La frase que titula esta columna sería solo un cliché más si no implicara una verdadera tragedia para la mayoría de la población.
En efecto, el estudio realizado por La Tercera comprueba una vez más que en Chile la élite -en este caso política- se educa mayoritariamente en colegios particulares pagados (un 54%), mientras que solo un 9% de la población estudiantil total tiene acceso a esta educación.
Esto ha sido corroborado de la misma forma por similares estudios hechos por Seminarium (2013 y 2003) y por La Tercera (2008).
Esta realidad cruza todo el espectro imaginable; derechas e izquierdas, política, empresa y gobierno, como se puede comprobar en los estudios señalados.
No hay mucha esperanza de que esto cambie. Si bien el porcentaje de líderes políticos con formación en colegios particulares cae seis puntos en 10 años, entre los jóvenes este porcentaje llega al 60%, como ocurre con los representantes del Frente Amplio.
La desesperanza para llegar a la élite de quienes no pueden costear una educación de calidad es casi total, porque se quemaron las naves de la posibilidad de asignar recursos adicionales en la última reforma educacional. Se aplicaron en igualar bajando patines, todo de acuerdo a un ethos específico, pero no dando más patines, porque no alcanzaban para todos, con lo cual el hijo de votante seguirá siendo votante, no candidato (y si trata, no sale electo); o empleado, no gerente general; o suche, no jefe; con una alta probabilidad.
Otra reforma con el propósito de aumentar sus oportunidades costaría mucho patín. El país ya no tiene de dónde sacar más para hacerlo, salvo a limitada escala, para poder dar al menos unas ventanas de oportunidades; ¿pero para todos? No way José. Ya se gastó el equivalente a muchos patines en crear condiciones parejas para los que no pueden pagar una educación privada, con lo cual se imprimió en piedra la contumacia de la situación de desequilibrio en la base.
Ya el país gastó la bala de plata en educación. También hay necesidades en salud, en pensiones y en otros frentes.
Es cierto que no todo es negativo; está la esperanza de la educación superior, la cual ha aumentado significativamente sus cupos. Pero aquí nuevamente existen universidades de dos tipos: las pocas que permiten con mayor probabilidad alcanzar las más altas posiciones y las muchas en que la probabilidad es mucho menor. Adivine en qué tipo de universidad entran mayoritariamente los que vienen de uno y otro tipo de educación escolar, incluidos los jóvenes del Frente Amplio, nuevamente.
En el caso de la reforma educacional pasada, se privilegió la educación superior y limitar la selección, el lucro y el copago en los colegios, con el fin de emparejar la cancha entre el origen de las familias. ¿Habrá sido un mejor camino que el de fortalecer la educación pública, pasito a pasito?
Los estudios de La Tercera y de Seminarium nos recuerdan cada cierto tiempo los resultados de las políticas educacionales pasadas en los niveles de liderazgo en el país; nos recuerdan la realidad.