No conozco el "Concesplaining", pero debo estar ahí. Es que existe el orgullo penquista y echo de menos ese ambiente. Yo soy de la época del Astoria, una heladería en donde nos juntábamos a conocernos, a mirarnos. Le decíamos el "lolódromo". Ahí viví mis mejores recuerdos. Siempre estoy buscando la Isabel que nunca se movió de Concepción.
Cuando llegué a Santiago estuve un año sin panoramas. Nadie me invitaba ni siquiera a tomarme un café, porque estaba fuera de todos los círculos. Me costaba mucho llegar al viernes en la tarde; prefería que fuera lunes para volver a estar otra vez con gente.
Mis dos abuelas y mi madre son mis referentes. Ser ministra de la Mujer es, también, honrarlas. Me llamo Isabel por mi abuela materna y Cecilia por la paterna. Ellas no eran abuelas que estuvieran cosiendo o bordando, que son actividades muy legítimas..., eran muy empoderadas, con autonomía económica, que trabajaban a la par con sus maridos.
Mi mayor dolor en la política fue haber constatado una traición. Fue una traición que definió mi vida, pero por lealtad a quien me lo dijo, no lo voy a poder revelar nunca y me llevaré a la tumba la posibilidad de encarar a la persona que fue la artífice.
El día que me nombraron ministra escuché a Gonzalo Blumel decir: "Que la Isa no entre a Twitter". Yo sabía que iba a generar una resistencia, pero había cosas muy feas. Una está expuesta a que algún sector te reclame porque no les pareces suficientemente feminista y a otro sector le pareces demasiado feminista.
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Foto: Patricio Fuentes[/caption]
Chile es un país con raíz machista. Todavía hay rasgos que no se han podido erradicar, aunque ha ido cediendo con las décadas. Por ejemplo, percibo que todavía hay una justificación de la violencia, un "dejemos hacer". No somos un país misógino, eso sí. En Chile la mujer simboliza mucha fuerza, mucho empuje, mucha vida.
De adolescente me piropearon mucho en la calle y pasé por situaciones bien incómodas. Nos teníamos que acompañar mucho con mis compañeras en Concepción, pasamos más de algún susto. Me acuerdo de correr rápido, cruzar una calle, ponerme debajo de un farol, meterme a algún negocio. Igual, sé diferenciar lo que son los cumplidos de lo que es el acoso callejero.
Me tomaría un año sabático para dedicarme a tejer y bordar. Me gustaría aprender telar, instalar un minitaller en mi casa y que mi jornada estuviera dedicada a todas mis aficiones que tienen que ver con las cosas textiles. Soy de ver tutoriales en YouTube: en los últimos años descubrí una forma de bordar que se llama freestyle.