Manual de Carreño: cómo ser un cabrón derecho

Veinte años después de su episodio más polémico, Juan "Candonga" Carreño rebobina la historia: repasa una carrera de película. Habla de sus mejores momentos y asume sus errores. También admite que aún piensa en el Mundial de Francia y que le gustaría que se hablara más de sus goles y menos de sus peleas.


1. Tener pelotas

A sus 25 años, Juan Carreño se perfilaba como uno de los delanteros más importantes del fútbol chileno. Con más de 40 goles en su carrera, habiendo jugado en Naval, Cobresal, Coquimbo Unido y Everton, llegó la oportunidad que tanto esperaba: Nelson Acosta lo eligió para reemplazar al recién transferido Juan Castillo en Unión Española. "Candonga", dice, fue el mejor equipo en el que jugó. Un plantel de PlayStation meses antes de que debutara la primera PlayStation: Rodrigo Ruiz, José Luis Sánchez, Cristián Montecinos y el uruguayo Carlos Morales eran su competencia directa en el ataque. Pero se las arregló para no soltar la camiseta de titular.

El 21 de abril de 1994, Unión Española recibió al Cruzeiro de Dida y Ronaldo -ocho años más tarde campeones del mundo con la selección brasileña- en el Estadio Santa Laura. Carreño protagonizó una jornada consagratoria: a 15 minutos para el cierre del partido entró sin marca por el centro del área, bajó la pelota con el pecho y definió con un derechazo imposible para el arquero rival. Fue el gol de la victoria y también de la clasificación. Siete días más tarde, en Belo Horizonte, el cuadro hispano logró un empate sin goles que le permitió avanzar a cuartos de final de la Copa Libertadores.

"Candonga" se convenció de que ese partido, y su exitosa participación en el certamen internacional con cinco goles, sellaría el despegue definitivo de su carrera.

—Sentí que, en esa Copa Libertadores, podría haberme comido el mundo —dice Carreño—. No tenía nada que envidiarle a Zamorano. Tenía más fuerza, era tan goleador como él, más guapo y aguantaba mejor. En ese minuto, debí haber partido pa' Vélez.

En Brasil, cuando concentraba de cara al partido de vuelta contra Cruzeiro, comenzaron los rumores: lo querían a él y al "Coto" Sierra desde Italia. Unión se negó. Un par de meses después, Vélez Sarsfield, de Argentina, que finalmente se quedó con la Copa Libertadores de ese año, preguntó por su precio. Pero Unión Española pidió un millón de dólares. Y Carreño también. "Yo quería un millón pa' mí por los cuatro años de contrato", explica. Los argentinos se llevaron a su compañero, más barato, José Luis Sánchez. "Candonga" finalmente fichó por Pumas de México.

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"Candonga" en su paso por el Pumas mexicano.[/caption]

De ese viaje, sin embargo, no guarda buenos recuerdos. "Me fui contracturado y allá en la pretemporada me desgarré sin jugar un solo partido", recuerda. La recuperación le tomó cerca de cuatro meses: le costaba pegarle a la pelota, perdió fondo físico y también el nivel. "Del boom futbolístico que traía, pasé a cero", admite. El presidente del club intentó calmarlo: le aseguró que lo iba a esperar y que le firmaría un nuevo contrato por cuatro años. Pero el escenario pronto cambió.

Fue un martes, dice Juan Carreño, cuando Ricardo Ferretti, entonces DT de Pumas, lo alineó como el centrodelantero titular de la práctica. A Tiba, el brasileño que cedió su lugar, no le gustó la decisión: intentó humillar a "Candonga".

—Me empezó a huevear: me tira un túnel descarado y se caga de la risa. Y yo, con mis pelotas, que donde anduve no dejé que ninguno me hueveara, le dije: "Me tirái un túnel más, negro, y te voy a pegar un combo que te vai a acordar por el resto de tu vida".

Tiba no le hizo caso: repitió la acción en la siguiente jugada. Pero esta vez, ante las amenazas de Carreño, también contestó: "Filho da puta". "Candonga" buscó la mirada de su técnico, esperando su aprobación, pero Ferretti se desentendió: apenas el brasileño tuvo nuevamente la pelota, lo derribó con un certero puñetazo. "Lo aturdí altiro", asegura.

—Le digo: "¡Párate, negro cagón!, ¿no erís tan guapo? ¡Párate!". Y ahí viene el técnico y me empieza a insultar —recuerda Carreño—. Le dije: "Si no parái tu hueveo, te voy a fletar a vos también, acá tenís a un chileno con pelotas". Se pararon algunos mexicanos, me saqué la camiseta y los invité a pelear, pero ninguno quiso. "No juego más con hueones cagones. Me voy a Chile", les dije. Me bañé, me fui a mi departamento, llamé a mi representante y me tomé el primer avión a Chile.

