Este artículo es parte de la edición especial Reportajes 2018: ¿En que creer?

"El tema lo conversamos siempre entre amigos. Creo que se habla en cualquier grupo de carabineros. Yo, en particular, lo hablé hace una semana con algunos compañeros de mi generación, que este año cumplieron 30 años de servicio y pasaron a retiro. El tema nos duele. ¿Por qué la institución pasó a estar tan desprestigiada? ¿Cómo se hace para recuperar la confianza de la ciudadanía después del megafraude, de la Operación Huracán y la muerte de Camilo Catrillanca?

Les digo que hay que hacer una revisión interna en la institución. Esto va a requerir un trabajo en todo el territorio. Para eso tiene que aclararse todo. La única manera es la transparencia. Que caiga quien se tenga que caer nomás.

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Empecé a trabajar el 1 de junio de 1988. Mi papá era carabinero y no quería que siguiera sus pasos. Me decía que era un oficio mal pagado. A él apenas le alcanzaba para mantener a sus cuatro hijos. Intenté estudiar Programación, pero no me acostumbré. No podía ver a mis compañeros fumando afuera del instituto o con el pelo largo. Siempre me gustó el orden.

Hablé con mi abuelito y me apoyó. Mi papá también entendió que era mi vocación. Entonces postulé y pude entrar a la escuela que estaba en Cerrillos. Nos prepararon durante un tiempo con una exigencia física muy alta. Se supone que nos estaban preparando para un posible conflicto bélico.

Mi primer día fue en una comisaría de Maipú. Faltaban cuatro meses para el plebiscito que decidiría si se quedaba Pinochet o volvíamos a la democracia. Los antiguos se lamentaban por nosotros, los nuevos cadetes. Nos decían que teníamos mala suerte, que todo iba a volver a ser como antes, cuando Carabineros no era respetado.

Por esos días nos juntamos los más jóvenes. Teníamos miedo del resultado del plebiscito. Decidimos seguir adelante para ver qué nos deparaba el destino.

Me acuerdo que me gritaban cada cosa en la calle. Palabras irrepetibles. La gente me trataba de asesino y se acordaban de mi madre. Yo me quedaba callado. Sabía que le estaban gritando a la institución y no a la persona. No me podría imaginar que le decían esas cosas a un niño de 18 años que recién estaba saliendo del cascarón.

La transición que hizo Patricio Aylwin fue buena. Seguimos trabajando en la prevención del delito. La diferencia es que nos empezamos a acercar más a la comunidad. Hablamos con gente que antes no nos hubiesen recibido. Juntas de vecinos, sindicatos y personas de poblaciones. Empezamos a hacer cosas más cívicas.

Me acuerdo que una vez sorprendí a un joven fumando marihuana. En vez de llevarlo detenido me puse a hablar con su papá. Me agradeció por no detenerlo y le dije que no pasaba nada, que su hijo era un consumidor y no un traficante. Me regaló un libro japonés. Hablaba sobre una persona que era muy sabia. Antes teníamos ese rol.

Nos hicimos cercanos a la comunidad. Antes nos miraban con reticencia, la gente sabía que no nos podían gritar ni faltar el respeto. Con el gobierno militar éramos mirados con temor.

Nosotros luchamos por años para ser la institución que más confianza daba a los chilenos. Esa era la misión. Nos daba orgullo saber que eso era así.

Ahora que pasé a retiro estoy mirando todo desde afuera. Tengo rabia acumulada. Siento que fui engañado. Estoy hablando específicamente del megafraude de Carabineros. Lo que me inculcaron todos los días fue transgredido por esos oficiales.

Los mismos que eran instructores no respetaron esos valores. Siento rabia, porque toda nuestra generación, que cumplió honrosamente su misión, se siente tocada por estas situaciones.

Fue parte de nuestro trasnochar, de dejar la familia y de hacer sacrificios. La misión siempre fue tener a Carabineros como un pilar. Y eso no fue respetado por algunos.

Con pocos hicimos mucho. Si teníamos que pintar la comisaría, íbamos a una ferretería y nos prestaban la pintura. Fuimos a pedir neumáticos a vulcanizaciones, porque no teníamos para los autos. Por eso duele el megafraude en Carabineros. Nos decían que no había dinero.

Se ha perdido el respeto por las policías. Por culpa de nosotros. Por todas las cosas que han salido a la luz en este tiempo.

Estando retirado uno escucha más que antes. Uno escucha muchos comentarios de personas que no saben que fui funcionario. Obviamente se descargan con rabia contra Carabineros. De todas maneras, lo que más he escuchado es el lamento por la situación que vive la institución.

También hay personas que estaban súper orgullosas de las policías. Recordaban cómo era antes. Esa que estaba siempre en el primer lugar, que te brindaba el apoyo.

No digo que ahora no se haga. Pero la gente recuerda lo de antaño.

Parece que los funcionarios también han ido decayendo por nuestras propias actitudes. Las irresponsabilidades personales. Lo veo así. Cuando tienes un trabajo, tú sabes todo lo que debes hacer. Si soy un funcionario policial tengo que respetar las leyes más que una persona común. Cuando entré siempre me dijeron: "Toda la gente va a saber que eres carabinero, así que tienes que cumplir con la ley más que los demás".

Eso me fue quedando de todos mis instructores.

Ahora veo a carabineros nuevos que se meten en cosas que no deberían. No sé si son muy inmaduros o hay problemas en su formación. Parece que se fue olvidando ese rigor.

En el asesinato de Camilo Catrillanca hay responsabilidades que son personales. Nosotros recibimos instrucciones para salir todos los días y actuar bajo presión. Ahora son todos generales después de la guerra. Fue un procedimiento que tuvo un mal final y que ha acarreado muchos problemas a la imagen institucional y a la credibilidad. Si hubo ocultamiento de evidencia hay que asumir esa responsabilidad.

Cuando pasan estas cosas se pierden las confianzas. No es un actuar que sea parte de tu formación como carabinero. Uno siempre debe ir con la verdad por delante.

No he visto tanta rabia en contra de nosotros, pero sí he percibido que no hay respeto por todo lo que ha pasado. En las marchas se ve mucha violencia. Estamos acostumbrados a que nos saquen la madre, a que nos insulten.

Siempre digo que Carabineros cumple su misión nomás. Somos personas y cada uno trata de hacerlo de la mejor forma posible.

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Estos 30 años de servicio fueron muy buenos. Empecé en Maipú en distintas unidades policiales. Estuve en Fuerzas Especiales, en la Escuela de Suboficiales y en el Labocar. Cumplí labores en Punta Arenas y en Temuco.

Cuando entré me dijeron que iba a ir cumpliendo etapas. Me pude especializar y ser profesional en un área que había elegido. Eso no me lo imaginé cuando entré a la escuela. Ha sido una institución que quiero mucho, porque me ayudó a desarrollarme como funcionario. Uno siempre tiene altos y bajos. Tragos amargos. Pero, en resumen, se cumplieron mis expectativas personales.

Por eso es que a Carabineros siempre lo voy a defender. Son las personas que conforman la institución con las que tengo problemas. Muchas veces sus pensamientos no son acordes a lo que estamos viviendo. Falta un grado de humildad para reconocer los errores que se han cometido. Pero rabia con Carabineros no tengo". R