Don Pedro, yo soy Sagitario, ella Capricornio, estamos en una situación difícil. ¿Cree que puede funcionar una relación entre nosotros? ¿Que la puedo conquistar?
Pedro Engel —68 años, viudo, cuatro hijos, exestudiante de Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, astrólogo desde hace más de cuatro décadas, exsimpatizante del MIR reconvertido en un ícono pop— escucha sentado en uno de los varios sillones que adornan su particular oficina. Es un salón repleto de cuadros, libros, ángeles, lámparas y recuerdos. Allí, en ese sitio que más se parece a un templo, es donde recibe a sus amigos, atiende a la prensa y realiza sus clases.
Por el momento, solo atina a reírse.
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Pedro Engel trata de hacer memoria. Repasa su trayectoria e intenta cifrar cuándo nació su vínculo con la pantalla chica. Tras un breve cálculo, ensaya un número: casi 30 años. No recuerda con exactitud la fecha, pero siempre en matinales, siempre el mismo espacio, con el horóscopo, el tarot, los sueños. De Chilevisión al primer "tardinal" de Mega, de nuevo a Chilevisión, porque no le gustó lo que le ofrecieron en Buenos días a todos (TVN), y un descanso en los 2000, uno que Pedrito, en ese momento, pensó que sería definitivo, pero entonces lo llamaron de Mega por un día y se reencantó. Ese día, cuenta, estaba con José Miguel Viñuela y Javiera Contador, y se sintió muy cómodo. Al salir, de hecho, recuerda que había una Virgen y le dejó el rosario con el que andaba. Le pidió que lo volvieran a llamar.
Pedro Engel repetirá que no vive de la televisión. Pero, dirá también, la ama.
Lo contactaron a la semana siguiente. No era lo que esperaba: un gerente quería conocerlo para tratar un tema familiar. Se fue muy triste, hasta que en su casa le avisaron que lo había llamado Jacqueline Cepeda. Devolvió el llamado y esa sería la conversación que marcaría su carrera. A Cepeda le habían encargado formar el matinal que por una década se volvería la segunda casa de Engel, donde se acostumbró a subir los ratings y, poco a poco, se convirtió en ese personaje adorado por el público: Bienvenidos.
Esa década, sin embargo, acabó abruptamente este año. El 28 de febrero, recuerda Engel, acababa su contrato. Y a esa altura, por lo que venía sintiendo, la decisión de irse estaba tomada. Entonces, un viernes por la tarde, en medio de una reunión, llamó a Cepeda.
—Saqué el celular y dije: '¿Aló, Jackie? Sabís que no voy a volver al Bienvenidos. Venció mi contrato y no voy a volver más. Así que un besito, cualquier cosa, tú sabís que te adoro, cuenta conmigo, hablamos'. Fueron ocho años de dulce y dos de agraz. Los dos últimos, sobre todo. Pero todo me hizo bien, estoy feliz, confío en mi destino.
—Pero ¿por qué de agraz?
—Es que nada que ver cómo partimos. Me acuerdo que cuando llegué, Pablo Manríquez nos juntó en una sala y dijo que íbamos a ser un matinal diferente, que íbamos a entregarle optimismo a Chile. Caí parado, eso quería hacer. Ese espíritu se mantuvo harto tiempo, pero después se perdió. No fue una cosa personal. Llegó el "Huevo" Sagüés, que no sé qué le pasó conmigo, pero me senté una vez en la oficina a hablar, me habló unas cosas medio vagas y de ahí como que yo no existía. Lo que más me gusta es trabajar con buena onda y con lealtad, y las dos cosas se perdieron. Sentía que era una especie de abuelito que se murió y venía a penar.
Hoy, sin embargo, y pese a sentirse muy agradecido por las oportunidades, para Pedro Engel, Canal 13 -donde también condujo Abrazar la vida- es pasado. El mismo día en que se despidió de Bienvenidos, y mientras preparaba sus vacaciones a Lima, lo contactaron desde Mega.
