El periodista Mauricio Weibel, que destapó el caso, reconstruye los hechos para el lector y da cuenta del proceso judicial en curso, cuyo alcance no se puede prever por completo, pero que ha dejado al descubierto una cadena de irregularidades que afecta a civiles y militares, involucrando desde cabos a generales. Y complicando, inclusive,a un excomandante en jefe.

A continuación, un extracto:

Enérgico rechazo

En el contexto de fraudes sucesivos, una de las mayores sorpresas provino del inesperado hallazgo de cocaína al interior de un contéiner que transportaba "cajas de transmisión de vehículos acorazados" hacia la empresa suiza Ruag Defence, para dar curso a una urgente reparación de ese material de guerra.

Los hechos estallaron el 5 de octubre de 2015, cuando el destino de la paracaidista Millaray Simunovic rondaba ya la cárcel. La voz de alerta remeció al gobierno, cuando la embajada chilena en Berna informó sobre la detección y el decomiso de la droga.

Preocupado, el jefe de la División de Relaciones Internacionales de la Subsecretaría de Guerra, René Fuentealba, tomó de inmediato contacto con el director de Famae de la época, el general de Ejército Mauricio Heine. Fuentealba explicó al oficial los hechos y le advirtió que la justicia helvética había iniciado una investigación sobre el caso. Heine reaccionó con lentitud e interpuso una querella recién el 13 de octubre por tráfico de drogas, además de iniciar un sumario administrativo para determinar las fallas en los protocolos internos.

Ante la gravedad de la situación, y sin saber cómo ni dónde fue introducida la droga, las autoridades de Defensa entregaron todos los antecedentes al CDE para la presentación de una eventual querella criminal. Famae, responsable de las gestiones en Chile, expresó su "más enérgico rechazo" a lo ocurrido y reiteró su ánimo de colaborar en lo que fuere necesario para lograr el éxito en la indagatoria del Ministerio Público.

Un cargamento de cocaína

En las filas del edificio Bicentenario del Ejército las tesis abundaron durante esos días y se extendieron por semanas. Nadie creyó que la mencionada operación fuera obra de audaces narcotraficantes.

La historia estuvo desde un inicio apuñalada por señales sospechosas. Aunque los equipos a reparar pertenecían a la empresa alemana Renk, el Ejército decidió encargar su mantención a la firma Ruag Defence de Suiza, en una operación triangulada a través de Famae. Luego, a mediados de abril de 2015, la maestranza castrense emitió una orden de compra a World Transport International (WTI) para trasladar la carga hacia Ruag Defence.

Las cajas de transmisión de vehículos acorazados fueron introducidas en un contenedor sellado el 21 de julio de 2015. El 27 de ese mes la carga zarpó con destino al puerto de Rotterdam, Holanda, antes de arribar por tierra a Basilea.

Contra toda norma de seguridad, lo que luego provocó airados comentarios de la comunidad militar en Facebook, la travesía incluyó una escala de tres días en el puerto peruano de Callao. Debido a esta imprudencia, nadie en el Ministerio de Defensa atinó a dar una respuesta sólida sobre dónde fue cargada la cocaína. ¿En Chile, en Perú o en Holanda? Nadie sabía tampoco si la escala en el país vecino era un error o una cobertura.

En definitiva, ¿la introducción de cocaína en un contéiner militar se debió a una intrépida operación de narcotráfico, o fue una burla de los servicios de Inteligencia peruanos, o una señal hacia el mando del Ejército?

¿Hacia dónde apuntaba el misil de la "diosa blanca"?