"Es otra noche más de caminar / Es otro fin de mes sin novedad".
La noche del lunes 28 de enero pasado parecía ser otra noche más para Guarequena Gutiérrez (35). No lo era.
Cerca de las 22 horas entró una llamada vía WhatsApp a su celular. Era un parlamentario que la intentaba contactar desde Venezuela.
"¡Ho…!"
"¡Hol…!".
La llamada se caía. Gutiérrez -que en ese entonces trabajaba como licitadora en una empresa en Renca- solo pensaba que tenía que acostarse pronto, que tenía que levantarse temprano, que tenía que tomar el Metro, pero la Línea 1, que no se podía equivocar, que debía seguir en dirección San Pablo y bajarse en San Pablo, y ahí tenía que tomar el bus de acercamiento.
Llegó el martes 29 y la mañana transcurría con normalidad. Eso hasta las 11.30, cuando la llamada desde Venezuela por fin entró.
"¡Embajadora!".
-Y yo así como que…, pensé que era como embajadora de Venezuela, pero no titular. Sino como que todos somos embajadores. Ahí me explicaron que mi currículum lo tenía el presidente Juan Guaidó y que me podían nombrar embajadora -dice hoy.
Ese mismo martes 29 le escribió un contacto desconocido vía WhatsApp. Un número de un tal +58, el código de Venezuela.
Número desconocido: "Embajadora, ¿cómo está?".
Guarequena: "¿Quién es?".
Número desconocido: "Juan Guaidó".
Pensó que era una broma.
-Yo pensaba "sí, ajá, está bien, claro, Juan Guaidó". Pero enseguida le mandé el contacto del número desconocido a una persona del partido. Le pregunté si era el número del presidente. Me dijo que sí, que ese era. Entonces ahí le escribí de nuevo.
Guarequena: "Presidente, ¿cómo está?".
***
Récord. Guarequena Gutiérrez cuenta que era en esa tienda, y solo cuando se sacaba un 20 -un 7, en escala de notas chilena-, donde su madre le compraba algún disco. Así llegó a sus manos la música de una banda de rock chilena que con sus canciones hacía crítica social.
-Lo único que conocía de Chile eran Los Prisioneros.
A la abogada y técnico en administración, que había sido reconocida como nueva representante diplomática de la Asamblea Nacional de Venezuela en Chile por el Presidente Sebastián Piñera, un gobierno de derecha, le gustaba -le gusta- la música de un grupo que creó himnos de rebelión contra el régimen de Augusto Pinochet.
-La gente cree que soy de derecha, pero no. Yo soy socialdemócrata. Las letras de Los Prisioneros son todas contra la dictadura y nosotros condenamos la dictadura. Acá en Chile dicen "gobierno militar". En mi casa siempre se dijo "dictadura", fuese de derecha o izquierda, pero dictadura.
Eso es lo primero que tiene que explicar Gutiérrez. Lo segundo es su nombre.
-Mi nombre es Guarequena. No Guasaquena, ni Guasacaca, ni Guasimaya. Es Guarequena.
-¿Guaque qué?
-Guarequena. Mi papá les puso a mis hermanas mayores nombres compuestos, con sílabas elegidas al azar. Mi mamá le dijo que no quería que yo me llamara así. Entonces él dijo "pues bueno, un nombre indígena". Los guaraquenas son una etnia indígena que están en peligro de extinción. Y viven en el Amazonas.
Cuando Guarequena Gutiérrez habla sobre su infancia recuerda tres cosas.
Primero, un televisor que funcionaba media hora y luego se volvía a dañar.
Luego, el Amazonas. Fue allí, a 20 kilómetros de Puerto Ayacucho, a orillas del río Orinoco, donde Guarequena y sus ocho hermanos crecieron. En medio de la selva, aprendieron a andar en bicicleta, a leer y a jugar. Pero, primero, aprendieron a nadar. Antes incluso que caminar.
Su tercer recuerdo es la política. Su padre, José Bernabé Gutiérrez, fue gobernador del estado de Amazonas entre 1995 y 2001. En las últimas elecciones para gobernador de 2017, ella recorrió la zona completa haciendo campaña junto a su padre.
Pero la vida política de la hoy representante de Guaidó en Chile, más allá de la herencia, comenzó cuando estudiaba en la Universidad de Carabobo. Estuvo ligada a casi todas las instancias del partido Acción Democrática. Y en 2007, cuando Hugo Chávez, propuso reformar la Constitución, se levantó el movimiento universitario. En la llamada "generación 2007", Guarequena Gutiérrez conoció a Juan Guaidó.
