Todos los días, cuando faltan pocos minutos para las 8 AM, la expresidenta Michelle Bachelet abandona su hogar en Ginebra y camina hasta el Palacio Wilson. El edificio -construido a fines del siglo XIX- fue por años la sede de Naciones Unidas y desde 1997 alberga las oficinas del Alto Comisionado de Derechos Humanos en Suiza.

Bachelet dejó hace pocas semanas el hotel en el que se estaba hospedando y arrendó un pequeño departamento, a solo tres cuadras de su nuevo lugar de trabajo. "Lo he preferido así", ha dicho a sus cercanos al explicar por qué no optó por una casa en alguno de los barrios residenciales de diplomáticos y funcionarios de Naciones Unidas.

La cercanía de su departamento con el Palacio Wilson le permite caminar al ir y regresar desde su trabajo, dejando el auto que le facilita Naciones Unidas solo para actividades oficiales. Así puede disfruta,  sin ser reconocida, de solitarios paseos diarios que le recuerdan su estadía en Nueva York cuando se desempeñó como directora de ONU Mujeres hace ocho años.

Hace un mes, el capitán Luis Olivares, que ejercía como su escolta, regresó a Chile y desde entonces la expresidenta se desplaza a solas por Ginebra.

Su ajustada agenda, que la tiene hasta pasadas las ocho de la tarde en reuniones con embajadores y videoconferencias, le ha impedido poder habilitar completamente su casa. En su departamento solamente hay una mesa y su pieza es el único lugar que tiene relativamente instalado.

La exjefa de Estado tampoco ha tenido tiempo de conocer mayormente la ciudad. El comercio en Ginebra cierra estrictamente a las siete de la tarde, por lo que no ha alcanzado a vitrinear por las tiendas.

Los sábados, sin embargo, han sido la excepción. Aficionada a las ferias locales, Bachelet ha visitado mercados de la zona, donde suele degustar la amplia variedad de quesos que ofrece el país suizo. Aun así, ha comentado a sus cercanos que una de sus grandes deudas en los dos meses que lleva en Ginebra es no haber podido comer la racle-tte, plato típico del país europeo.

Para lo que sí se ha dado tiempo es para reencontrase con algunas amigas de ONU Mujeres que viven en Ginebra, con quienes pasa parte de sus horas libres.

Hay otra obligación propia del cargo que le impide a la exmandataria relajar sus jornadas: cada dos semanas debe viajar a Nueva York, donde se encuentra la segunda oficina más importante en materia de derechos humanos. Allí, Bachelet acostumbra usar el transporte público y durante sus estadías opta por no alojar en hoteles y arrendar departamentos vía airbnb, tal como lo hizo en septiembre, durante su participación en la 73 Asamblea de Naciones Unidas.

Según ha comentado, la expresidenta espera visitar Chile a fin de año y pasar Navidad y Año Nuevo junto a su familia.