La educación es la puerta a un futuro mejor. Eso lo sabían los padres y madres, quienes por décadas han declarado que su principal objetivo es heredarles educación a sus hijos e hijas. Pero, tal como reveló el Informe GET 2018 de ComunidadMujer, en el caso de las mujeres, la relación entre educación y opciones en el mercado laboral es aún más determinante. Y donde eso queda meridianamente claro es en el trabajo doméstico.
Con el masivo acceso a una escolaridad superior a 12 años, la proporción de mujeres en Chile que se desempeñan como trabajadoras de servicio doméstico va en franco declive. Si en 1990 el 20,6% del total de mujeres que trabajaba se dedicaba a esta actividad, en 2017 la proporción disminuyó a menos de la mitad, solo un 8,4% (INE, Encuesta Nacional de Empleo, 1990 y 2017). Se trata de uno de los cambios más importantes en el mapa laboral femenino, que no ha recibido suficiente atención.
Entre 1990 y 2017 las mujeres pasaron de un 31,5% de participación en la fuerza laboral a un 49,5%. Sin embargo, en ese mismo período, las mujeres que se desempeñan como trabajado- ras de servicio doméstico pasaron de 276 mil a apenas 286 mil. Así, este oficio, que fue para muchas trabajadoras chilenas -por lo general las más pobres, con menor nivel de educación y mayores niveles de exclusión- la tradicional puerta de entrada al mercado del trabajo, ya no es prevalente.
Lógicamente, al tener una mayor escolaridad, estas personas tuvieron otras opciones de desarrollo que les permitieron acceder a trabajos socialmente más valorados. Se trata, entonces, de un cambio generacional: para aquellas que nacieron entre 1960 y 1964, este tipo de trabajo representaba el 15,8% entre las ocupadas cuando tenían entre 31 y 35 años, mientras que para la generación de mujeres que podrían ser "sus hijas" -o aquellas que nacieron entre 1980 y 1984- solo alcanza el 4,3% en el mismo rango de edad (GET 2018). Muchas trabajadoras de casa particular en la generación de las madres lograron, con su trabajo, que sus hijas alcanzaran por primera vez la educación superior.
Para las mujeres inmigrantes, en cambio, el servicio doméstico significa hoy una de las principales entradas al trabajo remunerado. Según cifras de 2017, una de cada cuatro de las 85 mil trabajadoras extranjeras (21 mil aproximadamente) se desempeña en este oficio.
Ese descenso en la proporción de chilenas que se dedica al trabajo doméstico habla de una tendencia, no solo de mayor participación laboral, sino de acceso a trabajos más calificados, con mejores perspectivas y mejor equilibrio con la vida personal.
Estamos en un camino que no tiene vuelta atrás. Las mujeres seguirán conquistando nuevos espacios que les permitan participar, crecer y proyectarse en igualdad de derechos y condiciones con sus pares masculinos.