"Un año, seis meses, 24 días y 20 horas". El cálculo exacto que le dedicó el lunes pasado Álvaro Vargas Llosa a Mauricio Macri en el seminario que reunió en Lima a figuras de la centroderecha latinoamericana marcaba el plazo final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Y su oportunidad para llegar, tras una larga carrera pública, a la presidencia de su país. "Será el fin de la década K y el comienzo de la recuperación de Argentina para la causa de la libertad, y uno de los hombres que están sentados ahí jugará un papel extraordinario", le dijo el periodista e hijo de Mario Vargas Llosa a quien es una de las cartas fijas para la elección trasandina.
Las elecciones de 2015 -con primarias obligatorias en agosto y los comicios definitivos en octubre- marcarán un punto de inflexión en la carrera del alcalde de Buenos Aires. Aunque siempre se había rumoreado que intentaría llegar a la Casa Rosada, nunca dio el paso. Hasta ahora, cuando ya habla con confianza como "candidato presidencial" y se apresta a enfrentar las primeras elecciones en una década que no tendrán a un Kirchner en la papeleta. Con un año y medio por delante, el alcalde está hoy en la mitad del camino de su campaña.
Sin embargo, Macri se distancia de su imagen como referente de la centroderecha. Aun cuando repudia lo ocurrido en Venezuela y cuestiona el "modelo K", en su intervención en el foro de Lima habló sin pudor de materias como la protección social o garantizar educación pública de calidad. En esta entrevista, incluye además a figuras como Michelle Bachelet y José Mujica entre sus referentes, y adelanta el discurso con el que busca alcanzar la primera magistratura argentina: sumar al país al bloque de países más alejados del eje chavista.
-¿Cómo evalúa el momento del bloque liberal en América Latina, en medio de la arremetida de gobiernos de izquierda?
-Creo que hay una coincidencia que va más allá de las diferencias entre izquierdas y derechas, categorías que resultan bastante arcaicas para entender la dinámica política del siglo XXI. América Latina está viviendo un momento histórico de crecimiento económico impulsado por el boom de los precios de los commodities. Y este proceso fue muy bien aprovechado por buena parte de los países de la región, como Chile, Perú, Colombia, Uruguay y Brasil. Aunque en esos países gobiernan fuerzas de diferente extracción política, hubo denominadores comunes a la hora de resolver problemas y planificar cómo debían posicionarse ante el mundo.
-¿Cuáles son esos puntos en común?
-Estabilidad política y macroeconómica, robustez institucional, reglas de juego claras, etcétera. Todos atributos que hoy nadie pondría en duda, ni desde concepciones de izquierda ni de derecha. Ése es el aprendizaje que tiene que consolidarse en América Latina, para lograr que esta época virtuosa se prolongue en el tiempo, y porque es lo que nos va a permitir dar el salto de calidad que necesitamos para construir sociedades más modernas, más integradas y más equitativas.
-La centroderecha latinoamericana ha sufrido derrotas electorales últimamente, pese a contar con presidentes bien evaluados, como Piñera y Calderón. ¿A qué lo atribuye y cómo se revierte esta tendencia?
-Yo no veo estos cambios vinculados a vaivenes ideológicos. Son procesos de alternancia que se dan naturalmente en la democracia, donde nadie debe creerse el dueño de la verdad absoluta. Hay una inmensa mayoría de ciudadanos independientes que van fluctuando en sus preferencias electorales, de acuerdo a lo que consideran mejor para cada etapa.
-En el foro de Lima hubo panelistas que hicieron una autocrítica al sector liberal y la centroderecha latinoamericana en torno a que se "dejó ganar" por la izquierda conceptos como igualdad y lucha contra la pobreza. ¿Comparte esa reflexión?
-No, de ninguna manera puede haber una disputa competitiva acerca de quién tiene la potestad sobre esos temas. La equidad social, la igualdad de oportunidades y la lucha contra la pobreza no son temas de derechas o izquierdas. Considerarlo así significaría seguir mirando el mundo con una visión anacrónica que no se condice con lo que la gente espera hoy de sus liderazgos. Son temas que tienen que traducirse en políticas de Estado, más allá del partido al que le toque la responsabilidad de gobernar.
"VENEZUELA EXPRESA LO QUE NO QUEREMOS"
La comparación de Macri con Sebastián Piñera los ha acompañado a ambos por buena parte de su carrera política. Además de sus trayectorias empresariales, coinciden en haber encabezado los clubes más populares de sus países, Boca Juniors y Colo Colo.
-Usted ha sido muy cercano a Piñera. ¿Cómo evalúa su figura a nivel latinoamericano y qué rol espera que juegue ahora, como ex presidente?
-Sobre Piñera, obviamente, pienso que ha hecho un muy buen gobierno. Trabajó para seguir posicionando a Chile como un país líder en la región y estoy seguro de que seguirá siendo una figura política muy gravitante para Chile y para toda América Latina.
-Hay una mayoría de gobiernos del área con pensamientos de izquierda o del bloque chavista. ¿Qué tipo de discurso debe enarbolarse para retomar posiciones? ¿Se debe generar un "nuevo relato"?
-Ese nuevo relato es nada menos que el tipo de democracia que queremos en nuestra región. El régimen que gobierna Venezuela, lamentablemente, es una clara expresión de lo que no queremos. Nuestro horizonte democrático no puede coincidir con un gobierno que agrede a sus ciudadanos por expresarse en las calles, que encarcela a un referente opositor, o que expulsa a una diputada del Parlamento.
-¿Qué postura tienen que tomar los gobiernos de la zona, entonces?
-Lo más importante es que haya un firme compromiso de todas las fuerzas democráticas de la región, desde el Mercosur y la Unasur, para aunar esfuerzos que nos conviertan en un factor de garantía para la paz y evitar que en Venezuela se siga dando esta alarmante situación de violencia y falta de libertades.
-¿Cómo cree que puede afectar la situación en Venezuela a las perspectivas de la centroderecha latinoamericana? ¿Lo ve como un punto de quiebre?
-Como decía antes, yo el quiebre no lo veo en los encasillamientos ideológicos. Creo que el quiebre hoy pasa por definir si queremos una cultura democrática que nos permita vincularnos con el mundo y potenciar todo lo que podemos hacer si trabajamos juntos; o si preferimos seguir viviendo aislados, encerrados o enredados en las discusiones del pasado.
-¿Y qué rol espera jugar usted desde Argentina en el proceso de debate latinoamericano? ¿Con quién se siente identificado?
-Me identifico con Lula, con Mujica, con Piñera, con Bachelet, con Humala, con Santos y con todos los presidentes que han demostrado que saben interpretar por dónde pasan los desafíos del siglo XXI. Como candidato presidencial, voy a trabajar para que a partir de 2015 la Argentina pueda seguir el mismo camino de estos países hermanos.