Varias veces se le escuchó decir a Nicanor Parra que el último de sus hijos, Juan de Dios (45), y a quienes todos conocen como Barraco, cuando chico le había salvado la vida. Parra contaba que en la época del Hombre Imaginario, un poema en que flirteaba con el suicidio a raíz de una relación fallida, se quería pegar un tiro. En un momento, descubrió que sentándose al lado de la cama del Barraco, mientras dormía, le empezaba a seguir la respiración, a imitársela. Como si el acto tuviese un efecto ansiolítico, con eso Nicanor Parra lograba calmarse.
Con el paso del tiempo, la relación pasaría a ser rocosa. Al nivel de que Nicanor creó un artefacto que se llamaba:
JUAN DE DIOS PARRA. DEBE DECIR: JUAN DEMONIO PARRA.
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Poco antes de la muerte de Nicanor Parra, en enero de este año, Barraco Parra estuvo al centro de la batalla iniciada por Colombina Parra y su hijo, Cristóbal 'Tololo' Ugarte, por recuperar cuadernos perdidos que habían pertenecido al poeta. Se hizo pública una querella que apuntaba a César Soto, coleccionista y amigo de Nicanor, y a quienes resultaran responsables.
Barraco estaba en Querétaro, México. De hecho, había partido en mayo del año pasado junto a Mauricio Yáñez, con quien formó el dúo de foxtrot/cueca llamado Los Piures. Estar a varios miles de kilómetros le sirvió. En el mundo literario y del coleccionismo se hablaba de que buena parte de esos cuadernos habían sido vendidos: se estima en cerca de una docena de ellos los que Parra hijo habría comercializado entre 2007 y 2014 en un precio que oscilaba entre el millón y el millón y medio de pesos, aunque también hay versiones cercanas a él que dicen que vendió algunos en cien mil pesos. Eran cuadernos Torre o Colón, con espiral, que eran una suerte de agenda/diario. Parra anotaba ahí números de teléfono, reescribía poemas, y al lado estaba la lista para el supermercado o la hora para el doctor. Cercanos dicen que alguna vez se catastraron esos cuadernos, que se pusieron en cajas de tupperware en La Reina. Era unas 50 cajas donde cabían 50 cuadernos en cada una. Lo que se habría llevado "Barraco" era una fracción mínima de todo lo que el poeta había producido a través de los años.
Cuando murió Nicanor Parra, se había evaluado en la familia que viniera desde México para el funeral, pero finalmente decidieron que mejor no, que el tema iba a quedar secuestrado por los medios si Barraco llegaba a hablar sobre los cuadernos perdidosdurante las ceremonias. Barraco no dijo nada, hasta que volvió hace poco al país respaldando la querella de su hermana Colombina. "Estoy en Chile y vengo a recuperar los cuadernos de mi padre", escribió en su página de Facebook el 22 de febrero pasado.
A su regreso, Barraco ha tratado de recuperar algunos cuadernos que él vendió, ofreciendo de regreso el dinero que recibió de los coleccionistas. No ha tenido mucho éxito. Su posición es de apoyo total a Colombina y "Tololo" y antagónica a la de Catalina Parra, la hija mayor de Nicanor, quien ha cuestionado la lucidez mental de su padre al firmar su testamento.
Quienes conocen la relación entre Nicanor y Barraco coinciden en que no fue una relación fácil. Barraco tuvo un conflicto eterno con el padre. Cercanos dicen que, de joven, su actitud fue bien punk y reticente, junto a Colombina, de la figura que representaba Nicanor. La diferencia es que su hermana, cerca de los 35 empezó a estar con su papá, a ser parte de su mundo. "El 'Barraco' nunca", dice un cercano. "Siempre ha tenido una intermitencia".
En otras palabras, Barraco ha sido un renegado Parra.
Una vez, Nicanor les dijo en broma a Barraco y a Colombina, ambos hijos de Nury Tuca, su segunda mujer, que en realidad no eran sus hijos, que eran hijos de un holandés. Los que fueron testigos de la escena recuerdan que "Barraco" estaba feliz diciendo que iba a tener pasaporte holandés, que 'no era hijo de ese viejo #%&$(#'. La gente le decía 'qué pasaporte, si eres igual a tu padre'.
Y es así. El parecido de Barraco con su padre llega a ser asombroso.
Las historias con aroma punk marcan la vida de Barraco. Antes de que Tololo y Colombina recuperaran la casa de La Reina, estaba viviendo un amigo del Barraco ahí. La casa estaba cerca de la ruina, ya que Parra pasaba la mayor parte de su tiempo en Las Cruces. Tololo tomó fotos con los excusados tapados. Le costó sacarlo.
La venta de los cuadernos está unida a la relación de Barraco con el dinero, pero también con sus adicciones. Más que venderlas para comprar alguna sustancia, Barraco se sentía con todo el derecho. "Si su hermana se queda con el manejo de las casas, con la plata, por qué yo no puedo vender lo que quiera", dice un cercano a la familia que era su razonamiento. Barraco era capaz de gastarse la plata de un cuaderno en una semana.