"Candonga" sabe que dejó escapar uno de los contratos más importantes de su carrera. Ni siquiera el fútbol argentino, dice, podía pagar esa cifra en esos años. El paso por Pumas fue, además, su única experiencia en el extranjero. Pero optó por estar en un lugar donde se respetaran los códigos: "Me sentí traicionado. Lo veían como una víctima, nadie dijo que él empezó a huevearme", aclara.

2. Ir al frente

—Siempre fui un hueón distinto: el primero en reconocer que me gustaba salir después de los partidos. Antes de firmar en un equipo, avisaba: voy a rendir, voy a entrenar como profesional, voy a cuidarme martes, miércoles, jueves, viernes y sábado antes de los partidos. Pero después de los partidos, no quiero que se metan en mi vida privada. Si salgo pa' algún lado, mientras no maneje borracho, no ande haciendo escándalo, si me tomo uno o dos whiskys, ¿está claro que es mi problema? No llegué a un equipo grande por eso: por carerraja. Un Marcelo Ríos del fútbol.

Esta suerte de declaración de principios, que resume en buena parte lo que fue su carrera, no solo lo privó de firmar en Universidad de Chile o Universidad Católica, clubes que lo buscaron durante la segunda parte de los 90. Carreño, asegura, también le quitó la oportunidad de ir a la Copa del Mundo de Francia 1998: el mayor dolor de su vida.

Su historia con La Roja comenzó en 1987, cuando fue miembro de la selección juvenil que obtuvo el cuarto puesto en el Mundial Sub 20. En 1993, frente a España, disputó sus primeros minutos por la selección adulta, pero recuerda con especial cariño un amistoso contra Argentina un año más tarde. Allí, en ese partido que también significó el debut de Marcelo Salas en La Roja, Carreño lucía el 9 en su espalda. Ese sentimiento, un orgullo, se transformó en su obsesión: en 1995, tras su paso por México, regresó al fútbol chileno con el único objetivo de volver a jugar por la selección.

Otra veintena de goles en Cobreloa y Deportes Concepción le abrieron nuevamente las puertas durante la gestión de Nelson Acosta: "El 'Pelao' sabía quién era Juan Carreño. Me había tenido en la Unión, goleador de la Copa Libertadores. Zamorano y Salas eran los indiscutibles, pero él sabía que después el único que podía hacerles el peso ofensivo era yo", apunta. Sobre el cierre de las Eliminatorias, "Candonga" entró los últimos 20 minutos frente a Perú, asistiendo en un gol a Salas y, en la fecha final, ante Bolivia, marcó el último tanto de La Roja, el que selló la clasificación.

De cara al Mundial de Francia, Carreño sumó minutos en cinco de los amistosos previos de la selección. Incluso, ingresó en el triunfo sobre Inglaterra en Wembley: se sentía dentro de la nómina. Pero un día antes de partir, Acosta decidió bajarlo del certamen por un supuesto desgarro que "Candonga" desmiente. "Si viajamos mañana, hoy día el 'Pelao' me manda a hacer un examen trucho. Yo estaba viajando. Y por mí se lleva a (Manuel) Neira, se lo pidió Zamorano", asegura.

—¿Dónde se produce todo esto? Yo tuve una discusión con Zamorano, en el camarín —cuenta "Candonga"—. Le dije: 'Mire, compadre, a mí no me huevee, porque conmigo se va a cocer', delante del grupo. Fue un tema de que llegué atrasado de un vuelo de Conce y empezaron las tallas fuertes. "Ahí viene el rey de la 'Tía Olga' -un prostíbulo-", me decían. Lo paré rapidito. Y eso me pasó la cuenta. El "Pelao" se dejó llevar.

—¿Te sigue doliendo esa decisión?

—Con mi señora no habíamos hablado nunca el tema y, analizándolo, mi tema de querer retirarme del fútbol fue después de que no fui a Francia. Para mí fue un antes y un después, porque me agarra a los 29, era mi último Mundial. Fue no haber ido a Francia… Tendría que haber agarrado a un psicólogo y haberme tratado. Porque me pegó muy fuerte. Nunca más sentí los entrenamientos ni el fútbol igual. Y después de eso, abrí un local nocturno en Concepción y ahí dije: "No quiero más", pero seguí jugando en Huachipato.

3. A ensayo y error

Juan Carreño, de 49 años, descansa sentado en el pequeño comedor exterior de su parcela, en El Tambo. Mientras fuma un cigarrillo, intenta explicar por qué es tan difícil dar con su paradero en la actualidad: dice que ya pasó su cuarto de hora -media hora, se corrige un par de segundos más tarde, riendo-, y que no tiene problemas para hablar de nada, pero que se aburrió de dar siempre la misma entrevista, de las cámaras y de los periodistas. Que solo le pregunten por Hernán Caputto y por la pelea le duele. Sabe, sin embargo, que por ese episodio es que mucha gente aún lo recuerda.

