Si hubo un mito en la izquierda chilena de los 70 y 80, esa fue Marta Harnecker: la mujer que escribió una decena de libros que se convirtieron en referencia obligada para la revolución en Latinoamérica y que es una de las chilenas más editadas en el extranjero. La intelectual, que estuvo casada con Manuel Piñeiro, "Barbarroja", uno de los jerarcas del régimen castrista en Cuba y quien asesoró al Presidente Hugo Chávez en Venezuela. La que seguía defendiendo el marxismo, incluso después de la caída del Muro de Berlín.

Harnecker murió el viernes 14 de junio, vencida por un cáncer contra el que luchó por varios años. Tenía 82 años y estaba viviendo en Vancouver, Canadá, con su segundo esposo, Michael Lebowitz -economista estadounidense, destacado también por sus estudios sobre el marxismo-.

"A los revolucionarios del mundo nos conmueve la partida física de Marta Harnecker. Su legado se pierde de vista por el alcance, la profundidad y el carácter propositivo de sus obras, dedicadas a la causa de los pueblos de nuestra Patria Grande. ¡Vuela alto, camarada!", escribió el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en su Twitter.

"Lamentamos la partida de la reconocida intelectual revolucionaria Marta Harnecker, sobreviviente de la dictadura pinochetista, que con la fuerza de sus ideas inspiró la liberación de los pueblos de la explotación capitalista. Enviamos nuestras condolencias a su familia", dijo Evo Morales, Presidente de Bolivia.

"Nos ha dejado la gran Marta Harnecker. Empecé a estudiar marxismo con sus cuadernos de formación popular heredados de mis padres. Compartir un debate con ella fue mi mayor honor. Con Marta se va un ejemplo de intelectual comprometida y valiente. Hasta siempre, compañera", agregaría el líder de Podemos, en España, Pablo Iglesias.

https://twitter.com/NicolasMaduro/status/1140081723784531968

Marta, la mujer que en su juventud se rebeló contra la burguesía católica en la que nació y se formó, para pasar a ser ícono de una izquierda marxista, se mantenía activa hasta el final, escribiendo y estudiando sobre las ideas por las que había luchado.

A sus amigos chilenos -Tomás Moulián, Esteban Silva, Jorge Arrate, Faride Zerán, los hermanos Carlos y Rodrigo Ruiz, y Gabriel Boric, entre otros - les enviaba correos electrónicos contándoles de su vida, su enfermedad, y de sus reflexiones intelectuales. Esos correos se convirtieron en una especie de diario de vida. Reportajes tuvo acceso a esos últimos correos y recopiló algunos fragmentos.

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31 de diciembre de 2017

El viaje a Cuba se ha postergado. Probablemente hasta marzo, fecha en que se cumplen 20 años de la muerte de Manuel Piñeiro.

Camila (su hija) se ha ofrecido para venir de inmediato a verme y para preocuparse del programa del Socialismo del siglo XXI y de terminar asuntos del libro sobre planificación en inglés. Felizmente está lista la copia en español para Cuba. Eso me da gran tranquilidad en caso de que sea necesario recurrir a ello.

He iniciado nueva batalla por la vida. Otros amigos han sufrido lo mismo y han salido airosos. Estoy de buen ánimo y con el apoyo que recibo de ustedes saldré de nuevo adelante.

L@s quiero mucho. Un abrazo grande lleno de sueños y esperanzas.

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17 de enero de 2018

Ayer vi al oncólogo. Me encontró muy bien. Eso mismo dicen todas las personas que me ven. Lo que pasa es que mis dolores no se dan en esos momentos, pero, además, yo estoy convencida de que voy a sobrepasar esta situación y seguiré viviendo y trabajando durante algunos años más.

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Aunque dedicó su vida a la reflexión y al estudio de la práctica marxista, su aproximación a las ideas de Marx fue tardía.

Harnecker fue una mujer que venía de una familia de inmigrantes de clase media acomodada y fervientemente católica.

"Influyeron especialmente en mí, mi prima Beatriz Vicuña y su esposo. Ellos, junto a Mariano Puga, que luego llegó a ser sacerdote, y otros compañeros estaban muy ligados al trabajo con los sectores más pobres de la sociedad. Creo que entonces tenía unos 14 años aproximadamente. Aquello me impresionó mucho", recordó Harnecker en una entrevista que concedió hace algunos años al sociólogo Carlos Ruiz, quien fuera considerado junto a su hermano Rodrigo dos de los ideólogos del Frente Amplio.

En el Colegio de las Monjas Argentinas de Pedro de Valdivia militó en la Juventud Estudiantil Católica y luego en la Acción Católica. Grupo al que siguió vinculada en su paso por la Universidad Católica, durante sus años de estudio de Sicología y Periodismo, época en la que tuvo un romance con Rodrigo Ambrosio, quien sería uno de los fundadores del Mapu. Jacques Chonchol y Claudio Orrego serían por entonces algunos de sus más cercanos referentes.

