Es la tarde del jueves 4. Miguel González está enfrente, parado en el ecuador de un ring desgastado en el Club México, posando para las fotos que acompañarán este artículo. El púgil, que mide 1,64 m y pesa no más de 52 kilos, luce un polerón azul y un pantalón de buzo negro. Con los ojos pegados en la lente de la cámara, frunce el ceño y alza los guantes para enfrentar cada uno de los flashes. Justo allí, en el centro de un cuadrilátero, hace 13 días, vio también cómo se esfumaba la oportunidad de su vida. Fue en el Gran Arena Monticello, el viernes 22 de marzo, frente al campeón de Oceanía de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), el australiano Andrew Moloney.
De haber triunfado, El "Aguja", de 29 años, sería aspirante al título mundial del peso súper mosca. Sin embargo, un gancho de izquierda que no vio venir acabó con su sueño en el octavo round.
—No tenía muchas ganas de hablar, la verdad —admite González, apenas baja del ring—. Me encerré una semana entera.
Para ser el mejor
Al ser consultados por la figura de Miguel González, los entendidos en la disciplina no tienen dudas:
—Es un boxeador altamente técnico y estilista. Su fortaleza es su velocidad, su juego de piernas, pelear de afuera y los pasos laterales. Yo no diría que tiene debilidades apreciables, ya que su estilo también tiene otras facetas que desarrolla bien, como se vio en la pelea con Moloney. Lo que conspira contra él es más bien la posición relativamente aislada de Chile en el concierto internacional, la dificultad de conseguir peleas con rivales de su nivel y, por ende, una menor exposición que redunda en que figure en el top 15 de dos de las federaciones importantes y que no aparezca en el ranking de las otras dos —opina Gonzalo Baeza, miembro de la Transnational Boxing Rankings Board.
—Para mí, es el mejor libra por libra de nuestro país, teniendo en cuenta, además, que el boxeo profesional chileno pasa por un gran momento después de varios años y con nombres atractivos o campeones internacionales como Julio Álamos, José Velásquez, Gonzalo Fuenzalida, Daniela Asenjo, entre otros. Su fortaleza es su gran técnica, velocidad, intensidad y volumen de golpes. Su debilidad va quizás por no ser noqueador, pero eso lo contrasta con lo que menciono anteriormente —dice Camilo Zamora, especialista y juez profesional.
—Es un boxeador muy inteligente y con muy buenas herramientas, como su jab, que tiene una muy buena velocidad, y sus reflejos para realizar golpes de contra. Su mayor fortaleza es la perseverancia, y si tuviera que mencionar una debilidad, a veces no controla su temperamento durante la pelea —sostiene Mariano Cayo, entrenador en el Club México.
Incluso, el propio "Aguja" se define: "Me siento el mejor boxeador de Chile y de Latinoamérica".
Pero no siempre fue así. González, de madre argentina, vivió hasta los 10 años en Buenos Aires. Allí, asegura, tuvo la chance de ser futbolista: unos veedores quedaron encantados con su juego y le ofrecieron llevarlo a Argentinos Juniors, club dueño de una de las mejores canteras del país transandino.
—No pasó nada, porque me vine a Chile. Venía de vacaciones, para el año 98 me acuerdo, pero mi papá no nos dio la autorización de volver y nos quedamos aquí, en Renca. Se perdieron al nuevo Alexis Sánchez —explica, entre risas, el pugilista.
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Foto: Reinaldo Ubilla[/caption]
El boxeo recién llegaría a su vida a los 14 años. Antes, reconoce, estuvo metido en malos pasos:
—Hay muchos niños que me escriben, así que no me gusta mucho hablar de eso. Pero sí, estuve en robos, en drogas, alcohol. De tonto, de gil, fue en mi adolescencia, a los 13 o 14.
Todo cambió cuando un amigo del colegio, que ya llevaba un tiempo peleando, lo llevó a conocer el Club México. Al "Aguja", dice, le llamó rápidamente la atención la alta exigencia, mayor a cualquiera de los deportes que antes había practicado, la disciplina y las ganas de los que lo rodeaban. Decidió probar y calzarse los guantes. También, era una suerte de escapatoria: por entonces no se llevaba con la familia de su polola, no lo querían ver, le decían que era muy problemático. Para evitar más conflictos, optó por dedicar sus tardes a golpear el saco y solo verla en el colegio.
Lentamente se fue involucrando más y más. Ahora estudiaba las peleas de Floyd Mayweather y de Óscar de la Hoya, les preguntaba a los más grandes qué debía hacer para mejorar y, de lunes a viernes, contaba las horas para salir del colegio, el Britania Renca, y llegar hasta el Club México.
—Es que, ¿sabís? Siempre, en lo que quisiera hacer, me decía que tenía que ser el mejor. Así que dejé todo por el boxeo y en un momento ya no podía parar, era como mi vida. Me acuerdo que una vez vino mi mamá de Argentina y no la veía hacía como tres años, pero cuando terminaba en el colegio, prefería pasar al gimnasio. Recién en la noche la iba a ver. Eso le llamó la atención, que fuera tan fuerte, que le diera prioridad al boxeo.
El 10 de diciembre de 2010, con 20 años, hizo finalmente su debut profesional, contra Alejandro Torres, en el Club México. Por decisión unánime, consiguió la primera de las 30 victorias que tiene a su haber: en 2015, además, tras superar al argentino Luis Lazarte, obtuvo el cinturón latinoamericano de la AMB, que ha defendido exitosamente en cinco ocasiones. De hecho, hasta el pasado 22 de marzo, el historial del "Aguja" exhibía un solo punto negro: la derrota que sufrió en septiembre de 2013, su única pelea en el extranjero, a manos del británico y local Paul Butler, por puntos.
