No ha sido cómodo tener que declarar en tribunales, y verse expuesto al escrutinio público. Pero lejos lo más ingrato para Andrónico Luksic (61), el empresario más poderoso de Chile, es sentir que, de alguna u otra forma, tuvo responsabilidad en el daño a la imagen que sufrió la máxima autoridad del país: la Presidenta de la República, y que ese golpe haya provocado que a Chile le haya ido peor de lo que todos pronosticaban. Cargar eso en sus hombros le pesa, porque como le ha confidenciado a sus más cercanos, la lógica de todo empresario es justamente la contraria: aportar para que el país crezca y se desarrolle, y no para que se paralice.

Pese a todo, está tranquilo. Tal como declaró ante el fiscal Luis Toledo —quien ha investigado gran parte del caso Caval—, él asegura que actuó bajo todos los conductos regulares, y el Banco de Chile, del que es vicepresidente, entregó el crédito a la empresa de Natalia Compagnon, la nuera de la presidenta Michelle Bachelet, actuando durante todo el proceso de manera correcta. Ha insistido en que la garantía que ofrecían quienes pidieron el dinero era mayor al crédito; y que el riesgo para el banco era menor, considerando que la institución bancaria pierde $ 250 mil millones anuales, por gente que no paga sus deudas.

Sin embargo, según ha comentado, se arrepiente de haber recibido a Compagnon junto a su marido, Sebastián Dávalos, hijo de la mandataria. Porque no sólo le costó caro a él. También a la presidenta y "al descalabro del país", ha repetido textualmente en varias reuniones. No le es grato que sus propios ejecutivos hayan tenido que declarar y le avergüenzan las fotos y memes que aparecieron de él junto a la presidenta Bachelet. En su círculo más íntimo dicen que "él es muy respetuoso con la autoridad, y por supuesto solidariza con lo que ella representa", pese a que siempre recalca que no votó por ella. Aunque en un comienzo empatizó con el perfil emprendedor de la nuera de la presidenta, al final, su insistencia y múltiples llamados para ofrecerle todo tipo de negocios, terminaron por incomodarlo.

Manos en la masa

Para un hombre como Andrónico Luksic, quien durante el 2015 ha estado fuera del país casi cinco meses para mirar in situ los distintos negocios que maneja, enfrentar una contingencia judicial le genera tensión y reduce su capacidad de concentración. "Tienes que estar preocupado de cuándo tienes que declarar, de cómo va tomando forma el caso. Tu rutina cambia el curso y obviamente no puedes estar cien por ciento enfocado en los negocios", explica uno de sus ejecutivos, quien asegura que fue él mismo quien explicó el episodio frente a sus socios en varias partes del mundo.

Más allá del vendaval que provocó Caval, hoy a Luksic lo desvela otro tema: la querella por apropiación indebida que el accionista minoritario Óscar Gajardo presentó contra varias grandes empresas, incluida Quiñenco, de la que el empresario es presidente, desde abril de 2013, un mes después de que murió su hermano Guillermo. "Es una acusación que aunque no tiene ningún asidero está tomando curso y tiene penas de cárcel; de continuar va a provocar un festín sin precedentes de gente demandando a medio mundo", dice un ejecutivo del grupo, quien reconoce que la preocupación de Luksic se centra sobre todo en que esta acción sí puede dañar la imagen del grupo y vuelve a ponerlo a él bajo los focos, porque como cabeza del conglomerado industrial es probable que tenga que declarar nuevamente, algo que, pensó, ya estaba zanjado.

Según ha comentado, se arrepiente de haber recibido a Natalia Compagnon junto a su marido Sebastián Dávalos, hijo de la mandataria. Porque no sólo le costó caro a él. También a la presidenta y "al descalabro del país", ha repetido textualmente en varias reuniones.

Más allá de los casos legales, este ha sido un año clave para Andrónico Luksic: representa la consolidación de varias iniciativas que comenzó a implementar desde que encabeza Quiñenco, hace casi tres años. Su ingreso al área industrial marcó un cambio de estilo respecto al de su hermano Guillermo. Dicen que se involucra más "en el área chica", que le gusta ir a terreno y que se ha dedicado a conversar con ejecutivos, gerentes y contadores para instaurar nuevos desafíos y metas.

Aunque muchos consideran que el repunte de empresas como CCU, la Sudamericana de Vapores (CSAV) y varias otras filiales se debe a su gestión, él no se cansa de repetir entre sus cercanos que el cáncer que afectó a Guillermo le impidió tomar una serie de decisiones que estaban en carpeta, y que él sólo terminó por implementar. Él mismo hace un mea culpa, en el sentido de no haberle ofrecido una ayuda más directa, mientras estuvo enfermo, algo que no sucedió porque el grupo tiene sus áreas bien delimitadas entre los hermanos.

