Mundo: Lo que Venezuela gana
Hugo Chávez enfrentará una reñida elección. Sea cual sea el resultado Venezuela ganará: se iniciará un nuevo ciclo más promisorio en el que las fuerzas estarán más equilibradas, donde la búsqueda de acuerdos deberá ir desplazando el actual estilo impositivo y excluyente. <br>

¿Obtendrá Hugo Chávez la mayoría? No se sabe, y esta incógnita sorprende a los chilenos informados, a quienes les cuesta comprender que Chávez obtenga un persistente apoyo en las urnas, mientras el país se militariza, se polariza, se tuercen y debilitan algunas de sus instituciones, se abusa del poder, se malogra la seguridad ciudadana y se deteriora la economía.
Debemos preguntarnos entonces, qué hay de errado en esa percepción, cuando Chávez ha ganado las elecciones, termina ahora su segundo período y opta a un tercero. Y esta vez, además, compite aquejado por una dura enfermedad.
Amigos venezolanos nos han reprochado, a quienes vivimos exiliados ahí durante la dictadura de Pinochet, que no les hemos brindado el mismo apoyo político que ellos nos dieron. Otros nos han consultado si existe un paralelo entre el plebiscito de 1988 y la elección venezolana de este domingo, a la cual Chávez ha dado un carácter plebiscitario.
A mi juicio este paralelo no existe y esa comparación es un error. Sea uno partidario o adversario de Chávez -yo no soy partidario-, lo primero es reconocer que ha sido elegido por el pueblo, no es un dictador y no se ha mantenido por la fuerza.
Es cierto, ha torcido principios, alejándose de los sanos criterios democráticos. Pero a ello contribuyó también la oposición, al mantenerse desunida y boicotear la penúltima elección parlamentaria, permitiéndole alcanzar una mayoría sin contrapeso en el Congreso. Así, aprobó incluso la antidemocrática norma de reelección indefinida.
Es cierto, es un gobernante que ha abusado, coaccionado y presionado a los medios de comunicación con cadenas de radio a ratos insoportables. Pero su discurso también ha develado la concentración de los medios, el desequilibrio a favor de una cierta posición ideológica y eso ha encontrado eco en parte de la ciudadanía.
Es cierto, ha tenido un manejo ineficiente de la economía, desarticulando su base productiva y haciéndola aun más dependiente del petróleo, ha disminuido la inversión y ha empobrecido la gestión pública. Sin embargo, aprovechando el alto precio de los combustibles, ha destinado recursos sustanciales a beneficios y servicios de salud y alimentación a los más pobres, ganando su adhesión.
Es cierto, ha estatizado empresas, cuestionando el derecho de propiedad, pero no ha violado los derechos humanos.
Es cierto, su discurso a favor del socialismo del siglo XXI carece de solidez y está desfasado en el tiempo. Sin embargo, su fraseología y su ataque a la “burguesía y el imperialismo” recogen un sentimiento popular en algunos sectores sociales que han sido marginados y que rechazan las prácticas históricas de Estados Unidos en la región.
Es cierto, ha utilizado el insulto, la descalificación, el poder del Estado y la amenaza, de un modo antagónico a la obligación de un gobernante responsable. Pero el sistema electoral no es fraudulento, por el contrario, es considerado uno de los mejores del mundo, como lo ha reconocido la propia oposición.
En suma, es un régimen democrático híbrido, con estado de derecho, pero con actitudes gubernamentales que lo socavan. Es una democracia en riesgo.
¿Qué se puede concluir de esta ambigüedad?
La democracia está acosada y debilitada por su propio presidente, pero la sociedad civil se ha fortalecido: estudiantes, trabajadores y mujeres se levantan para enderezar el país. Los partidos se han ido coordinando, uniéndose, y ahora llevan un solo candidato, con un programa que busca recomponer una estructura fiscal y política. El debate ha politizado y educado a la sociedad venezolana, y eso la hace más consciente y más fuerte. El candidato opositor, Henrique Capriles, ha tenido el pragmatismo y la inteligencia de obviar la confrontación simplista. Se ha colocado en una posición socialdemócrata, neutralizando, en parte, el discurso presidencial que separa entre ricos y pobres.
La oposición puede ganar o, si no lo hace, estará muy cerca. Nacerá una nueva situación: las fuerzas estarán más equilibradas, nadie podrá arrollar al otro, las negociaciones y búsqueda de acuerdos deberán ir desplazando al estilo impositivo y excluyente. Las Fuerzas Armadas se verán también empujadas a asumir un rol más profesional y menos político.
En todos los países, la consolidación de la democracia es un proceso permanente, con altibajos, que necesita del cuidado diario de los ciudadanos. Ese cuidado no existió en Venezuela y me tocó verlo cuando viví en ese gran país. Los partidos políticos se fueron alejando de la ciudadanía. El bipartidismo anterior a la “era Chávez”, AD (socialdemocracia) y Copei (Democracia Cristiana), fueron perdiendo el reconocimiento y representatividad de la gente. Hoy son casi inexistentes. El petróleo, usado sin prudencia, dañó la base productiva, apagó el esfuerzo personal y deformó la economía. El país se tornó cada vez más rentista y se abrió paso al populismo. La llegada de Chávez no fue casual. Pero ese ciclo está terminando y se inicia otro más promisorio. Soy optimista, el pueblo venezolano ha afianzado su espíritu democrático.
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