El jueves en la noche, Rodrigo Hinzpeter (53) pensó muchas cosas. Pensó que el 25 de julio de 2019, un día que había comenzado como tantos otros, pudo haber sido el último.
Porque horas antes todo había cambiado.
Una bomba con 100 gramos de dinamita, envuelta en papel café y una etiqueta con su nombre impreso, llegó hasta las oficinas de Quiñenco. El paquete pasó por la recepción, cruzó el escáner de la entrada, llegó hasta el piso 16, fue recibida por su secretaria y dejada sobre su escritorio.
El gerente legal de la compañía y exministro del Interior del primer gobierno de Sebastián Piñera no encuentra explicación para no haber abierto el paquete. Intenta pensar que el ajetreo matinal de ese día -había llegado el miércoles de Europa- no le dejó tiempo antes de partir a almorzar. Pero a Hinzpeter no le calza. No le calza con la ansiedad que, todos los días, lo lleva a abrir la correspondencia apenas le llega. Tampoco se explica por qué le tocó ser parte de esta historia. Es muy pronto, dice. No quiere aventurarse con teorías; que si fueron los Individualistas Tendientes a lo Salvaje (ITS), una nueva expresión del Lautaro o si tiene que ver con su rol como ministro interviniente en el caso bombas.
Al otro día de los hechos, Hinzpeter cuenta el remezón emocional que vivió. Había logrado dejar atrás la política, las cámaras, La Moneda. Su vida hace un rato era el mundo privado en las empresas del Grupo Luksic y, últimamente, su actividad como consejero de la Sofofa. Eso, y sus pasiones: los libros, los caballos y el trekking.
Pero el pasado lo visitó el jueves.
"Estaba almorzando con Óscar Hasbún, gerente general de la Compañía Sudamericana de Vapores. Había estado trabajando toda la mañana en mi oficina con él y Francisco Pérez Mackenna, gerente general de Quiñenco. Tuve distintas reuniones y solamente producto de haber tenido una mañana bastante frenética y agitada no abrí la caja, pero sí la vi en el escritorio de mi secretaria. De hecho, en algún minuto pensé abrirla, pero por alguna circunstancia fortuita y providencial me distraje y se me olvidó que la iba a abrir", relata.
"Cuando salí a almorzar, mi secretaria me señaló que tenía la correspondencia que me había llegado en la mañana, y le digo que me la deje en la oficina para abrirla después de almuerzo. Cuando estaba almorzando, me avisaron desde La Moneda que se había producido la explosión de Huechuraba y que también habían logrado identificar en Correos que el mismo remitente, que era un nombre falso, había mandado también un paquete a nombre mío. Cuando volví al edificio, ya estaba evacuado y con el Gope adentro", dice.
-¿Qué sintió en ese momento, cuando lo llamaron de La Moneda? Porque la bomba en Huechuraba ya había explotado.
-Es una sensación muy rara, porque en el tiempo que fui ministro recibí amenazas varias veces, que son muy ingratas, muy desagradables, generan una sensación de desasosiego muy grande, interrumpen una vida apacible, de tranquilidad, que tanto se desea. Pero aquí la sensación es mucho más horrorosa, porque, haciendo una analogía, la amenaza es como que alguien te diga que te va a disparar, mientras que aquí la sensación es que te dispararon; la bala salió y, por alguna circunstancia fortuita -un resbalón, por ejem-plo-, no me llegó. Entonces, es una sensación humanamente mucho más conmovedora, estremecedora e incomprensible, mucho más difícil de digerir que una amenaza que dice "te voy a disparar". Como dije, aquí la persona apretó el gatillo y estuvo dispuesta a matarme, con una bomba que, según la información de prensa, no solo me hubiera matado a mí, sino que también a los que trabajan conmigo.
-Lo que se ha sabido es que tenía dinamita, cuyo poder de expansión es de cinco mil metros por segundo.
