Los días de Piñera: De la guerra al perdón

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El domingo, Piñera dijo estar en guerra, el martes pidió perdón por la falta de visión al no detectar las demandas. Cuatro días después celebraba los "caminos de esperanza" tras la marcha.


En todos los países hay bronca, respondió el Presidente Sebastián Piñera el sábado pasado, cuando a primeras horas de la tarde, los dirigentes de RN y algunos parlamentarios de Evópoli le pidieron que, además de la preocupación por el control de la seguridad pública, el gobierno atendiera las demandas que estaban en el trasfondo de la protesta ciudadana.

La inusitada violencia que se desató en las primeras jornadas -con quemas de estaciones del Metro, saqueos de supermercados, que sobrepasaron a las policías- se convirtió en la prioridad para el jefe de Estado desde que comenzó el estallido social y lo llevaron a fijar una línea dura, decretando el estado de emergencia y ordenando la salida de militares a las calles para frenar los saqueos y destrucción de infraestructura.

Por entonces, la magnitud del reclamo de la población, especialmente de sectores de la clase media, todavía no estaba bien calibrada en La Moneda. Pocos, cuentan hoy, vieron tempranamente que, separados de los hechos de violencia, había una demanda ciudadana que crecería con los días. Las mismas fuentes aseguran que en Palacio muchos apostaban, incluso, a que con el paso de unos pocos días la movilización se iría desgastando por cansancio.

Pero no todos pensaban igual. A lo menos un presidente de partido en Chile Vamos y un parlamentario oficialista que asistió el sábado al encuentro con el jefe de Estado afirman que en un momento en que la discusión se tensó, uno de los ministros que estaba en sala comentó a los que estaban a su lado que si el Mandatario no escuchaba, presentaría su renuncia.

En La Moneda se llegó a hablar de palomas y halcones, entre el pequeño círculo de colaboradores con los que el jefe de Estado monitoreó permanentemente los primeros días de la crisis.

Así al menos, hasta el domingo pasado, el bando de los halcones, integrada por el ministro de Interior, Andrés Chadwick; la vocera de gobierno, Cecilia Pérez, y el influyente jefe de asesores del segundo piso, Cristian Larroulet, habían logrado imponer la estrategia de focalizar la atención en el tema de la violencia y los saqueos, por sobre la posición del ministro de la Presidencia, Gonzalo Blumel, y del equipo de la Secom liderado por el sicólogo Jorge Selume, quienes pedían al Presidente abrir espacios para dar una salida política a la crisis.

La falta de interlocutores y lo difuso de la demanda social -que lejos de tener un pliego de peticiones que se pudiera atender y negociar era la expresión de décadas de malestar por la desigualdad-, complicó aún más la reacción inicial del gobierno.

El sábado en la tarde, ya bajo estado de emergencia y los militares en las calles, el Presidente decidió ceder a una medida que había sido duramente resistida por el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, y anunció que se retiraba el alza de 30 pesos del pasaje de hora punta del Metro, con la errada esperanza de descomprimir la tensión.

También instruyó al ministro Blumel que convocara a una reunión al día siguiente a los presidentes del Senado, de la Cámara de Diputados y de la Corte Suprema para dar una señal de apertura al diálogo.

Nada de eso sirvió. El mismo domingo en la tarde, Piñera inspeccionó la Guarnición Militar de Santiago, donde opera el alto mando de la zona de emergencia de la Región Metropolitana, al mando del general de Ejército Javier Iturriaga. Allí, recibió el informe de los jefes de Inteligencia, los que, según aseguran en La Moneda, daban cuenta de una acción coordinada en la quema de estaciones de Metro y para afectar el abastecimiento de alimentos.

"Estamos en una guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie", dijo el Presidente Piñera en un improvisado discurso, flanqueado por el ministro de Defensa, Alberto Espina, y del general Iturriaga en tenida de combate.

En el gobierno admiten que esa frase marcó un punto de inflexión en la estrategia de "ellos contra nosotros" que se había impuesto en La Moneda.

Fue a partir de ese momento, aseguran fuentes de Palacio, que Larroulet comenzó a tomar conciencia de la necesidad de anunciar un paquete de medidas económicas. Algo en lo que venían insistiendo Blumel y Selume, sin éxito hasta entonces. Juntos pudieron convencer a Piñera, mientras varios ministros comentaban en privado su desacuerdo con esa declaración.

En la misma noche del domingo, Blumel empezó a llamar a los ministros sectoriales para que entregaran propuestas. El lunes incluso, el Mandatario se comunicó directamente con algunos de sus colaboradores para avanzar en las medidas, mientras Blumel con el mismo fin hablaba con el presidente del Senado, Jaime Quintana (PPD), y con presidentes de los partidos de oposición, a los que invita a La Moneda a un encuentro con el Mandatario el día martes, a las 13 horas. Poco a poco, Piñera dejaba atrás el mensaje de la guerra.

En el oficialismo, sin embargo, afirman que tanto el Presidente como Larroulet y el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, han sido los más duros en ceder a cambios estructurales, lo que se vería reflejado en el paquete de medidas que anunció el Mandatario el martes en la noche.

Lo que no estaba en planificado es que en ese mismo mensaje, el Presidente daría un paso más, al pedir perdón a la ciudadanía: "Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esa falta de visión".

La línea para el gobierno estaba trazada. Junto con mostrar una cara menos dura, el diseño presidencial incluyó ir retirando de a poco la presencia militar, cosa que anunció ayer sábado. Un anuncio que coincide, eso sí, con la mayor marcha de la historia de Chile: 1 millón 200 mil personas reunidas. Piñera respondió a la poderosa imagen con un tuit: "La multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza. Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos".

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