"Un muerto no ayudaría en nada a la causa mapuche"

Natividad Llanquileo emergió como la vocera de los presos mapuches. Tiene 26 años, un hermano que depuso la huelga y otro que la continúa. Aquí habla de las negociaciones con el gobierno, del asistencialismo, de su visión de los chilenos, del uso de la violencia y del futuro.<br>




Cuando tenía 14 años, Natividad Llanquileo Pilquimán (26) vio por primera vez a Héctor Llaitul (42). Por ese entonces, el líder de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) había llegado a Tirúa junto a sus hijos y fue presentado a su familia como un "amigo y socio" de su hermano, Ramón Llanquileo (29).

"Mi primera impresión de él fue que era alguien a quien había que mirarlo de lejos. Porque para nosotros a la gente más mayor uno tiene que mantenerle cierto respeto y distancia", recuerda.

Doce años después, en agosto pasado y cuando estaba a un semestre de egresar de Derecho en la Universidad Bolivariana, Natividad fue llamada para oficiar como vocera de cinco de los 34 presos mapuches que se mantuvieron en huelga de hambre durante más de dos meses. Entre ellos, Llaitul y Ramón Llanquileo -sindicado como el segundo hombre de la CAM-, ambos detenidos en Concepción. Víctor (33), el mayor de los Llanquileo, privado de libertad en Angol, hasta hace pocos días mantenía el ayuno junto a otros nueve detenidos: fue parte del grupo que no aceptó la oferta del gobierno de retirar las querellas por ley antiterrorista.

Hasta antes de asumir como vocera, Natividad sufría de pánico escénico. Y hoy son pocos los que creen que se ruborizaba cada vez que tenía que hablar en público o daba una prueba oral en su carrera, la que congelará a causa de la huelga de hambre. "Pero de un día para otro se me acabó la timidez", confiesa. Esto, luego de que se vio enfrentada a participar en foros, vociferar con megáfono en diversas marchas, dar entrevistas y negociar de igual a igual con ministros y subsecretarios.

Los Llanquileo Pilquimán son seis hermanos. Su padre, Juan Luis Llanquileo Yevilao (murió en 2007, a los 52 años, de un paro cardiaco), era un obrero forestal que participó en varios procesos de "recuperación de tierras" en fundos de la zona y estuvo clandestino y detenido. La madre, Emilia Pilquimán, es una dueña de casa que tejía a telar para ayudar a costear los estudios de sus hijos y alguien que ha apoyado irrestrictamente la huelga de hambre: fue de las pocas madres mapuches que no marcharon a La Moneda para hablar con el ministro Rodrigo Hinzpeter. "Si mi papá hubiese estado vivo, también habría estado en la cárcel", asegura Natividad.

"En una reunión, la primera, al ministro Larroulet lo apunté con el dedo y le dije fuerte: 'Usted dijo que nosotros somos terroristas y ahora dice que no. Entonces ¿qué es lo que está pasando?'. En ese sentido, no porque sea ministro hay que tratarlo de otro forma, porque yo soy igual con todos".

Los únicos hombres de los Llanquileo Pilquimán -Víctor y Ramón- son sindicados como miembros del grupo que atentó contra la comitiva del fiscal Mario Elgueta, en Tirúa, en octubre de 2008.

Natividad es una de las hijas menores, y una de las pocas de su comunidad "Esteban Yevilao", en Puerto Choque, Tirúa, que llegaron a la universidad.  El sector donde viven está cercado por dos forestales: Mininco y Voltaire. "Mi comunidad es una cosa chiquitita, porque si uno se para en un cerro, se da cuenta de que es muy pequeña. Por un lado hay una vertiente que ya no tiene casi nada de agua y por el otro, está el lago Lleu-Lleu. Todo lo demás son forestales. Somos un lunar en medio de ellas", dice.

De sus cuatro hermanas, y según dice casi sin pretenderlo, Natividad ha resultado ser la más política: durante 80 días ofició de vocera de los presos de Concepción y tuvo un rol protagónico en las conversaciones con el gobierno junto al obispo Ricardo Ezzati. Junto a ellos trabajó varias veces hasta la madrugada en consensuar el petitorio de los presos, quienes lograron tres de los 10 puntos que exigían.

-Los mapuches tienen una visión horizontal de la gente. En ese sentido ¿qué le provocó sentarse a negociar con las autoridades?

-Las veo como personas a las que si tengo que decirles algo, no tendré ningún problema en hacerlo.

-¿Y lo hizo?

-Sí. En una reunión, la primera, al ministro Larroulet lo apunté con el dedo y le dije fuerte: "Usted dijo que nosotros somos terroristas y ahora dice que no. Entonces ¿qué es lo que está pasando?". En ese sentido, no porque sea ministro hay que tratarlo de otro forma, porque yo soy igual con todos. A quien veo con mucho respeto es al obispo Ezzati. Su rol en este tema ha sido muy importante. Si no hubiese sido por él, tal vez el gobierno hasta ahora no se hubiese sentado a conversar con nosotros. Además, para negociar con el gobierno, debíamos tener un facilitador, que a la vez es un garante, porque si no, no era negociación. Porque ¿quién nos asegura que el gobierno firme o no firme los papeles? Sin garante, una negociación no sirve.

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