El feminismo no rechaza ni la presunción de inocencia ni el derecho a la defensa. Lo que rechaza es la desconfianza histórica de los relatos de las denunciantes de delitos de carácter sexual; rechaza que los juicios por abuso sexual se vuelvan juicios a la vida de las denunciantes, a sus preferencias y parejas pasadas y actuales, y a la forma en que se visten e interactúan a diario. El feminismo, sobre todo, rechaza la idea sesgada de la reacción "razonable" que se exige a las víctimas al momento de los hechos, construida a posteriori, mayoritariamente por hombres que, en la comodidad de sus oficinas, nunca han sufrido abuso sexual ni tienen en su inconsciente la posibilidad de ser abusados sexualmente.
La decisión de Paula Vial de asumir la representación de Nicolás López es de carácter personal y es lo menos relevante de este asunto. Lo importante es que el cliente en un caso como este entienda que, al contratar a alguien que se identifica como feminista, por muy visible que sea su postura, solo está contratando a esa profesional y no a un movimiento que se mantendrá en silencio frente a lo que se haga público en relación a su causa. El abuso sexual es un tema importante para nuestra sociedad y los procesos judiciales que se sigan a raíz de estos hechos son muy relevantes para el desarrollo de una jurisprudencia que reconozca a las mujeres el derecho a ser escuchadas, a acreditar los hechos alegados sin que toda su vida sea parte del juicio y a recibir reparación efectiva por los daños que sufren.
Al igual que en otros países, finalmente las mujeres en Chile han logrado una masa crítica de conciencia colectiva sobre la prevalencia del abuso y violencia sexual. Todas conocemos a alguien o hemos sido víctimas de violencia sexual. Las estadísticas muestran que más del 20% de las mujeres ha sufrido violencia sexual y las cifras aumentan cuando se trata de familiares. Las mujeres hemos tenido que normalizar la posibilidad del abuso sexual en el trabajo, en la calle, en la casa. El movimiento de mujeres en Chile ha demostrado que ya no aceptará que la violencia y el abuso se minimicen o, peor aún, se culpe a las propias mujeres por lo que les ocurre. Por primera vez, el abuso sexual es tomado en serio en instituciones académicas y lugares de trabajo. Por primera vez las mujeres, a pesar del altísimo costo personal que acarrea denunciar, tienen la posibilidad de hablar de sus casos en público sin que haya un cuestionamiento masivo a su credibilidad.
Pero un verdadero cambio, en el que la experiencia sistemática de abuso sea realmente tomada en serio, exige que las denunciantes puedan llegar a exigir sus derechos sin temor a represalias, sin que su vida personal se vuelva un espectáculo público y con posibilidades reales de ser escuchadas y recibir reparación. En el caso de "La Manada" en España, por ejemplo, todo el mundo se convirtió en experto, testigo y juez al analizar si la víctima mostraba cara de rechazo en un video que le entregó al público una parte íntima y traumática de una mujer. En cada caso de abuso sexual, de violación sexual, de acoso sexual, nuestros cuerpos están expuestos y el juicio público, al igual que el juicio legal, queda reducido a si la mujer dio señales claras o ambiguas de rechazo. Pero ¿claras para quién? ¿Por qué los cuerpos de las mujeres se pueden tocar sin preguntar y luego se juzga a las mujeres que no reaccionaron de la forma en que, sin ningún contexto, creemos que habríamos reaccionado nosotros?
El caso de Nicolás López puede ser la puerta de entrada a un cambio profundo, donde pasemos de ver las denuncias por delitos sexuales desde una mirada de desconfianza a las víctimas, a un espacio donde el abuso se mire desde la perspectiva de quienes han sufrido y sufren estos delitos. Donde el análisis de la conducta razonable de la víctima no esté demarcado por la limitada experiencia de vida de quien juzga y mucho menos de quien se entera de lo que ocurrió a través de los medios. Se necesita mirar con seriedad las estadísticas y los estudios sobre abuso sexual. No se trata de condenar sin debido proceso, pero por mucho tiempo las víctimas de violencia sexual no han podido siquiera aspirar a un debido proceso. La mirada feminista del Derecho Penal, más que con el tipo de causas que se toman, se centra en el necesario cuestionamiento de la forma en que el derecho y sus actores tratarán a las víctimas dentro de cada proceso.
*Macarena Sáez es abogada de la Universidad de Chile.