Este artículo es parte de la edición especial Reportajes 2018: ¿En qué creer?
Confianza en el empresario
Feliú: En 1990, la confianza en el empresariado ¿estaba en 7,8%?, bastante buena (ríe).
Swett: A mí me produce una tremenda alegría ver en estos días la Encuesta Bicentenario, un 40% de las personas confía en la empresa. Pasar de números bajos a esa cifra es un dato en el que debemos detenernos un poco. Creo que el gran terremoto empresarial fue el 9 de julio de 2011, que marcó los años siguientes hasta el 2016. En esa fecha fue cuando el directorio de La Polar le dice a todo el país que había realizado repactaciones unilaterales, dañando, o mejor dicho, engañándola, porque fue sin su consentimiento, y produciendo un enorme daño a miles de personas. Eso nos produjo un daño enorme, porque instaló el concepto del abuso. A partir del año 2017 empezamos a tener una recuperación de la confianza en la empresa.
Feliú: En esto pagan justos por poderosos. Porque lo que se dice es que todos los empresarios son unos ladrones… Pongámoslo en contexto, no todos son ladrones. Pero ese grupito, que aparentemente es ladrón, aunque es una palabra que me parece fea y dramática, pero es la que usa la gente, daña al resto.
Swett: Etiquetas como esas no son sinónimo de lo que realmente piensa la gente. Son etiquetas mal puestas. Y más que etiquetas, hay que mirar las encuestas. Incluso en los peores periodos de evaluación empresarial, cuando le preguntaban a la gente qué le gustaría que fuera su hijo, respondían: empresario. Incluso en periodos oscuros, como el 2011, cuando había un alto nivel de desconfianza, la Encuesta Bicentenario señala que la gente valoraba positivamente a su empresa.
Financiamiento de la política
Swett: Los gremios no tienen que hacer política. Eso no corresponde ahora ni nunca. Y en eso hay que ser bien tajantes. Lo que a nosotros como gremio nos corresponde es ayudar a construir buena política pública. No es lo mismo hablar de política que ayudar a hacer buenas políticas públicas.
Feliú: Lo que pasó fue terrible. Pero es culpa de los políticos que van a pedir a las empresas que los ayuden . No creo que las empresas pensaban en sacar provecho posterior, pensaban en que el país iba a estar mejor con cierta gente en la política y, entonces, apoyaban a esa gente. Hay otros más vivos que apoyaban a todo el mundo. Eso creo ya no va a pasar más en el país. Porque los políticos están convencidos de que no les conviene hacerlo, y porque, en segundo lugar, hay desde hace muy poco una ley para dar financiamiento a la política.
Swett: Hubo más empresarios que terminaron en la cárcel que políticos en la cárcel. El que hoy una empresa financie a partidos políticos fuera de la ley ya no cae en irresponsabilidad, sino en tontera. Creo que hay un antes y un después y creo, realmente, que el después es mucho mejor.
Feliú: La ventaja de que esas cosas pasen es que se van corrigiendo, a porrazos también se aprende. Al empresario no le gusta que lo presionen para que dé recursos para cosas que no están relacionadas con la realidad de la empresa. Pero tiene amigos, gente a la que le deben favores y muchas veces caen en el cuento.
Swett: La debilidad fue no entender que eso no se debía hacer de la forma en que se hizo. Pero también creo que para el mundo empresarial es bueno que haya una buena política, construir un país con una mala política es muy difícil, yo diría que es prácticamente imposible. Tengo la impresión de que muchos empresarios que aportaron a partidos políticos lo hacían pensando en construir una buena política. Pero eso fue una confusión que causó un daño enorme y creo que ya todos han aprendido la lección.
Poder fáctico
Feliú: Se habla mucho del poder fáctico. Pero la Confederación nunca ha hecho uso de lo que podrían llamarse poderes fácticos. El poder de la Confederación nace de sus propuestas.
Swett: Creo que es una mala caricatura. Y lo explico con una pregunta: ¿Cuánto creen que pudieron influir la CPC y los empresarios en la reforma tributaria anterior o en la reforma laboral o en la reforma educacional? Y la respuesta es que nada o muy poco. Y las consecuencias que vivimos fue que tuvimos cuatro años de caída de inversión.
