Es la voz de alguien que siempre está sospechando. Que desconfía. Que ha vivido los últimos años entre la paranoia y el miedo. Pero este miedo y esta paranoia y esta desconfianza, en el caso de los habitantes de Ciudad Juárez, en México, son de verdad. Porque han visto mucho. Seguramente más de lo que quisieran. Al menos han escuchado. Los balazos, los gritos, las persecuciones en automóviles, las amenazas, los enfrentamientos entre los carteles y la policía.

Por eso la voz de muchos de ellos es ésa: la de la desconfianza, la que siempre está sospechando; la voz de alguien que sabe que la muerte no es algo tan lejano.  Que está ahí, en la calle, en una discoteca, en una gasolinera.

Pero luego de unos minutos, cuando empieza a surgir la confianza, la voz se vuelve cálida, porque dicen que así son los juarenses: personas tranquilas, alegres, acogedoras, y que desde hace unos meses han visto que los índices de violencia en la ciudad han comenzado a descender en comparación con los años anteriores.

Así, dos datos concretos: el primero es que en 2011 hubo 1.974 asesinatos, cifra inferior a los 3.115 ocurridos en 2010. Es decir, una disminución del 36%. Y lo segundo: después de tres años consecutivos de ser considerada la ciudad más peligrosa del mundo -según la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal-, en 2011 descendió al segundo lugar, tras San Pedro Sula, de Honduras.

No se ha acabado la violencia en Ciudad Juárez. Pero cuando le preguntas a algún juarense si siente que la ciudad está más tranquila, inmediatamente te dice sí y luego agrega: de a poco todo está volviendo a la normalidad.

Y esa normalidad se ve en el comercio, en el turismo y, después de unos minutos, también se comienza a apreciar en la voz de quien te habla.

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-Creo que evidentemente el descenso en los asesinatos se debe, en lo fundamental, a que en Ciudad Juárez decidieron aplicar la ley y empezar a castigar los homicidios -explica José Antonio Ortega, 61 años, abogado y presidente de la ONG Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.

Y luego da otro dato:

-De los asesinatos ocurridos en 2010, sólo hubo 32 sentencias condenatorias. Es decir, una tasa de condena menor al 1%. En 2011 aumentaron las sentencias condenatorias porque empezaron a perseguir a los culpables y a aclarar los homicidios.

La lucha por el territorio entre los carteles de Sinaloa y de Juárez ha sido, según las autoridades, la gran culpable del aumento de la violencia en la ciudad.  Esa lucha, claro, está circunscrita dentro de un problema más grande -el narcotráfico en México- y que explotó en 2006, cuando Felipe Calderón asumió la presidencia y decidió desatar una guerra frontal contra el narcotráfico.

Esa guerra se trasladó a Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos. Y aumentaron los asesinatos, los secuestros, las extorsiones, convirtiéndose en algo habitual, en algo que le podía ocurrir a cualquiera, porque ya no sólo morían narcotraficantes o policías, sino que comenzaron a morir civiles.  Como ocurrió hace casi 2 años, el 31 de enero de 2010, cuando alrededor de 60 jóvenes celebraban una fiesta y llegaron unos sicarios y dispararon a quemarropa, matando a 18 personas, en un hecho conocido como la Masacre de Villas de Salvárcar.

Así: bajarse de una camioneta y disparar. Como en una guerra.
En marzo de 2011 asumió como jefe de la policía municipal Julián Leyzaola, quien venía de reducir los índices de violencia en Tijuana y quien comenzó a recibir amenazas  a un par de días de asumir. Y esas amenazas continúan, sobre todo porque varios lo apuntan como uno de los responsables de que la ciudad esté volviendo a la normalidad.

-El principal factor es que hemos logrado coordinar a los poderes estatales, federales y municipales para combatir este problema. Y la llegada de Leyzaola ha sido muy importante en todo esto, porque ha dado experiencia -dice Héctor Murguía, alcalde de Ciudad Juárez, quien ya había ejercido este puesto entre 2004 y 2007, y hoy está  en su segundo periodo hasta 2013.

-Yo también me sé defender. Yo sé tirar y tiro muy bien, siempre apunto a la cabeza. Si no mato, pues dejo loco -dijo Leyzaola a CNN México a los meses de asumir. Si bien se habla de que tiene un carácter fuerte, los resultados le siguen favoreciendo. Aunque no puede estar tranquilo en ningún minuto. De hecho, hace años que ya no vive con su familia por razones de seguridad. Las últimas amenazas ocurrieron hace unas semanas, a través de mensajes repartidos en la ciudad. Además de amenazas de muerte, un mensaje decía que matarían un policía por día. Y durante enero ya iban 8 policías asesinados por narcotraficantes. Por eso el alcalde Murguía informó, esta semana, que los uniformados se acuartelarán, es decir, dormirán en hoteles que están cerca de las estaciones de policía, los cuales estarán vigilados por agentes estatales.

Es la violencia del día a día que aún no desaparece por completo. Pero no es lo único.