Columna de Rodrigo Vergara: Los desafíos del Presidente
El gran desafío aquí es que el gobierno de la coalición de centroderecha se proyecte y dure más de un período presidencial. En términos simples, que Piñera le traspase la banda presidencial a otra persona del mismo signo político.
Este domingo es el cambio de mando. Tal como en ocasiones anteriores, debiera ser una ceremonia sencilla, austera y con un fuerte tinte republicano. Asume Sebastián Piñera su segundo mandato y se acaba el segundo gobierno de Michelle Bachelet. El Mandatario entrante lo hace con elevadas expectativas, lo que tiene el beneficio que levanta los ánimos, ayuda a la reactivación y le da espacio político, pero también el problema es que hay que satisfacer esas expectativas, lo que no es fácil. En términos generales, el desafío es hacer un buen gobierno y que, efectivamente, vengan tiempos mejores, como se prometió en la campaña. Ello tiene algunas bajadas específicas en diversas áreas, y en particular en lo político y lo económico.
En lo político…
El gran desafío aquí es que el gobierno de la coalición de centroderecha se proyecte y dure más de un período presidencial. En términos simples, que Piñera le traspase la banda presidencial a otra persona del mismo signo político. En este sentido, una repetición de lo que sucedió en 2014 sería un fracaso. Las condiciones son favorables. El nuevo Presidente tuvo una victoria contundente en segunda vuelta, está consciente de las carencias políticas de su primera administración, su popularidad es elevada y la oposición está fragmentada. Muy importante es que los partidos del nuevo gobierno están cohesionados y, más allá de las disputas predecibles, tienen conciencia de que es necesario mantener la unidad si se quiere ser exitoso. Pero cuidado, que también hay riesgos. El gobierno es minoría en ambas cámaras y, luego, requerirá de mucha destreza política para sacar adelante su programa. Deberán buscarse las alianzas oportunas y tener la flexibilidad que esta situación amerita. Sin arrogancia y con alta disposición al diálogo se logrará convencer y así avanzar. El actual gobierno partió con mucha arrogancia e imágenes como la retroexcavadora y la idea refundacional no lo ayudaron y le terminaron pasando la cuenta. Para ser justos, también se pecó de arrogancia en la primera administración de Piñera (recuerdan aquello que en 20 días se había avanzado más que en 20 años), pero precisamente si de algo sirve la experiencia es para no cometer de nuevo los mismos errores.
Es esperable que se produzcan diferencias, en algunos casos incluso no menores, entre miembros de la coalición gobernante, particularmente en la medida en que el gobierno avance y se empiecen a perfilar los liderazgos que competirán en cuatro años más. Sería un error de la administración no ser neutral en esto. Felipe Kast, Manuel José Ossandón, Andrés Allamand, Francisco Chahuán, sólo por nombrar algunos posibles y sin descartar que surjan otros, deben sentir que están jugando en una cancha pareja. Cualquier percepción de favoritismo proveniente de La Moneda desatará luchas internas prematuras que serían altamente perjudiciales para el sector.
Y en lo económico…
Por cierto, es condición necesaria, aunque no suficiente, para proyectar la coalición de gobierno el tener un buen desempeño económico. Mal que mal, gran parte de la campaña del Presidente Piñera, en la que participé, se basó en la promesa de retomar el dinamismo económico perdido, con todas las implicancias que ello tiene en materias como empleo, inversión, productividad y bienestar.
A estas alturas, no tiene mucho sentido seguir recordando el pobre desempeño económico del segundo gobierno de la Presidenta Bachelet. Eso ya es historia y sólo sirve para no cometer los mismos errores y enmendar lo que se hizo mal. Se debe mirar al futuro y hacer lo que sea necesario para lograr un mayor crecimiento económico. Porque seamos claros. No se trata de un crecimiento mayor un año producto de mejores condiciones cíclicas, sino de sentar las bases para un mayor dinamismo prolongado. Al igual que en lo político, las condiciones son favorables. La base de comparación es baja, producto de los reducidos crecimientos de los últimos años. Las condiciones externas han mejorado notablemente (como botón de muestra, piensen en el precio del cobre y en la aceleración del crecimiento mundial), por lo que mejorar la tasa de crecimiento, aumentar la inversión y el empleo debieran estar razonablemente asegurados por un tiempo. El Imacec de enero (3,9%) y lo que se espera para los próximos meses es una prueba de ello. No obstante, para garantizar un crecimiento sostenido se requiere más que "suerte", se requiere implementar las medidas que aceleren la inversión y mejoren la productividad.
Los planes para reactivar la inversión, de lo cual está a cargo el ministro de Economía, y para aumentar la alicaída productividad, que están presentes en todas las áreas de gobierno y también en el programa, deben asumirse a la brevedad. Una reforma del Estado para hacerlo más eficiente es prioridad. Si se deja pasar el tiempo, quizás con una mirada complaciente por una reactivación que ya está teniendo lugar, más adelante puede ser demasiado tarde. Debe recordarse que todo esto se realizará en un escenario de estrechez fiscal. Más aún, una de las primeras medidas de la próxima administración debiera ser un plan para moderar el incremento del gasto público y así lograr las metas fiscales propuestas. Ello, junto a un perfeccionamiento de la institucionalidad de la política fiscal.
En fin, los desafíos no son menores, y aunque las condiciones iniciales son favorables, la tarea será dura.
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