Soy católico y cada vez que pillo una iglesia, me meto. Recuerdo una cosa que me pasó cuando murió Jaime Guzmán. Él me provocaba mucho rechazo. Pero cuando murió, me vino un sentimiento de culpa. Dije "a esta persona en algún minuto le llegué a desear la muerte". Lo estaban velando en la Iglesia de la Gratitud Nacional y hablé con el padre Juan Vecchi. Era tarde y él me ayudó a entrar. Me acerqué al ataúd de Guzmán. Me persigné ahí y pedí perdón.
Perdí mi proyecto de vida. La separación es un dolor mil veces mayor que el despido. Lo más doloroso es no estar todos los días con mis hijos, y me refiero a mis dos separaciones. Lo más glorioso es el fin de semana con los dos. El tiempo con ellos es limitado, y cuando es limitado piensas bien qué hacer. Cuando los tienes todos los días te pones hasta un papá flojo.
Trabajé por el No y por Aylwin. Fueron las dos campañas en las que me involucré en mi vida, aun cuando para ninguna tuve derecho a voto.
Tuve un deseo fugaz de ser seminarista. Estuve un verano en el prenoviciado de Lo Cañas. Me gustaba el desprendimiento de lo material que predicaban. Era curioso mi deseo, porque me sentía muy atraído por las mujeres. Yo decía: "¿Se podrá sublimar el impulso que tiene cualquier hombre?". Veía que en mi pueblo eso no pasaba. Había un cura en Natales que vivía su romance con la secretaria parroquial.
Sospechaba que me iban a echar. Santiago Pavlovic le escribió a Francisco Orrego una carta. "¿Por qué despediste a Fariña?", le preguntaba. "Perdón, yo no tengo nada que ver", le respondió. El presidente del directorio y el director ejecutivo le dijeron que no había sido decisión de ellos. A la vez, mi jefa de prensa nueva me dijo que ella tampoco lo había decidido. El Espíritu Santo lo habrá decidido entonces. Obviamente, alguien no está diciendo la verdad.
Los ahorros que hacen en TVN son inentendibles. Ahorran con la secretaria, con el junior. Pero el director y los ejecutivos siguen ganando el doble que el Presidente de la República. Los rostros también, y hoy ningún rostro hace la diferencia en TVN.
Me hubiese encantado ser martillero. Compro cosas en remates, voy mucho a los anticuarios. Mi primera adquisición fue un cuadro de la colección de José Cardoch. También he rematado cosas de Alberto Chang.
Eso de que hice llorar a una niñita para el incendio en Valparaíso es lo que más me ha dolido en toda mi carrera. Todo había ocurrido en directo, donde no puedes hacer una inducción para que alguien llore. Era suficientemente el drama para como que, además, alguien aportara con esa cuota de sensacionalismo.
Twitter es un resumidero de odio y cobardía. Por eso no tengo Twitter. La gente ni siquiera se identifica con su nombre. Nunca en la vida se me ha acercado una persona para criticarme. Por eso creo que toda esa gente es cobarde. Creo haberme encontrado con alguno de ellos en el supermercado. Me quedó mirando y pensé: "¿Será uno de esos que critican en Twitter?".
Fui amigo del cardenal Medina. Él me casó en Roma, para mi primer matrimonio. Mi testigo era mi amigo Santiago Pavlovic, pero no llegó. Llamé a la embajada de Chile. Me contestó Máximo Pacheco Gómez, el embajador, que aceptó ser mi testigo. Corría el año 2000 y en Chile se tramitaba la ley de divorcio. Cuando llegó se agarró con Medina en una pelea en la sacristía. Este le dijo: "¿Cómo es posible que un católico como tú esté al servicio de un gobierno marxista que promueve el divorcio? Y agregó: ¿No ves que los chilenos se están viniendo a casar afuera?".