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Guarequena Gutiérrez junto a su padre.[/caption]
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"Mis amigos se quedaron igual que tú / Este año se les acabaron los juegos, los 12 juegos".
Guarequena Gutiérrez está afuera del Departamento de Extranjería y Migración. No pasa desapercibida. Tampoco lo hizo hace poco más de una semana, cuando los flashes la captaron en la pasada cuenta pública del Presidente Sebastián Piñera, quien la reconoció como representante de Venezuela. Rubia, de ojos azules, curvilínea, de estatura media. Parada con una postura imponente, destaca aún más por el sencillo vestuario de hoy. De arriba hacia abajo: una chaqueta gris que lleva un pin con la bandera de Venezuela y el escudo, una polera azul, unos pantalones a tono. Sin embargo, la atención de la venezolana está hoy en sus zapatos. De taco alto y rojos, que dan un look simple, pero perfecto. Casi perfecto.
Después de mirar el cielo nublado, dice:
-Tengo frío.
Alrededor de Guarequena Gutiérrez, por Matucana 1223, en Estación Central, hay inmigrantes de todos los países. También hay venezolanos. El ambiente, al contrario de los tequeños y las arepas que se cocinan en un carrito ubicado en la misma vereda, es de desazón. Es jueves y, al parecer, fueron pocos los que vieron el aviso. "Informativo: por necesidad del servicio, el día jueves 6 de junio se atenderá hasta las 13.15 horas".
Son las 13.45. Varios se devuelven con hastío. Habrá que esperar otro día más para ver trámites de visas, pedir residencia permanente o retirar cualquier otro documento. Y el boom de los documentos es también el boom de los venezolanos. Al día de hoy, y según las cifras que maneja el equipo de Gutiérrez, hay 288.000 venezolanos en Chile.
La mayoría de ellos ha viajado a Chile en avión. Casi todos los vuelos entre Caracas y Santiago tienen escala. La escala es, generalmente, en Panamá.
Ese mismo viaje fue el que emprendió Guarequena Gutiérrez en septiembre del año pasado. En el Aeropuerto Simón Bolívar, en Caracas, la venezolana, como la gran mayoría de los inmigrantes, se despidió de su familia.
Pero antes ya había dejado a su pareja. Esa decisión la había tomado en octubre de 2017.
Fue durante un desayuno que Gutiérrez, por fin, lo dijo.
-Hay que irse, no podemos seguir aquí viendo cómo sobrevivimos.
Su pareja le propuso que vieran cómo les iba el 2018. Y les fue mal.
A pesar de tener un cargo importante en la Asamblea Nacional de Venezuela, donde era directora de administración y finanzas, Guarequena lo grafica así: "Mi sueldo era un kilo de jamón". No podía "hacerle el servicio al carro", ni siquiera comprarle aceite. Ir al médico era un lujo. Después de gastarse sus ahorros, lo decidió.
-Yo vi que mi pareja no se quería ir, y yo sí me tenía que ir, por un tema de sobrevivencia. Nos separamos. Yo me vine, él se quedó, cada uno siguió su rumbo. Eso es el reflejo de Venezuela. Cómo se van destruyendo los vínculos, las relaciones. Mucha gente piensa "me quiero ir", otros no se van a pesar de que sí quieren, otros no se quieren ir y se quedan. Todos mis amigos están fuera de Venezuela y han salido por la crisis. La dictadura rompió esos vínculos -dice Gutiérrez.
Fue entonces que dejó su trabajo en la Asamblea Nacional -cargo que aún ostenta, con un permiso especial no remunerado- y se vino a Chile en medio de la incertidumbre.
El 25 de septiembre, después de un poco más de ocho horas de viaje, Guarequena Gutiérrez había salido de Venezuela.
Apenas llegó, una prima le dijo que había un "tigre", un "pituto", disponible. Era un puesto en una empresa de Renca, a cargo de las licitaciones de ChileCompra.
Pero la libertad, luego de recorrer 6.199 kilómetros, quedó en el olvido cuando la venezolana se vio atrapada en una fila. La fila.
El ciclo se repite una y otra vez, todas las mañanas. En la oficina de la PDI que está en Eleuterio Ramírez 852, la fila es larga. Comienza a formarse alrededor de las 2 de la mañana. A esa hora, los inmigrantes llenan todas las veredas. Las de Eleuterio Ramírez, Serrano, Cóndor y San Francisco. En el ambiente se respira el olor a frituras, a chicharrones peruanos y a arepas venezolanas. A medida que la fila avanza hacia atrás, las expresiones y los rasgos faciales van cambiando. Hay cansancio, hay frío, hay resignación. Hay peruanos, colombianos, haitianos, venezolanos. Y también hay ofertas, como la que le hicieron a Guarequena Gutiérrez.
