Susana Gazmuri, historiadora: “El gobierno de Boric y el proceso constituyente abren un nuevo ciclo en la historia del país”
Académica de la UC y doctora en historia, Susana Gazmuri dimensiona los alcances de la llegada a La Moneda del presidente electo: una nueva generación toma el poder, con una renovada agenda de temas, desde la igualdad de género al medio ambiente. Junto al trabajo de la Convención, dice, marca el fin definitivo de la transición.
Gabriel Boric tenía cuatro años cuando Patricio Aylwin recibió la banda presidencial, en 1990. Comenzaba entonces la transición política, un ciclo que profundizó la democratización de la sociedad tras el régimen militar. Treinta años después, convertido en diputado por Magallanes, Boric desplazó a las dos grandes coaliciones que se alternaron en el poder durante las últimas décadas. Y el próximo 11 de marzo, cuando reciba la banda presidencial en el Congreso, pondrá fin definitivamente a la transición.
No es solo un movimiento de piezas: es un golpe al tablero, piensa la historiadora Susana Gazmuri. Doctora en Historia y académica de la UC, coeditora con Iván Jaksic de Historia de los intelectuales y las ideas políticas, para Gazmuri el gobierno de Boric y el trabajo de la Convención Constituyente suponen un remezón tectónico profundo.
“La llegada al poder de Boric es la llegada de una generación nueva, que no solo cuestiona los acuerdos de la transición, sino que representa factores que no estaban considerados en esos acuerdos. Más allá de la crítica al modelo económico, el estilo de Boric, su relación con el mundo feminista, ese lenguaje nuevo de las políticas identitarias, el respeto por esas identidades y la participación que pueden llegar a tener en el gobierno, son signos no solo de un cambio generacional, sino de un cambio de temas, un nuevo ciclo”, afirma.
La historiadora menciona el protagonismo, por ejemplo, de Izkia Siches. “¿Alguien tiene alguna duda de que Izkia va a tener un rol en el nuevo gobierno? En los gobiernos anteriores, la pregunta era ¿cómo hacemos para llenar la cuota de género? Pero esto ya no es una cuestión de cuotas. Este es un espacio que las mujeres, y ojalá las disidencias sexuales también, se ganaron”, observa.
Eventualmente el trabajo de la Convención Constituyente vendría a consolidar los cambios asociados a este nuevo ciclo. “El proceso constituyente va a sepultar definitivamente la Constitución de Pinochet. Y la nueva Constitución va a incorporar estos nuevos temas que no son chilenos nada más: la cuestión de las identidades, la crítica al modelo económico, la consideración por el medio ambiente, que ya no es una cuestión hippie buena onda, es fundamental”.
¿En qué posición quedan los partidos tradicionales, se derrumbaron?
Esas estructuras de poder ya no hacen sentido. Hay temas nuevos y estos son tomados por actores nuevos, y en la derecha también. La derecha está atravesando un tremendo cambio: les fue pésimo a los partidos tradicionales y le fue bien a Kast, que es otro tipo de derecha, más parecida a lo que vemos en Europa, con rasgos de derecha extrema: una defensa del orden, de las tradiciones, pero con muchas exclusiones. Después tuvo que moderar su discurso. Si una de las características de la transición fue la valoración de los expertos en desmedro de los discursos y la ideología, que podríamos representar en el cosismo de Lavín, en la derecha hoy tenemos una reacción: son pocos intelectuales, pero tal vez estén convenciendo a Mario Desbordes de que hay que elaborar un discurso más allá de la pragmática. Veo una relegitimación del discurso y de las ideas políticas, y ahí están Hugo Herrera, Pablo Ortúzar, Josefina Araos, pero sobre todo Herrera, me parece el más consistente. La izquierda siempre ha sido más productiva en términos de pensamiento político, pero también hay un cuestionamiento de que sean los expertos los que tienen que tomar las decisiones. Si es bueno o malo, yo no sé. Pero una de las características de la transición fue el opacamiento del aspecto político de la política, del aspecto contencioso, a favor de acuerdos de expertos. Hoy uno de los grandes temores, más expresado por los que tienen más de 45, es ¿con quién va a gobernar Boric? Es una pregunta preocupante y legítima, pero para esta generación es una pregunta posterior.