—Pensé en la Virgencita de nuevo. Dije, 'Virgencita, ¿estarás por ahí?'. Y al ratito me escribió un mail Pablete (Pablo Alvarado). Desde Lima seguimos conversando... Y bueno, el contacto se dio el mismo día que me fui. No se materializó altiro, porque yo no quería. Salir de uno y entrar al otro, ¡qué feo! Quería hacer el duelo. Y se demoró 10 años, pero la Virgencita me llevó a Mega.
El pasado 29 de mayo, el astrólogo debutó en su nueva casa televisiva como panelista de Mucho Gusto y se sumó a Radio Agricultura con el programa Pedro Engel contigo.
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—Siempre digo que Pedrito Engel es transversal —afirma, en tercera persona—. Al principio, pensaban que Pedrito Engel era para la dueña de casa, pero me empecé a dar cuenta de que niños de colegio me pedían sacarse fotos conmigo. Puta, qué raro, un cabrito, me decía yo. Pero después venía otro, después universitarios. Cuando fui de invitado a una actividad al Pedagógico, pensé que me iban a linchar, que me iban a decir 'viejo chanta'. Pero todos me pedían fotos, incluso unas chicas lloraban.
Buena parte de esa fama que arrastra el astrólogo se sustenta en la manera en que transmite sus mensajes: durante su etapa en Bienvenidos, por ejemplo, manifestó abiertamente estar a favor del poliamor, y en más de una ocasión, cuando los televidentes le plantearon problemas en sus relaciones amorosas, casi como agarrando la bandera de lo que hizo alguna vez el "Rumpy", don Pedro se mostró a favor e incentivó que fueran menos cartuchos. Donde había dos, podía haber tres. También cabían cuatro.
—Usted rompió el molde con ese tipo de respuestas.
—Es mi forma de pensar. Yo fui sincero, y creo que eso también le llegó a la gente: que yo no estaba haciendo, como se ve en la televisión, eso de hablar puros lugares comunes. Yo me atreví, fui abierto, sincero, y no me importaba si me crucificaban o no.
—¿Y cómo toma la fama?
—De una manera muy natural. No lo busqué, yo creo que la gente me enseñó. Larry Moe lo dijo: "A Pedro Engel no le interesó hablar de los fantasmas ni de los poderes psíquicos, lo que hizo fue sentarse en un set de televisión a escuchar a las personas". Ese es el punto. Porque escuchar es tan importante y para mí las palabras, como vengo de los libros, son mágicas. Escuchar y contestar con el corazón, no pauteado, fue una cosa mutua, nos empezamos a querer.
—Se convirtió en el favorito en un matinal, aun cuando son muy criticados por su contenido, por el morbo...
—Yo sufría con eso. No critico, porque no me siento más que nadie, pero a veces sufría. Por ejemplo, con el caso de Fernandita Maciel. En un minuto hablé, sin que me dieran permiso, y dije: "Llevamos hablando un año de la Fernanda, ya es parte de nuestra familia, ¿por qué no le dedicamos cinco minutos y le mandamos amor? Porque el matinal ha comido un año de ella". Casi me queman en la plaza del Canal 13. Al final hubo como un acto de rebeldía de mi parte: ya no hacía caso, quise también ser yo.
—Siendo usted mismo ha conseguido muchos seguidores. ¿Por qué cree que tiene ese arrastre?
—Mira, pasó por el 13 Susy Fishkin, de la escuela de formación, y ella me dio un tip: "Pedrito, tenís que meterte adentro del lente, así chiquitito, y llegar al dormitorio de la persona". Y fue como una magia. Iba todos los días, con todo el corazón. Pienso que en Chile hace falta un abuelo que te escuche, que te abrace, y eso es lo que fui a hacer.
—¿Y qué siente, por ejemplo, cuando lo tildan de "chanta"?