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Foto: Reinaldo Ubilla.[/caption]
Sueño mundial
Fueron dos meses difíciles, extenuantes, pero necesarios, los que vivió, previos a la pelea de su vida, Miguel González. Difíciles, porque debió separarse de su pequeña hija Maura, de dos años, durante todo ese periodo. Extenuantes, porque su itinerario en Nicaragua contemplaba el entrenamiento más exigente de su carrera. Y necesarios, porque era la chance que siempre esperó: ante Andrew "The Monster" Moloney, el campeón de Oceanía, finalmente veía al alcance el mundo y tenía que estar a la altura.
—En Nicaragua eran tres horas de diferencia, así que me despertaba a las cuatro de la mañana, que eran las siete de acá —relata el "Aguja"—. Salía a correr y a las dos iba a entrenar boxeo. En la noche, gimnasio. Todo el día metido…, corrí muchísimo, también hubo mucho sparring. La etapa final, más suave, fue en Chile más que nada para hacer el peso.
El púgil nacional, en la previa, derrochaba optimismo. Decía conocer de memoria el boxeo de su oponente y prometía hacerle frente. En el combate, en efecto, fue así: tras un comienzo dubitativo, a partir del quinto round, González complicó a Moloney con su velocidad, sus pasos laterales y ese jab que todos destacan de su arsenal. Pero en el octavo asalto, un potente gancho de izquierda consiguió derribar al local. La jueza argentina Romina Arroyo finalizó el combate, por nocaut, a los 2.50.
Hasta ese momento, el "Aguja" estaba arriba en las tarjetas.
https://www.youtube.com/watch?v=oaX_5Z89B4I
—Para el boxeo masculino era una de las peleas más importantes de los últimos años —explica Gonzalo Baeza—. Con la victoria, González hubiera tenido la posibilidad de ganar un cinturón en una de las divisiones más ferozmente competitivas del deporte de la actualidad, con exponentes como Román "Chocolatito" González, Srisaket Sor Runvisai y Juan Francisco Estrada.
Tras el combate, el entrenador de González, Iván Corral, fue claro: su pupilo había equivocado el camino al haber peleado en la distancia corta en vez de capitalizar sus fortalezas.
—¿Cuál es tu análisis de la derrota, Miguel?
—Sé que la pelea la perdí yo por desconcentraciones, era una pelea que iba ganando, estrecha, pero ganando. No estaba haciendo una pelea buena, pero tampoco Moloney. Y él tampoco es un mal boxeador, pero no es un fuera de serie. Fue un golpe que no vi, pero así es el boxeo en ese nivel.
—Mencionaste desconcentraciones...
—Empecé a salirme de la pelea..., primero con la árbitro, cuando sentí que Moloney me pegaba mucho en la nuca y por debajo del cinturón. Llevaba tres seguidos, y cuando yo le devolví uno solo, me dijo: Miguel, una más y te descuento un punto. Y ahí me descontrolé, empecé a pelear con la árbitro, empecé a mirar cosas, como que lo dejaban un rato más en la esquina. No lo quiero usar como excusa, pero me fui de la pelea, me saqué. Fue un error mío. Soy de cabeza fuerte, pero me empecé a ir y eso fue fatal.
El contraataque
Tras el combate, "Aguja" se retiró en silencio, prefirió no hacer ninguna declaración, masticar la rabia, la pena y refugiarse con los suyos. Su primer movimiento fue desconectarse, cerrar sus redes sociales y recuperar el tiempo perdido con su hija: junto a Maura se fueron una semana a Viña del Mar. Su idea era alejarse un poco del boxeo, saber lo menos posible, porque ese octavo asalto seguía martillando en su cabeza. Eso explica que tampoco haya hablado desde entonces con su entrenador y que en la pantalla de su smartphone acumule los mensajes de Anita Yávar, su psicóloga, sin contestar. No está preparado, dice. Quiere volver de a poco.
—Si me preguntas, no sé cómo me voy a recuperar, llevo recién dos semanas. Anímicamente estoy mejor, porque la misma gente me ha dado ánimo. Pero sí estuve muy mal, era un zombie caminando. Sentía vergüenza también, porque es feo perder por nocaut. Ya vamos a ver cómo me recupero. Mucho psicólogo y mucho entrenar. Cuando me sienta más cómodo, iré. Sé que están todos preocupados por mí.
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Foto: Reinaldo Ubilla.[/caption]
Sobre la pelea, González es claro: no ha querido ver la repetición, lo frustra la idea de ver sus errores, aún cree ser más boxeador que Moloney. Por ahora, dice, se tomará un mes de vacaciones, haciendo natación para no perder el fondo físico y haciendo clases, en la mañana, en el Brooklyn Fight Club y, por la tarde, en el Club México. A pesar de todo, y de que se quiera tomar un pequeño receso, sabe que el boxeo es su vida.
—¿Y qué viene después de este mes de vacaciones?
—Quiero volver a posicionarme, volver a pelear, ganar confianza y, por qué no, volver a buscar una chance por el título. Voy a tener que hablar con la Anita, volver a entrenar más fuerte que antes. Ojalá tener tres peleas en lo que queda del año.
—¿Y el objetivo sigue siendo el mismo?
—Siempre: yo voy a ser campeón del mundo, eso pienso. Me levantaré con más fuerza.