Días después de llegar a Chile, partió a las 2.30 am a la PDI y la fila ya era larga.
-Lo primero que pensé fue "pues yo salí de Venezuela, donde hay cola para todo, y llego a Chile a hacer fila".
Aunque podría haberse evitado el trámite. "Por 10 lucas avanza 40 puestos", le ofrecieron. Dijo que no. No iba a, dice, "mojarle la mano" a alguien para conseguir lo que le correspondía por derecho. Hizo la "cola" como ella le llama, y salió casi 12 horas después.
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Junto a su madre y su abuela materna[/caption]
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"Bajo los zapatos / Barro más cemento / El futuro no es ninguno / De los prometidos en los 12 juegos".
La embajada de Venezuela en Chile está en plena Providencia, a pasos del Metro Inés de Suárez. Guarequena Gutiérrez no conoce ese edificio. Tampoco ha hablado con el actual embajador de Venezuela, Arévalo Méndez.
-Al principio hablé con la cónsul. Le mandé mensajes para conversar, si quería apoyar al presidente Guaidó, ya ratificado en su cargo. No hubo respuesta -dice Gutiérrez.
Como un presidente sin sede de gobierno o un rey sin castillo, Guarequena Gutiérrez no tiene sede de atención al público. Desde febrero que buscan un lugar para establecerse. Al menos tienen la "embajada virtual": solucionan dudas a través del teléfono o vía redes sociales.
Sentada en un café de Las Condes, antes de una de las 30 reuniones que ya ha tenido en distintas embajadas de Chile, Guarequena mira por la ventana y apunta a la vereda. O a la cuneta, como dice ella.
-O atendemos ahí. Nos juntamos en algún café o en las oficinas de las personas que requieren ayuda. O simplemente en la calle, no hay de otra forma -dice Gutiérrez.
Con ella trabaja un equipo de ocho personas. ¿Cómo funcionan sin sede ni presupuesto? A pulso, dice Gutiérrez. Su trabajo en la Asamblea Nacional es sin goce de sueldo y el trabajo que tenía en Renca era incompatible con la tarea de embajadora, así que lo dejó. Ella y su equipo se mantienen gracias a aportes de chilenos, venezolanos y sus familias.
La falta de sede física, eso sí, no ha impedido que Gutiérrez mantenga relaciones con varios políticos. ¿Con quién habla en Chile? El diputado Issa Kort, los senadores Felipe Kast y Francisco Chahuán, el presidente del PPD, Heraldo Muñoz, y el ministro Nicolás Monckeberg están en la lista.
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Guarequena Gutiérrez en una marcha en Venezuela[/caption]
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"Hey, conozco unos cuentos / Sobre el futuro / Hey, el tiempo en que los aprendí / Fue más seguro".
-¿Qué es ser venezolana en Chile?
-Es estar en un país donde queremos construir oportunidades para los migrantes.
-¿Y con eso quedarse en el país?
-No, no tengo idea de plantar raíces acá. No me veo en un lugar que no sea Venezuela. Acá vine a hacer patria.
Guarequena Gutiérrez dice que se puede visualizar de aquí a los 60 años. Piensa que va a estar en Caracas. Porque extraña el clima, porque extraña el habla. Porque cuando ve el cerro San Cristóbal, le recuerda el cerro El Ávila. Porque allá, en Venezuela, quedaron sus cinco hermanos. Quedó su padre, de quien se trajo un pañuelo blanco con sus iniciales, para recordarlo y sentirlo menos lejos.
Por un par de minutos, Guarequena Gutiérrez viaja mentalmente a Venezuela. Entonces, recuerda su canción favorita.
-Es una canción de Los Prisioneros que me encanta, que a veces hasta lloro.
"Únanse al baile de los que sobran / Nadie nos va a echar de más / Nadie nos quiso ayudar de verdad".
-El baile de los que sobran. Esa es la canción. Esa, esa. La letra de Los Prisioneros suena a falta de inclusión.
Guarequena Gutiérrez, una embajadora sin embajada, una venezolana sin país, suspira y dice casi con resignación:
-Los que no pensamos igual en Venezuela, nos tenemos…
Gutiérrez, que parece haberse quedado mentalmente en Venezuela, reformula:
-Nos tuvimos que ir.