—Sé cómo soy. Las críticas nunca me dolieron, porque las tomaba con cierto humor: me acordaba del Rey Lear, de Shakespeare. Que el "chanta" hablaba de cierto modo y transmitía la luz y la espiritualidad, y el Rey Lear, serio, tono de la cordura, hablaba puras estupideces. Entonces, cuando me dicen "viejo chanta" no me molesta, porque el chanta tiene libertad y es algo que siempre he tomado en mi vida, aunque haya tenido que pagar precios muy caros. El "chanta" es libre, y como dijo Gabriela Mistral: les tengo terror a los especialistas.
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Durante su época universitaria, Pedro Engel entró en el mundo de la política. Siempre cercano a las letras y a la cultura, por influencia de su tío Óscar, el astrólogo se encontró en la carrera con varios movimientos de izquierda que lo sedujeron. Incluso, aunque fue por un corto lapso, reconoce haber sido participante activo del MIR. En ese período, dice, vivió experiencias extremas: perdió a familiares y amigos. También fue torturado en 1973.
—Después de esa experiencia, ¿cómo es trabajar con gente de derecha?
—Me quería sanar. Ya no quería estar en un partido. Hasta la palabra partido me molestaba: yo quería estar entero. Y como un abuelo, cercano a la muerte, quise mandar un mensaje, que no sé si llegó, pero quise abrazar a Chile con todo. Mi militancia, hoy, es la amabilidad y la fraternidad. Hablé el tema el primer día, cuando fui a Mega: estoy aburrido de un Chile que está reactivo, herido, me gustaría que pudiéramos entregarles a mis nietos un Chile reparado. Los de este lado dicen que son buenos y los otros malos, y viceversa. Esa odiosidad, como un ser espiritual, me empezó a hacer ruido. Un día dejé de ir a la marcha por los detenidos desaparecidos, con mucha pena. Tengo parientes detenidos desaparecidos, mi mejor amiga... Los honro, los sigo buscando, pero no me pongo en este lado acusándote. No hay que olvidar, no hay que negar, pero hay que sanar. Me aferré a una frase que me dijo uno de mis maestros, Nicanor Parra: la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas.
—¿Ha hablado, por ejemplo, con Patricia Maldonado sobre esto?
—Las ideas de la Patricia no las comparto para nada, pero eso no me impide trabajar con ella, quererla, y a la Raquel (Argandoña) igual. No soy proselitista, no me gusta convencer a nadie, de nada, ni siquiera en lo que yo hago. Al que no le interesa, que me dice "viejo chanta": ya, bueno. O sea, si piensas eso de mí, lindo, no te voy a convencer. No creo que la izquierda sea la buena y la derecha la mala, eso de joven lo pensé, pero el bien y el mal lo tiene que manejar cada ser humano.
—¿Y en qué cree usted?
—Tengo una creencia ecléctica: para mí, todo el universo está representado en distintas imágenes. Creo en la divinidad, en algo grande, en la bondad, en la belleza. En Jesús, Buda, la Virgen, los ángeles, todo eso representa un mundo más grande. No sé si todo eso fue verdad, pero dentro de la mitología, la escritura y todo eso, me quedo con lo que mi corazón toma. Yo no busco la verdad, porque no sé si existe. Me asusta que exista. Yo pienso que la verdad que más me llega a mí es la inexistencia de todo, como Borges, mi gran gurú. Soy creyente, pero no una persona dogmática y, por ejemplo, a veces la gente agnóstica se burla, pone caras cuando hablo, y no me interesa tener razón ni convencerte. Yo quiero hablar desde el corazón, y puede que hable puras huevás. Cabe la duda que yo sea un idiota, ¿por qué no?
También puedes leer el Manifiesto publicado a Pedro Engel en Reportajes en este link.
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—Ya pueh, don Pedro. Dígame qué piensa.
—Te voy a ser sincero. Yo encuentro que Sagitario es el mejor signo del zodíaco, siempre lo digo. Y que Sagitario tiene un encanto, una magia, que las lleva de ganar. Lo que sí, una mujer Capricornio es seria, pero Sagitario tiene esa cosa "chanta" que encanta, el "chanta" bueno, buen corazón. Entonces, sorpréndela, dale amor. ¿La quieres?
—Sí...
—Estái listo.