"Estoy evaluando renunciar al partido". Con estas palabras, el expresidente del Partido Regionalista Independiente Demócrata (PRI) Eduardo Salas manifestó la incómoda situación en la que se encuentra desde que el 17 de noviembre pasado -durante el consejo general del partido- perdiera la elección interna en manos del exsenador Hugo Ortiz de Filippi.
"Las relaciones no están tensas, simplemente se terminaron", asegura Salas, quien por estos días está liderando una ofensiva para pedir la salida de Ortiz, pues asegura que fue abogado de "empresarios vinculados al narcotráfico". Además, el viernes 18 recurrió al Servel para pedir la eliminación del Tribunal Supremo de la colectividad y con ello la salida de la nueva directiva. "Ellos hicieron un golpe de Estado. Esta directiva y el Tribunal Supremo no son válidos, porque no se inscribieron a tiempo, ni respetaron los estatutos del partido en la elección", dice.
Quienes militan en el PRI aseguran que por estos días el partido vive una guerrilla interna, en la que a diario los militantes que respaldan a Salas o a Ortiz se atacan en duros términos.
La relación -afirman- es tan tensa, que desde que asumió Ortiz nunca se ha reunido con la única representante que tiene el partido en el gobierno, la subsecretaria de Bienes Nacionales, Alejandra Bravo, quien, además, es esposa de Salas.
Quienes los conocen aseguran que jamás han hablado, ni tampoco pretenden hacerlo. Es más, Ortiz ha señalado en privado que Salas no promovió a los militantes más calificados para asumir cargos en el gobierno y más bien se dedicó a posicionar a sus propios familiares. Por lo mismo, cercanos a Ortiz no descartan que el exparlamentario pida una reunión con el Ejecutivo para pedir que ingresen al gobierno los militantes PRI que no fueron considerados.