El concepto del casillero vacío fue acuñado a fines de los años 80 por un gran economista chileno y latinoamericanista, Fernando Fanjzylber , quien falleció demasiado joven, a fines del año 1991.

Para desarrollar la teoría del casillero vacío, Fernando construyó una matriz de doble entrada en las que medía el dinamismo económico y un nivel de equidad aceptable para aquellos años.

Tomando en cuenta la información disponible entre 1965 y 1985, determinó que de los cuatro casilleros que se formaban quedaba un casillero vacío, aquel que correspondía a los países latinoamericanos capaces de conjugar dinamismo económico y niveles aceptables de igualdad.

Este ejercicio, curiosamente, no se ha vuelto a repetir. Si se hiciera actualizando el nivel de exigencias de acuerdo al actual nivel de desarrollo, seguramente no serían muchos los países que podrían ocupar dicho casillero, con seguridad Chile estaría entre los que lo harían. Por el contrario, el Chile que en esos años estaba bajo la dictadura estaba en el peor casillero, donde se encontraban los países carentes de niveles mínimos de equidad y de dinamismo a la vez.

El avance notable que ha existido en Chile tuvo sus fundamentos en los cuatro primeros gobiernos democráticos , esos mismos gobiernos que hoy son mirados a huevo por quienes deberían ser sus herederos y continuadores.

Los mismos que hoy denominan neoliberal a todo lo que se mueve y que no saben distinguir esa doctrina del impulso reformador gradual, imperfecto por cierto, de un proceso que combinó un capitalismo regulado con políticas dirigidas a morigerar las desigualdades y a hacer descender en términos históricos la pobreza, generando un prolongado ciclo de crecimiento e inclusión social.

Por supuesto, no se trata de volver al pasado y repetir lo realizado, sería inútil e insensato. Hoy, los desafíos son diferentes, mas ambiciosos, más horizontales, más globales y más riesgosos. Demandan una acción urgente frente a los desafíos científico-tecnológicos que ya están aquí, al igual que los peligros del cambio climático que exigen una transformación civilizatoria.

Lo que se mantiene vigente de lo realizado en esos gobiernos es el método y el tono para impulsar los cambios necesarios, y que se perdieron con el tiempo entre particularismos sin nobleza, retóricas demagógicas y síndromes populistas.

Estamos hoy frente a un nuevo casillero vacío en el cuadro político chileno, el de una centroizquierda ausente de ideas y propuestas capaz de ofrecer soluciones reales y efectivas a los nuevos problemas y atraer a las mayorías sociales sin ceder a los maximalismos ni a los conservantismos.

Ese vaciamiento condujo a la derecha al poder, para realizar nuevamente un gobierno soberbio en su discurso, anodino en su contenido, caracterizado más por un activismo atarantado que por una estrategia constructiva.

Sin embargo, por mediocre que aparezca puede aspirar a sucederse a sí mismo, no por méritos propios, sino por no tener nada sólido al frente.

Los partidos que dieron vida a la centroizquierda clásica están en general en estado fantasmagórico, la Democracia Cristiana realiza un esfuerzo todavía embrionario por decirnos algo consistente. De los otros alcanzamos a darnos cuenta de que algunos dirigentes enhebran una suerte de discurso coherente, pero son apabullados por sus frondas internas que piden volver al poder de cualquier forma, sin saber mucho qué hacer, salvo a salir de la intemperie opositora.

Mas que reflexionar sobre un proyecto progresista tienen el apuro y la ansiedad de alguien perdido en el desierto buscando agua para sobrevivir.

Ni siquiera tienen las pulsiones emocionales que los llevaron a perder el orgullo por lo realizado , entusiasmados por la retórica encendida de las izquierdas neojacobinas en el vecindario, cuyas experiencias de gobierno resultaron en su mayor parte extremadamente negativas.

Frente al vacío miran con ansiedad hacia el Frente Amplio, cuyos principales exponentes desvían su mirada con desdén, ponen condiciones que aseguren que no se les arruinará su frescor; quisieran más tropas electorales, pero no compañeros de ruta.

Pero tampoco se sabe a qué aspira el Frente Amplio, cuál es su pensamiento y si ese desconocido pensamiento es compartido por todos ellos. Aparecen como ideas demasiado nebulosas que se superponen o como un conjunto de posiciones o emociones más bien temáticas y no una idea de país. Sinceramente, se sabe más bien sus fobias que de sus gustos.

El apoyo electoral logrado parece responder sobre todo a una orfandad de quienes tienen un pensamiento progresista y están cansados de malas costumbres y peloteras de la izquierda clásica.

Hasta hace poco, el casillero reformador se estaba vaciando también en Europa y de manera dramática, debido a la incapacidad de la izquierda democrática para enfrentar los fenómenos de estancamiento económico, de destrucción del tejido social y de los miedos políticos al futuro.

Pero ha habido un sacudón ante el avance inusitado del nacionalismo autoritario y xenófobo que está poniendo en cuestión la democracia europea.

Desde hace un tiempo, ya no todas las noticias son malas para quienes están de parte de la democracia y el progreso social.

La ola nacionalista y xenófoba, así como las experiencias violentas -como los chalecos amarillos en Francia- ya no llevan la delantera. Han ido disminuyendo en algo su ímpetu y perdiendo apoyo. En algunas partes han llegado a ser residuales.

En Grecia, Tzypras ha moderado su discurso y su práctica y renació la Social Democracia, que parecía estar en estado rigor mortis.

En Italia, el Partido Democrático ha elevado de manera importante su presencia. En Portugal, gobierna con éxito una coalición de izquierda cuya fuerza principal es socialdemócrata.

El Partido Socialista Obrero Español renació de sus cenizas recuperando su identidad, mientras Podemos declinó en grande.

En los países nórdicos, donde la caída de la socialdemocracia era la prueba definitiva del deceso global de esta fuerza, la situación ha tenido un vuelco. Ella ha vuelto a gobernar en todos los países, salvo en Islandia y en Noruega. Sigue siendo débil, fruto de sus propios errores en Francia. Alemania y Gran Bretaña, lo que no es menor. Pero en esos países se refuerzan fuerzas liberal-democráticas y verdes, que se enfrentan a los nacionalismos autoritarios.

No es posible saber si estamos frente a un giro político o si se trata solo de un fuego fatuo, pero desde hace años no veíamos una tendencia tan positiva.

Esto no surge de la nada, surge de una renovación de las ideas, incluidas las económicas, de una consideración realista de cómo hacerse cargo de ordenar el fenómeno migratorio sin ceder a la xenofobia y de asumir su historia para renovarse a partir de su memoria.

Desgraciadamente, nada de eso se ve en nuestro país con claridad a nivel de las ideas ni de los buenos hábitos .

Convendría poner el reloj a la hora de la historia. Si no, como dice el tango, se irán "cuesta abajo en la rodada" y el casillero seguirá vacío cubriéndose de polvo.