-No conozco otro caso de uso de dinamita, pero francamente es una cuestión que, en lo interno -porque no estoy hablando como autoridad política, sino que como ciudadano común que ocupó un cargo público-, obviamente que es un episodio muy conmovedor y preocupante.
-¿Las otras amenazas que le habían llegado eran cartas, correos electrónicos?
-Eso fue cuando era ministro. Eran cartas, mails, publicaciones en redes sociales, había afiches con mis anteojos dibujados con una bala y cosas de ese estilo. Pero, tal como dije, es como que una persona te diga que va a disparar, pero nunca apriete el gatillo. Es muy fuerte, pero aquí la sensación es que alguien apretó el gatillo y erró el tiro por circunstancias providenciales. No tengo una buena razón para entender por qué no abrí el paquete, porque la verdad es que, probablemente como la mayoría de las personas, cuando nos llega un paquete lo abrimos con algo de ansiedad, pensando que va a ser algo bueno. En circunstancias normales -he revisado mis días- abro las cosas apenas llegan. No tengo una razón para explicar por qué no lo abrí; sé que lo vi, que pensé abrirlo, que quise abrirlo, y no sé por qué me distraje y volví a mis reuniones. Eso terminó por salvarme de abrir el paquete.
-Imagino que habrá hecho una reflexión después de esto. Podría estar muerto.
-Sí, ayer pensaba que el 25 de julio del 2019 pudo haber sido el día de mi muerte. Afortunadamente, no lo fue.
-¿Y cómo durmió?
-Me costó un poco más quedarme dormido, pero bien. Dormí bien.
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El ex ministro afuera de su oficina en Enrique Foster Sur.
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-Usted estuvo en el centro de la noticia durante el gobierno anterior de Piñera, pero ya lleva seis años dedicado ciento por ciento a la actividad privada. De pronto, -vuelve a convertirse en un objetivo. ¿Qué le pasa con eso?
-La primera pregunta que uno se hace es si es uno o no el objetivo, o si la rueda de la fortuna cayó en mí, pero podría haber sido otra persona que produjese el mismo o similar efecto. Es decir, si esto es para una persona con nombre y apellido, o si escogieron a una persona que haya cumplido una función pública en algún momento, pero pudo haber sido otra.
-¿Y qué cree usted?
-Es bien fuerte imaginarse que la muerte de uno pueda ser el deseo de otro. Racionalmente, es súper complejo, enmarañado, imaginar que alguien de veras le desee la muerte a uno y que esté dispuesto a ejecutar actos de planificación que suponen riesgos, etcétera, para concretar ese deseo de muerte. El remezón emocional es muy fuerte, porque no tengo una buena razón para explicar por qué en esta ocasión me salvé, qué me distrajo y me llevó a no abrir ese paquete; naturalmente que el concepto del destino, la predeterminación o la providencia surgen como alternativas de respuesta. Pero la segunda pregunta, que es inquietante, muy molesta, es si va a haber o no un segundo intento, cuándo, si sería en la misma forma, etcétera. La verdad es que es una cuestión que afecta severamente la vida cotidiana. Había procurado dejar todo eso atrás al abandonar las funciones públicas que me tocó cumplir. Es triste lo que pasó, me siento sacudido y no se lo deseo a nadie. Por otra parte, no quiero protagonizar este hecho que afectó mucho a Carabineros, a quienes les tengo enorme cariño como institución. Hay heridos que están sufriendo, sus familias y, en este caso, ellos se llevaron una mucho peor parte.
-Usted venía llegando de viaje, ¿hizo recuento de las últimas horas, de si algo le pareció anormal?
-He tratado de revisar hacia atrás. Y no tengo ninguna sensación de haber vivido algo extraño; sí tengo clara conciencia de haber visto el paquete encima del escritorio. Eso lo tengo grabado en mi memoria, pero no vi nada extraño que me hubiese hecho suponer que podía pasar algo así.
-En Twitter había personas que decían que esto podía ser un montaje. ¿Cómo lo toma?
-Lo considero una enorme idiotez y no tiene ningún sentido.