Feliú: La década del 80, a mi juicio, fue la más productiva en cuanto a cambios. Me tocó ser presidente de la Confederación en una época muy compleja, pero estábamos en la misma situación de antes, ni la Confederación, ni sus ramas, tenían un gran poder. Lo que tenía era organización y esa organización nos permitía revisar el modelo económico y proponer cambios o sugerirlos. Se nos escuchaba, y mucho, pues en esa época no había otro poder. No había Parlamento, nadie más que tuviera voz en los medios de comunicación, con la excepción de los empresarios.
Swett: Esta institución ha evolucionado, y ha evolucionado positivamente. El rol principal de la Confederación no es tener más poder, su rol principal es evitar conflictos de los distintos gremios. Es importante tener un buen diálogo con las autoridades, tanto del Poder Ejecutivo como del Poder Legislativo. Pero ahora también hay que tener en cuenta el poder cada vez más importante que está tomando la ciudadanía.
Feliú: La gente cree que somos todos partidarios de Piñera o de la derecha. Nada que ver. Nosotros somos partidarios de que el país crezca, produzca, funcione, eso vamos a aplaudirlo siempre.
Swett: Hoy día, los empresarios tenemos un diálogo mucho más diverso, más transversal. Enfocar el diálogo hacia un solo gobierno como su gran norte es un error que no podemos cometer, ahora, mañana, ni nunca. Hemos estado dialogando con el Presidente, con el Parlamento, con ministros, con el mundo del trabajo, con la sociedad.
Recuperar confianzas
Feliú: Un día, allá por el año 86, empezamos a hablar en la Confederación de que no podíamos tener tan mala imagen en la ciudadanía, que el empresariado tenía que ser apreciado por la ciudadanía. Había que hacer un esfuerzo notable para que así fuera, porque la gente no quería a los empresarios, decía que éramos todos unos tramposos, unos ladrones, eso fue siempre. Al empresario se le dice: señor, usted es el creador de riqueza, de ahí parta, como un eslogan, pero la riqueza no se crea porque uno tiene ganas, se crea por una serie de cosas, fundamentalmente por una palabrita: confianza. Esa es la palabra básica de todo el sistema. Si no hay confianza no hay desarrollo, no hay crecimiento, nadie invierte, se mandan a cambiar a otros países
Swett: Más que sensaciones uno debe ver datos. La última Encuesta Bicentenario, hace un mes atrás, cuando se le pregunta a la gente cuáles son las instituciones en que más confía, primero son las Fuerzas Armadas y luego son las empresas. Y también en un hecho muy notable, del 2017 al año 2018 crecimos 9,7 puntos, somos los que más crecimos en confianza. Creo, sinceramente, que la gente se ha ido despertando de las caricaturas. Se da cuenta de que cuando el sector privado anda bien, el empleo anda bien y las remuneraciones andan bien. Otra cosa que creo que ha influido es que los empresarios hemos entendido que hoy día no basta con generar empleo, generar riquezas, sino que tenemos que ser parte de las soluciones que la sociedad, un país entero está demandando.
Swett: Hoy día el empresariado ha entendido que su puerta no termina en la utilidad, sino que su mirada y trabajo termina en la sociedad. Eso también es un cambio importante que ha permitido ir ganando confianzas. Y una tercera razón es que hoy los empresarios estamos enfrentando de cara al país todos los desafíos y problemas que nos impone el país, con humildad, no solamente comunicándonos, sino también dialogando.
Defensa del modelo
Swett: Debiéramos erradicar la palabra modelo del diccionario español. Hay que darles más importancia a las realidades. Cuando se habla de modelo se habla de un modelo, en Chile hay 17 millones de personas con realidades muy distintas y ninguna de esas personas cae en un solo modelo. Hay que aprender, además, de la historia reciente. Antes de la Nueva Mayoría hubo autores de un libro, conozco a varios, gente muy inteligente, que escribieron El otro modelo, donde trataron de poner todas las realidades en un solo modelo. Y qué resultó de eso, en que la implementación de esas ideas en cuatro años de gobierno nos trajeron más informalidad, menos inversión, menos crecimiento y menos bienestar para una sociedad. Tenemos que aprender del pasado, de la historia de la humanidad, que cada vez que ha intentado definir una sociedad en un modelo solo nos ha producido daño. Creo que las discusiones sobre modelos son tremendamente elitistas y dañinas.
Feliú: El mundo demora hoy en día minutos en cambiar. El gran error es querer permanecer estático. Puede ser ilusorio, pero pienso que en Chile no debiera haber ningún pobre. Eso no se condice con la condición que tiene el país. Somos tan pocos. Hace 70 años, Chile era un país pobre, pero hoy día estamos encaminados a ser un país desarrollado.