No fue sino hasta 1963 cuando su vida tuvo un vuelco que la convertiría, en definitiva, en una de las mayores divulgadoras marxistas de las últimas décadas. Ese año se radicó en París, con una beca de posgrado que le permitió acercarse al filósofo marxista Luis Althusser, de quien se convertiría en una de sus alumnas más aventajadas.

El reconocimiento internacional llegaría en 1969, tras publicar el libro Conceptos Elementales del Materialismo Histórico, un estudio sobre El Capital, la obra cumbre de Marx y Engels, que tiene a estas alturas 69 ediciones y ha sido traducido a varios idiomas.

"Era una persona muy gentil, nunca hacía pesar sus grandes conocimientos del marxismo, una persona muy humana, excelente amiga", recuerda el sociólogo y cientista político Tomás Moulián, quien la conoció en Europa.

Pero fueron los Cuadernos de formación popular -una suerte de manual para entender las nociones básicas de marxismo- los que la convertirían en un icono de la izquierda latinoamericana en los últimos años de la Guerra Fría. Entre los años 70 y fines de los 80, la lectura de estos cuadernillos era obligatoria para todos quienes entraban a militar en cualquiera de los muchos partidos que en esa época se declaraban marxistas.

De regreso en Chile, a comienzos de los 70, mantiene los vínculos con los sectores cristianos más progresistas, agrupados en el Movimiento Cristianos por el Socialismo, entre cuyos líderes figuraban el jesuita Gonzalo Arroyo, Patricio Cariola y Pablo Richard. Pero también, con el Mapu y el Partido Socialista. Es en esta última colectividad en la que entra a trabajar durante el gobierno de la Unidad Popular, en la redacción de la revista Chile Hoy.

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28 de marzo de 2018

Como pueden ver, mi situación de salud no ha cambiado mucho desde mi informe anterior, en el que fui muy explícita acerca de mis males, quizá demasiado, según algunas opiniones, pero recuerden que es una especie de ayuda-memoria para mí.

1 de diciembre de 2018

Esta vez decidí no ir a la clínica, porque he estado relativamente mejor. La gente en Cuba me encontró mucho mejor. El pelo me ha salido una mezcla de gris con blanco. Muy feo. La peluca me salva. Empecé a comer normal. Es increíble cómo de un día para otro ya puedo tragar sin tener que masticar hasta el final.

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Con el golpe de Estado debió huir de Chile. El nombre de la intelectual figuraba en las listas de personas que debían ser detenidas por las autoridades militares, por lo que primero se asiló en la embajada venezolana y luego partió al exilio en Cuba.

La Habana era el destino lógico, no solo para proseguir su labor de divulgación marxista, también porque era la tierra de su nuevo amor. A fines del 73 se casó con Manuel "Barbarroja" Piñeiro, uno de los combatientes de Sierra Maestra, exvicepresidente de Interior y creador del G2, el aparato de Inteligencia del régimen cubano. Desde 1974 y hasta 1992, "Barbarroja" fue el jefe del poderoso Departamento América, encargado de las relaciones de Cuba con los partidos y movimientos revolucionarios de toda Latinoamérica.

Por lo mismo, la relación de Piñeiro con Fidel Castro y Raúl, entonces comandante de las Fuerzas Armadas y hermano del líder cubano, era muy estrechas.

Cercanía que no alcanzaba a su esposa chilena. Quienes conocieron bien a esta intelectual, señalan que tenía un carácter terco y a veces terrible. Tanto, que hasta los hermanos Castro preferían evitarla. Raúl solía pedirle a Piñeiro que se juntaran a solas.

Tal vez por eso, y por un sentido de la austeridad muy marcado en Piñeiro y Harnecker, la pareja se instaló en el barrio Miramar, en una casa de clase media, y no en el exclusivo y aristocrático barrio de Siboney, el preferido por los jerarcas cubanos y por las embajadas.

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Carlos Ruiz, Marta Harnecker, Jorge Arrate y Carlos Alamirano.

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Fue allí donde nació y pasó su infancia Camila, la única hija del matrimonio. También esa casa de Miramar fue escenario de numerosas reuniones políticas. Buena parte de la dirigencia de la izquierda chilena de los 80 pasó por esa vivienda. El exsenador Camilo Escalona, Belisario Velasco, Germán Correa, el expresidente del Mapu Óscar Guillermo Garretón, Carlos Correa, los dirigentes del MIR Andrés Pascal Allende y Jécar Neghme, y el ex Izquierda Cristiana Esteban Silva, se cuentan entre los muchos que estuvieron en la casa.

Por esa casa en Miramar también pasaron, a fines de los 80, dirigentes de izquierda de otros países, como el brasileño Lula da Silva y el actual Presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez.

Para entonces, Harnecker estaba muy interesada en conocer los procesos que estaban llevando adelante el Frente de Liberación Farabundo Martí en El Salvador, los sandinista en Nicaragua, los zapatistas en México y la izquierda petista brasileña.