El 27 de septiembre de 1998, hace 20 años, Carreño dejó su huella: sobre el final del partido que disputaban Provincial Osorno y Huachipato, su equipo, golpeó a un jugador rival en el estómago a la espera de un tiro libre. El árbitro, a unos pocos metros de la acción, rápidamente lo expulsó. Pero cuando caminaba hacia los camarines vino lo peor: "Candonga" se cruzó con el arquero rival, Hernán Caputto, y con un temerario "un-dos" lo noqueó. Los jugadores osorninos reaccionaron: lo fueron a encarar. Carreño se defendió y golpeó a quien se le pusiera enfrente. Salió escoltado por Carabineros. Lo suspendieron nueve fechas.

—Caputto no lo quiere reconocer hoy, pero en un córner anterior me empieza a huevear. "Con razón Acosta te dejó fuera del Mundial", me dijo. Él no va a reconocer eso y tampoco que cruzó la mitad de la cancha pa' sacarme la madre. Si no, ¿por qué lo voy a aturdir? ¿Por deporte? No, poh. Yo no te pego si no me sacas la madre.

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Carreño la tarde de su recordada pelea en el Parque Schott, Osorno.[/caption]

—¿Qué sientes al ver las imágenes?

—Que dejé la media cagadita..., yo tenía una escuela de fútbol en Huachipato como con 100 niños, un contrato por cuatro años, era el jugador más caro del equipo, ídolo, seleccionado chileno. Y se me fue todo a la mierda. Era el referente del sur. Sentí que había defraudado a toda esa gente. Y la pelea, qué decirte: fue la guinda de la torta.

Carreño, sin embargo, no da marcha atrás. "Orgulloso no estoy, pero si me arrepintiera de mi carácter no sería lo que fui", explica. Le gustaría, eso sí, que reconocieran más sus virtudes dentro de la cancha, que hablaran de sus goles. Que dejaran de meterle el dedo donde más le duele: "Acá nadie dice que estoy entre los mejores jugadores bohemios del mundo, jugadores a los que les gustaba el hueveo, pero rendían". El año pasado, el argentino Pablo Cheb incluyó a "Candonga" en su libro 22 locos, una selección que repasa las carreras de los jugadores "más fascinantes" de la historia. Lo comparó con Eric Cantona, Sócrates y George Best, entre otros. "Que te reconozcan a ese nivel significa que hay un respeto internacional", reflexiona.

4. Volver a empezar

Retirarse fue otro golpe para Juan Carreño. "Quise dejar el fútbol antes de que él me dejara", admite. Pero aún lo atormentaba el fantasma de Francia 98. Le costó años aceptarlo. Sus últimas temporadas, además, no fueron como hubiese deseado: cuando jugaba por Everton, dio doping positivo por consumo de cocaína.

—Sabía que no había ocupado drogas para jugar, pero sí en un carrete. Había consumido cocaína un lunes, en Santiago, y me salió el sábado. Pedí una conferencia de prensa al otro día. Dije que no quería contramuestras, que era cierto.

Hablar de esa etapa hoy no lo complica. Carreño, dice, fue una enfermedad que comenzó cuando dejó el fútbol, tras abrir un local nocturno. "Fue como mi escape, quería hacerme daño. No quería nada más con la vida. Fueron seis o siete años muy malos", confiesa.

—¿Y cómo saliste de ahí?

—Me salvó la vida mi hijo, Juan David, hoy de 13 años. Si no nace mi hijo, no estaría en este mundo. Juré que si tenía un hijo, pa' motivarme de nuevo en la vida después de no tener lo más lindo que era el fútbol, dejaba de tomar, me recuperaba y me dedicaba a trabajar en mi campo.

Mientras recorre su parcela y muestra con orgullo sus cultivos de duraznos, "Candonga" admite que le hubiese gustado vivir así desde que dejó la actividad. Que su error fue no abandonar antes las ciudades. "Hoy no tomo, no salgo, me saco la chucha acá y estoy muy bien así", cuenta. Se transformó en un hombre de campo: trabaja buena parte del día con su padre y el resto lo comparte con su mujer y su hijo.

—¿Por qué no quisiste continuar como técnico?

—Al terminar con un doping, peleando, como uno de los jugadores con más carácter, no tenía un buen cartel. Yo le podría decir a un jugador: hijo, no te metas en la droga, yo estuve metido; no te pongas a pelear en la cancha, porque yo dejé la media cagadita; te va a pasar esto jugando con presión, porque la tuve. Era el indicado para pararme frente a 22 hueones y decirles lo que tienen que hacer. Pero moralmente, para el resto, me iban a apuntar. El camino iba a ser muy difícil, ya fue difícil como jugador.

—¿Cómo se define Juan "Candonga" Carreño 20 años después?

—Siempre traté de ser súper leal, mi cartel lo ocupé a beneficio del grupo. A los más jóvenes, más débiles, los protegía. Fui un cabrón, pero un cabrón derecho.

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