Alguna vez dijo que se quería rehabilitar en Cuba cuando Diego Armando Maradona se iba a internar en ese país. Nicanor comentó que le había pagado como dos tratamientos a Barraco, refiriéndose a las cosas que por esa época se llevaba y vendía a los coleccionistas.
"Yo sé que tenían muchas tiranteces, pero nunca las vi", dice Adán Méndez, poeta, amigo y editor de Parra. "Ahora, en lo de los cuadernos, yo nunca le vi una molestia con el Barraco por eso".
¿Él sabía que el Barraco se llevaba sus cuadernos?
Sabía completamente. Lo conversamos incluso. Pero él no tenía ningún problema. No creo que las tiranteces que tenía con el Barraco tuvieran que ver con eso. Ahora, yo no creo que el Barraco haya hecho un daño al patrimonio. De hecho, creo que las cosas que vendió estaban más seguras en manos de los compradores. Este tipo de material siempre ha estado más seguro en manos de coleccionistas que en las de la familia o, incluso, los propios autores. Las purgas de material son muy comunes dentro de las familias. Es común que las familias arranquen páginas de los diarios. También están más seguros que con los autores. Un autor se puede levantar en la mañana y quemar todas sus cosas.
Luego de la querella de Colombina y Tololo ha sido bastante gente la que ha devuelto los cuadernos a cambio del anonimato ofrecido. "Se dice que todo esto es un patrimonio de la humanidad, y eso no es así, no son los sonetos de Shakespeare", dice uno de los coleccionistas que compró, devolvió y que prefiere hablar sin su identidad. "En el mundo del coleccionismo, la mayor garantía es que la obra venga de un familiar. Nadie quiere entregarse a la arbitrariedad de que te traten como a César Soto, como a un delincuente", explica.
Según algunos coleccionistas, los museos, las universidades, los espacios más formales, prefieren que se resuelvan los problemas de sucesión, saber con quién tratar antes de aventurarse a adquirir cualquier ítem Parra.
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El nombre Barraco viene de gritón, de llorón. "El apodo viene de muy chico, no creo que sea por semental, porque también significa eso", dice Adán Méndez. Nadie lo llama por su nombre, Juan de Dios. Así como el hermano de Nicanor es conocido como Chamaco y su nieto como Tololo, el menor de sus hijos es el Barraco. Pasan a ser nuevas identidades. Tanto, que la primera banda de Colombina, su hermana mayor, en la que Barraco tocó en su año formativo en 1993, se llamó, justamente, Los Barracos.
Catalina Rojas es la viuda del músico Roberto Parra, nuera de Nicanor, tía de Barraco. Por tiempos, era una suerte de dueña de casa del mundo Parra, al menos de los dos hermanos menores. "Cuando ellos eran chicos pasábamos las temporadas de verano todos juntos", recuerda Rojas. "Yo lo quiero a morir a ese niño. Y a la 'Colito' (Colombina) también. Además de bonito, el 'Barraco' era súper tierno y súper tímido", lo describe.
De diciembre a marzo se iban a la casa que Nicanor tenía en Isla Negra y en las tardes hacían juegos teatrales, que el mismo poeta organizaba, generalmente. Eran días en que Nicanor iba a San Antonio y a su regreso traía papas fritas para todos. "Era un ritual, años que no se van a volver a repetir, hablábamos con Nicanor", cuenta.
Rojas dice que Roberto Parra le enseñó a tocar la guitarra a Barraco. De más grande, Barraco acompañó muchas veces a Rojas, quien cantaba junto a su marido. "Y cuando murió Roberto (en 1995), muchas veces me acompañó en los homenajes que se le hacen. Es un tremendo músico", asegura.
Rojas cuenta que "Barraco" está sin teléfono, que le escriba por Facebook. No hay respuesta de Barraco, que en su página anuncia que dos veces a la semana estará haciendo clases de guitarra cerca del Metro San Miguel.
De los cuadernos, las obras, no quiere opinar: "Es una cosa familiar de ellos".
Barraco es conocido como un tipo transversal. Puede pasar tiempo en una población o codearse con familias opulentas. Es amigo del Chamaco, hijo del primer matrimonio de Parra, quien es pintor. A él lo va a ver a la población Jaime Eyzaguirre, al lado de Lo Hermida, en Peñalolén, un barrio más bien bravo.
También es conocido por la belleza de sus novias. "Nicanor comentaba mucho de las pololas del Barraco", dice Méndez. "Siempre tenía pololas muy bonitas. Incluso, una vez estaba muy orgulloso el Nicanor, porque el Barraco se había conquistado a una modelo internacional y se había ido a Shanghai con ella", asegura. Entre sus novias están Constanza Franz, apuntada por comercializar algunos de los cuadernos, y Teresa Cruz, hija del bibliófilo Carlos Cruz.
