Ismary está desesperada. Hace un mes organizó un bingo en una parroquia de Maipú para reunir dinero para enviarle a su familia. Están en Cúcuta, Colombia, luego de escapar de Venezuela.
Su padre, quien pidió mantener en reserva su identidad por temor a represalias, era el segundo comandante al mando en la frontera entre ambos países. En marzo decidió desertar. Abandonar Venezuela para buscar -según dijo- mejor suerte en otro lugar. Eligió a Chile.
Dos años atrás, Ismary había tomado la misma decisión. Viajó desde Venezuela, primero a Colombia y luego a Perú. En Lima tomó un bus que la dejó en Antofagasta. En total, cuatro días de viaje para escapar del régimen de Nicolás Maduro.
Su padre, su madre y su hermano menor decidieron quedarse. El trabajo como militar del progenitor les permitía cierta tranquilidad. No querían escapar, por lo menos no todavía.
Ese momento llegó tras el concierto internacional realizado en Cúcuta el 22 de febrero para recaudar fondos y donaciones para Venezuela. Al espectáculo fueron representantes de otros países, entre ellos el Presidente Sebastián Piñera, y una numerosa comitiva de artistas, como Juanes y Miguel Bosé.
La familia de Ismary vio en Juan Guaidó, el presidente autoproclamado de Venezuela, una luz de esperanza para darle fin al régimen de Maduro y a los problemas del país. El apoyo de otros países a su campaña también fue una importante señal para seguirlo.
El llamado de la oposición a las Fuerzas Armadas de Venezuela fue uno: que los militares desobedecieran la autoridad de Maduro y rompieran filas.
En ese momento decidieron salir del país. Vivían en San Antonio deTáchira, a una hora de la frontera con Colombia. Allá iban a esperar la caída de Maduro.
El padre de Ismary sabía que desertar a las Fuerzas Armadas no era una cuestión simple. Si lo hacía, era para no regresar al país. No mientras Maduro siguiera en el poder. Desertar es transformarse para siempre en un traidor.
Desde Chile, Ismary le envío dinero a su familia para ayudarlos en la travesía.
Primero viajó su padre, el martes 5 de marzo. Fue por la noche, junto a otros compañeros militares que querían dejar el país. No se atrevieron a cruzar por el Puente Tienditas que une Cúcuta con San Antonio, sino que lo hicieron por unas balsas. La travesía duró toda la noche
El resto de la familia viajo después, de manera legal. Su esposa tenía nacionalidad colombiana y eso podía facilitar las cosas para ella y el hijo de ambos.
En Cúcuta, la familia de Ismary se encontró con otros militares que habían desertado tras el llamado de Guaidó.
Pero en Colombia las cosas no les han resultado como esperaban. Pasaron los días y después las semanas. Maduro no dio señales de abandonar el poder y los embajadores deGuaidó en el país -según acusan- no les dieron ayuda.
Los militares cuentan que en Colombia han dormido en un albergue para refugiados. Las familias se separan en esos lugares. Los hombres por un lado, las mujeres y los niños, por otro, en camas incómodas y sin privacidad.
La familia de Ismary no aguantó mucho tiempo y se fue del lugar. En el mes que llevan en Colombia han debido dormir en la calle y pedir alojamiento en hoteles sin tener plata para pagar.
El padre, asegura, ha ido a la embajada de Chile en Colombia y a varias instituciones de ayuda humanitaria para intentar mejorar su situación. Ninguna ha respondido.
Desde Chile, Ismary está en permanente contacto con su familia. Su idea es traerlos para empezar de nuevo. Se ha reunido con autoridades políticas y de Cancillería, pero, dice, nadie les ha dado respuestas.
Está pensando en pedir un préstamo en Chile para comprarles un pasaje y traerlos por sus propios medios.
- Nos sentimos defraudados de Juan Guaidó. Lo estábamos siguiendo y ahora mi familia está a la deriva- dice Ismary.
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Se calcula que en Cúcuta hay entre 700 y 1.000 militares venezolanos que desertaron de las Fuerzas Armadas en los últimos dos meses. Un número alto, pero que no es suficiente como para desestabilizar el gobierno de Maduro.
Todos tienen historias similares: abandonaron su país a principios de año, por el llamado deGuaidó, y luego quedaron a la deriva, con sus familias, esperando ayuda de cualquier tipo para sobrevivir.
"Sebastián Piñera tiene la disposición de recibir migrantes que vienen de las fuerzas militares que han cedido a cualquier lealtad a la dictadura y que le han jurado lealtad al Presidente Juan Guaidó", dijo el jefe de Estado de Colombia, Iván Duque, en medio de su visita aSantiago con motivo de la Cumbre Prosur, el 21 de marzo.
Ese mensaje fue escuchado con atención en Cúcuta. Según sus propios cálculos, hay al menos 10 desertores que tienen familia en Chile. Y hay varios más que estarían pensando en viajar para obtener ayuda en nuestro país.
Para los venezolanos, Chile es un aliado importante de Guaidó y un lugar con las condiciones suficientes para empezar una nueva vida.
Fuentes en el gobierno comentan que la frase de Iván Duque fue inesperada y que sorprendió al Presidente Piñera. Hasta ahora, no hay ninguna propuesta formal respecto de los militares desertores en Cúcuta.
Algunas fuentes en Colombia dicen que la ciudad, que está en la frontera con Venezuela, está colapsada de inmigrantes que han huido del régimen de Maduro. Por eso es que el gobierno de ese país estaría buscando que otros reciban más refugiados.
Los comentarios de Iván Duque causaron ruido en algunos parlamentarios. Por lo mismo, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados convocó al gobierno a una comisión secreta para aclarar la posición del gobierno.
El martes 16, los ministros de Defensa, Alberto Espina, y el de Relaciones Exteriores, Roberto Ampuero, aclararon que no hay planes sobre los militares desertores y que tampoco han recibido una propuesta formal de Colombia sobre ellos.
En Defensa aseguran que prestar refugio a miembros de las Fuerzas Armadas de Venezuela sería entrar a un terreno más delicado que con un ciudadano común.
Para llegar a Chile, los militares tendrían que seguir el conducto regular, es decir, viajar por la vía establecida de Visa de Responsabilidad Democrática.
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Son 10 los militares que tendrían familia en Chile. Y varios más que piensan en nuestro país como una vía de escape.
Reportajes accedió a hablar con algunos de ellos. Pidieron mantener en resguardo su nombre real por miedo a ser reconocidos y perseguidos.
- Todos se quieren ir a diferentes países, ya que quieren salir adelante porque acá no nos garantizan permiso para quedarnos- dice V., uno de los desertores.
El tiempo también ha mermado la confianza entre ellos. En Cúcuta, cuentan, hay rumores de infiltrados y personas que están buscando por todos los medios a los desertores para amenazarlos.
Todos coinciden en que la situación ya no da para más. Necesitan una solución. Colombia no parece ser un lugar con la capacidad para ayudarlos.
G. viajó por 18 horas desde San Cristóbal hasta Cúcuta. Lo hizo acompañado de cuatro militares más que iban a desertar. En Venezuela quedaron su madre y su esposa embarazada.
Ya lleva casi dos meses fuera y no tiene expectativas de volver. En Santiago vive un primo hermano que está dispuesto a recibirlo.
- La situación es clara... Estamos acá en Colombia, ya que sabemos que no podemos regresar a Venezuela. Algunos militares queremos ir a Chile, ya que tenemos familiares. Sabemos que es un país estable.