El guardaespaldas
Arturo Urrutia es la "sombra" del presidente Piñera. Le sigue cada uno de sus pasos, le cuida su imagen y lo protege en todas sus actividades. Es el jefe del Grupo Escolta Presidencial conformado por 120 oficiales, que incluso se disfrazan para blindar al mandatario. No es un desconocido en palacio: Urrutia también fue el jefe de seguridad de Ricardo Lagos. <br>
"No lo pierdas de vista", le dijo su jefe. El hombre escuchó atento la instrucción. Luego, cubrió su cabeza con una chupalla, se puso un colorido poncho, botas y espuelas. Tomó un vaso de plástico y, en pocos minutos, se perdió entre la multitud que el 14 de septiembre pasado asistió a la inauguración de la fonda oficial en el Parque O'Higgins. Nadie se enteró que aquel hombre era un carabinero encubierto que entre sus ropas guardaba una pistola 9 mm cargada. Ni que una disimulada "muela" lo mantenía en contacto con el "Escolta 1", su jefe: el coronel Arturo Urrutia.
Este hombre de 48 años es la cabeza del Grupo Escolta Presidencial (GEP), tiene a su cargo a unos 120 oficiales y es la persona que sigue los pasos del presidente. Por eso, al ver que Sebastián Piñera comenzaba a bailar “La Consentida”, se ubicó a sus espaldas para observarlo de cerca. De pronto, un sujeto de la multitud se aproximó al presidente y le tocó fuertemente la mano. Urrutia actuó de inmediato: disimuladamente tomó al sujeto por el codo, lo separó del presidente, y con su mano derecha apretó la de aquel hombre. Entonces, como dice en su jerga, lo “neutralizó”.
De eso nadie se enteró. Porque para Urrutia la seguridad del “protegido” debe ser tan eficiente como invisible. De hecho, en la inauguración de las fiestas patrias, además del “huaso” había varios de sus hombres mimetizados con el entorno: carabineros vestidos de civil, y otros caracterizados de vendedores de empanadas y anticuchos. Su idea es estar siempre cerca del presidente, siendo imperceptible incluso a ojos del mandatario. Tanto, que en más de una ocasión Piñera los ha saludado creyendo que son parte de la multitud.
Pese al sigilo que caracteriza su trabajo, el Káiser -como le dicen en palacio- no pasa desapercibido. Mide 1,80, es experto en defensa personal, y es conocido por su impecable presencia: su corto pelo está siempre muy peinado, suele vestir un traje azul marino, anteojos oscuros y, dentro de su bolso, nunca falta un perfume Burberry. También es “famoso” por sus chistes. “Combina un estilo relajado, sin dejar de lado la rigurosidad marcial”, cuenta Jorge Alessandri, subdirector de Programación.
Es la sombra de Piñera. Lo acompaña en sus viajes, eventos y almuerzos. Cuando el presidente va a un restaurant, Urrutia revisa el lugar, luego se sienta, mesa por medio, y lo mira todo el tiempo. Si el mandatario se desplaza por la calle, él sigue sus espaldas; y cuando el jefe de Estado hace recorridos dentro del Ford Galaxy descapotable, el coronel lo acompaña a pie.
La semana pasada, durante la III Cumbre América del Sur, en Perú, Urrutia se ubicó en el backstage de la ceremonia, a dos metros de Piñera. Su posición era privilegiada: ni el agente de seguridad del país anfitrión estaba ahí. Eso, ha dicho él a su entorno, se logra con buenos contactos: Urrutia es cercano al escolta de Barack Obama, al de Argentina y al de México. Con todos ha sostenido reuniones donde comparten experiencias, la última fue durante el G20, en México. “Para acceder al protegido, existen restricciones, pero hay que agotar todos los medios. El Poder de las Relaciones sirve”, insiste a su equipo. De hecho, ése es el libro que tiene en el escritorio de su oficina.
En 1999 Urrutia aterrizó en La Moneda, primero como oficial de Eduardo Frei y luego como jefe del GEP de Ricardo Lagos. Con él no ha perdido contacto: el ex mandatario fue el primero en felicitarlo cuando lo designaron para el gobierno de Piñera.
Varios lo llaman “el Guardaespaldas”, aludiendo a la película que protagonizó Kevin Costner en los 90. Otros lo comparan con Nick Trotta, el agente del servicio secreto de George Bush, que en Chile se hizo conocido el 2004 cuando intentaron dejarlo fuera de la comida de gala de APEC, en la Estación Mapocho. El hombre fue “rescatado” por el propio Bush, quien finalmente logró que entrara al evento. “Al igual que Trotta, Urrutia es imprescindible para Piñera”, dice Alessandri.
“El sentido de la Urgencia”
Aunque su profesión es asunto de familia -su hermana es general en retiro; su hijo, aspirante a oficial; y su mujer, teniente de Carabineros-, Urrutia no siempre quiso seguir esta carrera. De hecho, en 1981, tras egresar del Instituto Nacional, entró a Ingeniería en Mecánica en la Universidad de Talca, hasta que en 1985 ingresó a la Escuela de Carabineros.
Sólo 14 años más tarde aterrizó en La Moneda, primero como oficial del ex presidente Eduardo Frei y luego como jefe del GEP de Ricardo Lagos. Con él no ha perdido el contacto: el ex mandatario fue el primero en felicitarlo cuando lo designaron para el gobierno de Piñera.
A éste lo conoció durante la campaña presidencial de 2009, cuando Urrutia era jefe de la Unidad de Protección de Personas Importantes (PPI), a cargo de la seguridad de los candidatos. “Piñera era el más complejo porque al principio eludía el protocolo y la seguridad”, dicen cercanos. Por eso, en abril del 2010, cuando el ex general director de Carabineros Eduardo Gordon lo designó a cargo del GEP luego de que su antecesor, el coronel Pedro Ortiz, fuera removido de su cargo, supo “a qué atenerse”.
La primera instrucción que entregó a su equipo fue leer El sentido de la urgencia, de John Kotter. “El coronel comprendió la personalidad de Piñera y la rapidez con que le gusta que se hagan las cosas”, afirman sus cercanos.
En este oficio la destreza física es clave. Los hombres de Urrutia, tenientes o coroneles, llegaron a palacio luego de aprobar un curso para conducir en condiciones adversas, técnicas de defensa personal y normas de protocolo. Una vez por semana, además, se refugian en Curacaví para ensayar distintas técnicas, como identificar a un sospechoso a primera mirada, subir a un “protegido” en tiempo récord a un auto y disparar en movimiento. Además de estar encargado del presidente, Urrutia dirige al equipo de seguridad que protege a la primera dama, sus hijas, Magdalena y Cecilia; el ministro del Interior; y a los 4 ex mandatarios.
La regla y el lápiz Bic
A las 8 de la mañana un auto de la escolta lo traslada a la casa del presidente. En el camino, se comunica con él a través de mensajes y mails, hasta que cerca de las 8:30 ingresa a su residencia y lo espera con las puertas del Toyota Lexus gris abiertas: él se instala en el puesto del copiloto y Piñera atrás. Como los vidrios son polarizados, sólo los 12 carabineros que integran su escolta directa saben si Piñera va dentro.
Camino a La Moneda, su auto es seguido por cuatro motos que son parte de su comitiva y que se encargan de que la vía esté expedita. Tras ellos, los siguen dos autos con tres escoltas cada uno, y un Hyundai Santa Fe con dos policías. Este despliegue de seguridad es llamado “cápsula”.
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