundo mejor.
Seguimos pensando que los valores del humanismo cristiano continúan siendo una respuesta a los problemas que tenemos hoy como sociedad.