Antes estuvo con María José Núñez, quien hoy es profesora del Nido de Águilas y antes de convertirse en docente estuvo muchos años en la Compañía de Circo Teatro de Andrés Pérez. Con ella tuvo una hija, Cristalina Parra, quien va virtualmente gratis al colegio más caro de Chile porque su madre hace clases ahí. En el colegio, Cristalina se hizo amiga de Tati Farkas, la hija de Leonardo Farkas, y es normal que viaje con ella por el mundo.
"El Barraco a veces no tiene plata para la micro y la hija está sobrevolando Tailandia en helicóptero", aporta un cercano.
También es descrito como un tipo temperamental. Cerca de cinco años atrás, le bajó un ataque de furia y tiró a la lluvia toda la biblioteca de Nicanor en La Reina. Por 30 mil, 50 mil pesos, suele colaborar como guitarrista en shows de diversas bandas. Pero hay lugares donde, si le baja la rabia, no sale a tocar. "Álvaro Henríquez es una alpargata a su lado", comentan.
En entrevistas pasadas, en 2009, de cuando lanzó un álbum de corte más pop dedicado a su hija Cristalina, Barraco le quita importancia al valor del dinero en el arte, aunque también admite que tocar las cuecas de su tío Roberto Parra le da una fuente de ingresos. Cuando le preguntan por influencias, Barraco, aunque algo dubitativo, nombra tres: los Rolling Stones, David Bowie y Los Prisioneros.
"No sé mucho de las peleas entre padre e hijo, pero sé que el Nicanor tenía un aprecio tremendo del Barraco como artista", dice Adán Méndez. "Siempre ponía grabaciones del Barraco tocando la guitarra, porque es un músico fabuloso. Eso solo lo hacía con Roberto Parra y la Violeta Parra. Él tenía un respeto por el Barraco como artista y eso para Nicanor era importantísimo. Eso no lo tenía respecto de otra gente".
Cuando Méndez conoció a Parra, el 92, cada vez que iba a visitarlo, se escuchaba en alguna parte, a lo lejos, al Barraco tocando guitarra. Ambos hombres lo escuchaban sentados en la terraza. La música unía a padre e hijo. Muchas veces Barraco acompañó a su padre junto a su guitarra para que él recitara en eventos poéticos.
De todos sus hermanos, Nicanor siempre hablaba de Roberto Parra, con el que se llevaban muy bien, cuenta Méndez. "A Barraco le tenía una admiración semejante a la que le tenía a Roberto Parra como guitarrista. Es un tipo agradable, muy parecido a Roberto Parra", dice.
Méndez recuerda que Parra podía engancharse con gente por una sola pincelada de brillantez. Cuenta que una vez quedó fascinado con Francisco Javier Cuadra, el ex ministro de Pinochet, cuando ante un problema grave le dijo: 'Urge no hacer nada'.
"Con eso se convirtió en íntimo del Nicanor", dice Méndez. "Entonces, el talento del Barraco para él era muy importante".
Sergio Parra es poeta y dueño de la librería Metales Pesados. A fines de 1988, Nicanor Parra lo invitó a tomar once a su casa en La Reina. Barraco era un adolescente y en la noche manejó el escarabajo de su padre, cosa que hacía sin licencia, con solo 14 años, y lo dejó en Plaza La Reina para tomar la micro. "Se fue y me di cuenta de que no tenía plata para la micro", recuerda. "Me tuve que devolver hasta Mapocho a pie con la bandeja que me regaló Nicanor en la mano".
La bandeja hoy está colgada en Metales Pesados, en Bellas Artes, y dice: "Hola. Yo es un muñeco".
Hace un tiempo, en el ánimo inventarista de Tololo Ugarte, Parra fue llamado por el mismo Tololo para saber si él tenía cosas de su abuelo: "Primero le dije que tengo un gran recuerdo de él, que no me lo puede quitar. Y le conté la historia de La Reina y la bandeja y que, además, tenía una carta de agradecimiento de Nicanor por haberlo ido a ver. Eso fue todo. No me las pidió".
Sergio Parra agrega: "A mí siempre me sorprendió mucho lo de la salida de sus libros, sus cuadernos, que leí por la prensa, porque Nicanor siempre fue muy desconfiado. Cuidaba mucho sus cuadernos y sus cosas".
De todas formas, hay versiones que apuntan en una dirección contraria, al menos cuando se trata de los últimos años de Parra: "En el último tiempo, Nicanor se despojaba de cosas", cuenta un cercano. "De alguna forma quería ser Tolstoi, que murió hecho un asceta, en una estación de trenes".
Sergio Parra vuelve a los años en que vio a los dos hombres juntos, interactuando: "Las veces que vi a Barraco en La Reina y en Las Cruces fue siempre muy cordial", recuerda. "Nicanor era muy rápido, un látigo con las palabras, y para cualquier persona que estuviera ahí obviamente que costaba tener personalidad al lado de él. Barraco siempre andaba con su guitarra. Una vez visité a Nicanor en Las Cruces, fue en 2003, y en esa época le gustaba Bob Dylan. Barraco tocó la guitarra y Nicanor recitó versos de Like a Rolling Stone y Blowin' in the wind. Eso fue inolvidable".