Un 30% más costarían en promedio los productos "para mujeres", según reveló un reciente estudio de Sernac. Y, ojo, no estamos hablando de artículos diseñados especialmente para ellas, sino solo de un cambio de nombre o de color.

Vender a las mujeres un diseño genérico, con otro empaque y más caro, es una torpe respuesta para una demanda de diseño diferenciado que es válida y necesaria para cosas mucho más relevantes que un bolso o una afeitadora.

Porque, hay que decirlo, genérico en nuestra sociedad, es sinónimo de masculino. El sujeto que se tiene en mente al diseñar los objetos de uso común es, habitualmente, varón. Y eso nos cuesta caro.

Por ejemplo, cuando perdimos la oportunidad de hacer historia: el 29 de marzo pasado la NASA anunció la cancelación de lo que iba a ser la primera caminata espacial realizada íntegramente por mujeres. ¿El motivo? No había trajes espaciales adecuados para las dos astronautas en la Estación Espacial. Han pasado más de 30 años desde que la primera mujer viajó al espacio. Sin embargo, la NASA solo tenía un traje de talla mediana. La segunda mujer tuvo que quedarse sin salir.

Algunas veces las consecuencias de vivir en un mundo que no se adecúa a los nuevos roles de las mujeres pueden ser mortales. Así le ocurrió en 1997 a una policía del Reino Unido que murió apuñalada porque se había sacado el chaleco protector. Era demasiado incómodo. Dos años después, otra policía reveló que debió someterse a una reducción mamaria para poder usarlo. Más tarde, 700 policías se sumaron al reclamo de cambiar el diseño, pero no ha pasado mucho desde entonces.

La autora Caroline Criado-Perez, investigando para su libro Mujeres invisibles, encontró incontables ejemplos. Que la ropa de trabajo con protección no viene en tallas femeninas y, por eso, para ellas resultan más ineficientes: mientras los accidentes laborales serios han estado disminuyendo para los trabajadores, han aumentado para ellas.

O que los hombres tienen mayor probabilidad que las mujeres de estar envueltos en accidentes de auto, pero cuando una mujer se accidenta, es un 47% más probable que quede seriamente herida y un 17% más probable que muera. Y eso tiene que ver con el diseño de los autos: las mujeres somos en promedio más bajas y necesitamos estar más erguidas y más cerca del volante para alcanzar los pedales. Esta no es la posición para la cual los autos fueron diseñados. Estamos conduciendo "fuera de posición" y el impacto de un choque nos afecta más. Y aún peor es el caso de las embarazadas: no hay muñecos "embarazados" en los test de autos.

Diseño no apto para mujeres, desde el asiento de los pilotos de avión hasta la planificación de los baños públicos. Y, prácticamente, todos los accesorios tecnológicos están hechos para las medidas masculinas; por eso es que muchas mujeres se preguntan por qué no pueden tomar selfies con una sola mano, como otros hacen con tanta facilidad. O por qué el reconocimiento de voz solo responde a voces graves.

Por falta de investigación sobre la relación entre el cuerpo de la mujer, las ocupaciones y los entornos de trabajo, los criterios para enfrentar el significativo aumento del cáncer de mama en el mundo industrializado en los últimos 50 años siguen emanando de estudios hechos con hombres caucásicos, de entre 25 y 30, que pesan 70 kg. No es extraño que no den en el clavo.

En todos los dominios, hasta ahora se ha entendido que los hombres representan a toda la humanidad. La otra mitad no es protagonista ni de las noticias, ni de la ciencia, ni el urbanismo, ni la economía, ni la literatura, ni la historia… Sobre la experiencia de las mujeres ha habido siglos de silencio. Eso está comenzando a cambiar, pero va a tomar muchos años matizar el sentido común profundamente masculino que marca nuestra cultura.

Es claro, no se trata de tener más productos rosados ni mucho menos que cuesten más, sino validar que, en todos los ámbitos, las mujeres tienen requerimientos propios, como usuarias diferentes, que precisan de un diseño centrado en sus cuerpos, sus necesidades y los roles que tienen hoy.