¿Y en esta revalorización de la política, identifica ideas nuevas?
Me parece que hay varios Boric, y que el presidente electo no es el mismo que el líder estudiantil y no es el mismo que el diputado. Me parece que Boric es un tipo reflexivo y que tiene un sano pragmatismo, o sea, es capaz de leer el momento político. Es un tipo al que le gusta la política, en el sentido más profundo. La política no existe; la política es un espacio que se inventó para poder tomar decisiones civilizadamente. En ese sentido, creo que Boric es profundamente republicano, no a la Kast, sino en el verdadero sentido republicano. Creo que esta generación tiene por un lado las viejas lecturas que todos hicimos pero también tiene escenarios tan nuevos que están leyendo mucho intelectual joven. Por cierto que se mantienen temas como la desigualdad material, la desigualdad social, que son centrales, y se suman temas nuevos: los derechos de los animales, por ejemplo. ¿Son los animales parte de la comunidad política? Y son preguntas que a esta generación le interesan y para las cuales el pensamiento anterior no tiene respuestas. No sé cuáles son sus ideas nuevas, pero sé cuáles son sus preguntas, y seguramente recurrirán a nuevos intelectuales.
Y en el caso de la derecha, ¿ve renovación de temas? ¿Se está dando en esa reflexión que mencionaba?
O sea, se tiene que dar, y sobre todo porque es súper inquietante que el liberalismo de la derecha resultó ser de un centímetro de espesor. En ninguna otra parte la derecha liberal se aliaba con el candidato nacionalista de la manera en que se aliaron acá, y gente que, no voy a decir nombres, pero gente que uno relacionaría con el mundo liberal-liberal del CEP terminó en el equipo de Kast. ¿Tenemos una derecha liberal o tenemos una derecha neoliberal que cree en el mercado y para la que la cuestión política es una defensa de clase? Yo entiendo la profunda desconfianza que genera Boric y que su equipo político ayudó a alimentar, o sea, la cantidad de errores en los datos cada vez que hablaba de números. Pero creo que la derecha va a tener que mirarse muy bien.
Ahora, tras la elección, rápidamente tomaron distancia de Kast…
Así de pragmática es su actitud, lo que es muy característico de las derechas en general, actitudes pragmáticas y reactivas. La derecha es reaccionaria en el sentido no de que sea a la antigua, sino porque reacciona, como que está jugando al frontón permanentemente en lugar de ser propositiva. Lo más interesante de la derecha en este minuto es el IES, porque está tratando de no ser una fuerza reactiva ni reaccionaria, sino de hacer una nueva propuesta que tenga sentido políticamente, que pueda actuar en este nuevo ciclo. Evópoli no tiene una idea que no haya tenido la Patrulla Juvenil de Renovación Nacional en los 90.
En este escenario de cambios la derecha tiene un desafío importante entonces
Y también tiene una oportunidad. Creo que sería un error, por lo menos como historiadora o cientista social -y ha sido un error político de todos los sectores, de derecha e izquierda- pensar que tienen la interpretación correcta de lo que sea que empezó el 2019. Primero se leyó como la fuerza de la calle; se ganó el plebiscito, pero después vino un coletazo, y yo creo que esos coletazos y esa sorpresa permanente es porque lo que sea que pasó sigue pasando, o sea, no ha terminado. Y las lecturas simples y triunfalistas de lado y lado no sirven. O sea, primero la lectura de la izquierda de que la gente quiere cambios y que Chile cambió. Y la lectura de la derecha después de primera vuelta: la gente quiere orden. Sí, las dos cosas son ciertas. Hay que tomar un poquito de distancia y tratar de ver qué es lo que se está moviendo en la profundidad. Yo creo que muchos queremos cambios relevantes, queremos que el planeta no colapse. Queremos que nuestros hijos y nuestras hijas puedan tener más libertad en términos de definir su identidad. Pero también queremos llegar a la pega a la hora; es una cuestión de equilibrio. Y en lo que no creo es que haya un impulso revolucionario en el país en este momento. Todo lo que pasó el último año nos demuestra que esa lectura no es la correcta.
¿Aún cuando las tensiones que reveló 2019 siguen ahí?