El 11 de marzo -otra vez un 11-, pero esta vez el de 1998, la vida de Marta Harnecker sufriría un nuevo golpe. Su esposo Manuel Piñeiro murió ese día en un accidente automovilístico.

Harnecker se quedó en La Habana hasta 2002, cuando conoció a Hugo Chávez.

El entonces presidente venezolano, quien había leído varios años antes algunos de los libros de la intelectual chilena, insistió en que lo entrevistara. En total fueron más de 18 horas de conversación, que se desarrollaron en varios días; incluso lo acompañó en giras por el país.

Chávez quedó fascinado con ella. Le pidió que se sumara a su equipo de asesores.

Por entonces, Harnecker ya había iniciado una relación sentimental con el intelectual marxista Michael Lebowitz y juntos se instalaron en Caracas.

Por los siguientes cuatro años vivirían en el Hotel Venetur Anauco Suite, de los más lujosos de Caracas y que estaba destinado a los huéspedes oficiales del gobierno.

Harnecker tendría oficina en Palacio Miraflores, la sede de gobierno, pero, lejos de lo que se cree, no tenía acceso directo a Chávez.

Al mandatario venezolano le gustaba rodearse de intelectuales de izquierda, pero no soportaba que lo pautearan. Algo que no entendió a tiempo Harnecker. Para la chilena, el proceso "socialismo del siglo XXI" que estaba llevando adelante Chávez era la posibilidad de terminar lo que había sido truncado en Chile. Y ahora quería ser protagonista.

Harnecker presionó por crear un equipo de asesores fuerte con influencia sobre Chávez. Incluso, llamaba a los ministros de Estado para darles indicaciones. Al final de 2005, Chávez se sentía ahogado por los centenares de mensajes escritos que le mandaba la chilena, donde le criticaba abiertamente la falta de participación ciudadana y el hecho de que se estaba creando una suerte de burocratización de la revolución.

En 2006, Chávez le pidió a su jefe de asesores, César Rodríguez, que de manera muy cuidadosa la echara del Palacio Miraflores. A Harnecker le ofrecerían el puesto de directora de la Fundación Francisco Miranda.

Harnecker se quedaría hasta 2011 en Venezuela. Salvo en el tema de la participación ciudadana y la valoración de los movimientos sociales, entre ellos no hubo un quiebre ideológico, sino más que nada un choque de estilos y personalidades.

Radicada en Vancouver, Canadá, junto a Mike, su segundo esposo, Harnecker comenzaría a trabajar en el estudio de los movimiento sociales y en la forma en que estos desarrollaban la praxis marxista.

Es ese trabajo precisamente el que la vincula primero a la Surda y más tarde al Frente Amplio, en Chile, y a Podemos, en España.

Harnecker, quien por casi una década, tras la caída del Muro de Berlín y de los socialismos reales, había vivido una suerte de invisibilización por parte de los partidos tradicionales de izquierda, en la medida en que se alejaban del marxismo, ahora tenía una suerte de revival como referente intelectual de una nueva generación.

Los jóvenes militantes de izquierda de movimientos que darían vida al Frente Amplio, como Gabriel Boric, Jorge Sharp y muchos otros, ya no accedían a las reflexiones de Harnecker a través de los cuadernillos de formación popular, sino de videos y charlas. Rodrigo y Carlos Ruiz serían claves para que este nuevo mundo la conociera.

Harnecker nunca más volvió a vivir en Chile. Salvo visitas puntuales. "Se alejó de Chile más geográficamente que de otro modo. Lo que pasa es que la izquierda tradicional chilena está centrada en sí misma, tiene poca apertura a posturas que vienen de otra parte. La izquierda chilena dejó de acordarse de ella", dice Tomás Moulián.

A Chile realizó visitas desde el año 2014 hasta el 2016, mientras su salud se lo permitió. Según describe en sus correos, viajar en avión era un riesgo para su salud, pero sentía la necesidad de volar.

En el país se juntaba con distintas organizaciones. En uno de sus últimos viajes se reunió con el Movimiento de Pobladores Ukamau, con el Partido Igualdad y con los Socialistas Allendistas. Estaba interesada, sobre todo, en la lucha por viviendas y la autogestión.

Pero desde la distancia mantenía contacto permanente con sus amigos en Chile, a quienes les contaba, junto a sus reflexiones políticas y académicas, los pormenores de su estado de salud.

El último correo fue hace casi tres meses.

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25 de marzo de 2019

Este tratamiento me ha hecho dormir mucho. En pleno día, cuando estoy trabajando, me quedo dormida; en las películas, después de comida y en la noche.

Estoy armando un libro pequeño con los siete artículos que publiqué en rebelión en el mes de octubre y noviembre. Y reorganizando el material escrito que me queda para hacer otra serie de artículos para rebelion.org. Como ven, no hay espacio para aburrirme.

Esperaré los resultados del MRI para escribirles. Si no saben nada de mí es que estoy bien.

Un abrazo lleno de sueños y esperanzas. R