Me hicieron bullying en el colegio. No fue una etapa feliz. Se burlaban de mí por ser más débil, por ser el más llorón. Luego fui creciendo y me validé, porque jugaba fútbol relativamente bien y porque estaba en un grupo de teatro. Me ayudó a sacar mi personalidad.
Fui productor de Fuga, la primera película de mi hermano Pablo. Fue una experiencia tremenda. Las críticas fueron muy duras para un trabajo que había significado tanto esfuerzo. Fue interesante ver cómo mis hermanos Pablo y Juan de Dios se pararon y fueron por más. Ha sido bonito acompañarlos en ese proceso. Somos muy amigos. Es un gran orgullo ver todo lo que han logrado.
No quería repetir el mismo patrón de mi padre. Pensaba que no quería dedicarme a la política para no hacer lo mismo, pero eso habría sido traicionarme. La política era lo que más me gustaba. Sabía que eso implicaba entrar a un mundo donde todos me iban a señalar por ser el hijo de Hernán Larraín. Tenía costos y beneficios, pero era lo que tenía que hacer.
El debate más tenso en mi casa fue sobre Pinochet. En mi familia teníamos conversaciones muy abiertas. Cuando éramos más jóvenes había más tensión. La participación de muchos civiles en la dictadura y los derechos humanos fue un cuestionamiento fuerte. Valoro que mis padres nos dieron todas las oportunidades de elegir nuestras propias ideas.
En la marcha por el cambio climático me gritaron: ¡Facho culiao! Hay algunos que creen tener el patrimonio de ciertas ideas. Que te insulten habla mal de nosotros como sociedad.
Nunca más tomé una copa antes de un programa de televisión. Fue muy heavy que Camila Vallejo me atacara así. Insinuó en un programa de televisión que había tomado mucho. Lo que pasó es que todos los panelistas habíamos tomado una copa de whisky antes de empezar. Me pidió perdón a la salida. Ahora me río de ese momento.
Tocar en las fondas del Parque O'Higgins fueron mis mejores carretes. Lo hicimos con mi banda de cumbia, El Crucero del Sabor. Hacer bailar a 1.500 personas fue lo máximo.