Sí, por supuesto. Pero creo si hay una continuidad de largo tiempo en la historia política chilena, es que las soluciones revolucionarias tienden a fracasar, por las razones que tú quieras, porque las reprime la elite o lo que sea. El hecho es que tienden a tener muy corto aliento, y el camino de la reforma, de la negociación, parece ser el que prefieren las diversas generaciones de chilenos. Y claro, tú puedes aceptar una condena moral, como la condena de los autoflagelantes de la transición, que a mí me parece bastante inútil. Esta especie de juicio ético normativo sobre cómo se dieron los procesos es importante, pero no puede ser paralizante, ahí se comete un error.
¿Este nuevo gobierno podría tener proyección en el tiempo como los gobiernos de la Concertación?
Eso es lo que hace que sea un nuevo ciclo. Sí, y espero por el país que sigan creyendo en la democracia como el espacio en que se cede, se negocia y se arman alianzas. Y veo esa voluntad en Boric y en el equipo que lo acompaña, incluso en Camila Vallejo, que tantas veces apareció tan dura, muy ordenada con el partido, ahora la veo más flexible. Creo que si ese pragmatismo logra imponerse y eso significa disminuir de alguna manera los niveles de injusticia y precariedad, lo más doloroso me parece a mí de la realidad chilena es el nivel de precariedad de la clase media y de la gente con menos recursos, puede tener proyección. ¿Qué es dignidad? Acostarte sabiendo que mañana tienes qué comer, que tu hijos están calentitos y que van a tener educación, ¿no es cierto? Una educación que les permita tomar decisiones libres. Ya eso es la dignidad. Y el sistema político chileno y económico le da esa libertad a muy poquita gente. Si el nuevo gobierno se enfoca en estos objetivos, y deja de condenar las transacciones que son propias de la democracia y de la política, podría efectivamente transformarse en una fuerza con proyección de futuro.
En este contexto juega un rol fundamental la Convención. ¿Qué le parece cómo ha funcionado?
Yo nunca he mirado con sospecha a la Convención, ni he sido una crítica a priori. Todo lo que ocurrió en torno a la instalación, que fue tan criticado, me parece que correspondía al momento performativo, tenía que ocurrir y no decía nada sobre el funcionamiento futuro de la Convención. Una vez que se logra ordenar, la gente tiene que conversar, y tiene una cuestión bien virtuosa, yo la comparo con la democracia ateniense. En Grecia había una institución súper importante que se llamaba el Consejo de los 500, quinientas personas conversando, haciendo propuestas a la Asamblea. La gracia es que esas 500 personas llegaban por sorteo desde distintas partes del Ática: de la costa, del campo, de la ciudad. Y eso significaba que había una transacción de diversos conocimientos. El Consejo proponía medidas y la Asamblea las discutía. Si querían construir un puerto nuevo había que escuchar al señor que sabía hacer barcos o conocía de puertos, y el campesino aprendía algo que no sabía antes. Creo que la convivencia en la Convención los obliga a escucharse. Somos animales sociales, y el hecho de sentarse, convivir, tomar café, almorzar, fuerza ciertas conversaciones. Y en ese sentido la Convención se puede comparar con el Consejo, y más allá de los prejuicios, hay una pragmática. O sea, a la Tere Marinovic le puede dar lata escuchar a la machi Linconao, pero está fregada, tiene que escucharla. Y tiene que ser consciente de lo que le cuesta a la machi hablar en español. En todas partes hay gente que es más cerrada o más extrema, pero en la Convención son un montón de personas. Y en esa variedad hasta ahora han demostrado que son capaces de funcionar. Incluso durante la votación de la nueva mesa, finalmente nadie se retiró de la sala. Estuvieron poco dispuestos a ceder, pero siguieron hasta que lo lograron. Y es propio de los sistemas más participativos esta dificultad para llegar a consensos, no es ningún escándalo. Por otro lado, los convencionales tienen un cierto sentido de su lugar en la historia, saben que lo peor que puede pasar es que el plebiscito de salida sea No, y eso pone una presión extra para llegar a acuerdos. ¿Va a ser una buena o mala Constitución? No lo sé. Pero creo que hay buenos incentivos para que hagan un texto que pueda ganar. Y evidentemente, el proceso constituyente más las nuevas fuerzas políticas marcan, creo yo, el fin del antiguo ciclo político.
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