Desde que aterrizó en Enrique Foster Sur 20, no sólo pidió que se remodelaran los cinco pisos que conforman Quiñenco: cambió alfombras y el papel de los muros para darle luminosidad a todos quienes trabajan en ese edificio. Además, despidió a una decena de ejecutivos y reubicó en distintos cargos a varios hombres que por años estuvieron junto a Guillermo en Quiñenco con un sólo objetivo en mente: hacer eficiente la operación. Asimismo, concretó aumentos de capital en gran parte de las compañías, para robustecerlas previendo el complejo escenario que se avecinaba. Y apostó por continuar la internacionalización que comenzó su hermano Guillermo, algo por el cual sus máximos ejecutivos se enorgullecen. Insisten en que es un desafío cumplido, en el sentido de que hoy calculan que el 60% de las ventas totales de Quiñenco provienen del extranjero.

Hace un mes regresó de un road show en Hamburgo, un lugar al que ha visitado en varias ocasiones desde que la CSAV se fusionó en diciembre pasado con la naviera alemana Hapag-Lloyd, transformándose en el cuarto actor internacional en el negocio de portacontenedores. Es la apuesta que le ha costado más caro: en la Sudamericana el grupo Luksic ha debido invertir US$ 1.000 millones para salir a flote, y recién el primer semestre de 2015 revirtió las pérdidas que registró en el mismo periodo en 2014, obteniendo una ganancia de US$ 80 millones.

Luksic apostó por continuar la internacionalización que comenzó su hermano Guillermo, algo que enorgullece a sus ejecutivos, quienes insisten en que es un desafío cumplido, en el sentido de que hoy calculan que el 60% de las ventas de Quiñenco provienen del extranjero.

Ha sido el gran desafío de Andrónico Luksic: dar vuelta una compañía que estuvo al borde de la quiebra e interactuar en una dimensión completamente desconocida: su socio es la ciudad de Hamburgo y debe negociar con el alcalde para poder concretar un sinfín de iniciativas, lo que ha sido una tarea titánica. Hasta allá ha llegado con Óscar Hasbún y Francisco Pérez Mackenna, quien, junto a Pablo Granifo, es uno de sus hombres más cercanos, para derribar los mitos que existen en ese país respecto a este grupo chileno que llegó a invertir allá.

Explicar quiénes son y generar lazos de confianza es lo que también ha debido hacer Luksic en Francia con sus socios en Nexans, compañía de cables bastante particular, tomando en cuenta que parte de la propiedad de la empresa está en manos del gobierno francés y que los directores no son elegidos en función del porcentaje de acciones de sus dueños. Ha debido, también, afrontar la desconfianza que existe en ese país frente a cualquier inversionista extranjero. A nadie le cayó bien, por ejemplo, que Luksic haya conocido in situ gran parte de las plantas que operan en ese país, cuando ningún otro ejecutivo lo había hecho antes. Fue la fórmula que encontró el empresario para demostrar quién es: un obsesivo por conocer el detalle de todas las operaciones en que se involucra, algo que también quiere replicar en CCU. Encuentra que es insostenible que los ejecutivos operen en Vitacura, y no en Quilicura, donde se produce la cerveza.

Desde que ingresó a Quiñenco duplicó la presencia internacional de la CCU, instalándose además de Argentina y Uruguay, en Colombia, Paraguay y Bolivia. En Colombia se asoció a Postobon, una empresa que distribuye bebidas y fabrica tapas para botellas, con el objeto de hacerle frente a un difícil competidor: Sab Miller, firma que maneja el 99% del mercado en ese país. La idea es llevar su cerveza, para en 2017, comenzar la producción en una nueva planta allá.

La cervecera tuvo un crecimiento de 16% en las ventas, el mismo porcentaje que ha logrado en cuanto a dar eficiencia a la operación, lo que significó, por ejemplo, mejorar la logística de transporte de los 35 mil puntos de venta que ofrecen su cerveza.

Dado el auspicioso escenario, Andrónico Luksic piensa que de aquí a un año lograrán ordenar las distintas empresas, darles un futuro claro, finalizar algunas asociaciones, y abrir en los próximos días Hapag-Lloyd a la Bolsa. Eso, ha dicho a sus más cercanos, le permitirá replegarse un poco de su intenso día a día: dejar algunos directorios y viajar menos para pensar, de una vez por todas, en el año sabático que siempre ha querido tomar.

La calle lo reconoce

Pese a que uno de los consejos que su padre le dio antes de morir fue que no se involucrara en el negocio de los medios de comunicación, Andrónico Luksic decidió apostar por el rubro. En parte, porque vio el desafío de levantar una compañía quebrada y que históricamente había sido el primer canal del país, con una marca potente.

Aun cuando considera que la estación se está manejando bien, ha reconocido que no es un negocio que le apasione de verdad. De hecho, suele contar entre sus amigos que mientras era presidente, Sebastián Piñera le preguntó en varias ocasiones si "ya le había picado el bichito del canal". Y lo cierto es que nunca le ha picado.

Algo que ha comentado Luksic en su círculo íntimo es que la exposición que ha tenido este año ha provocado que "la calle" lo reconozca, algo que antes no sucedía. Él sabe que las rutinas que Yerko Puchento realizó en el propio Canal 13 contribuyeron a darle visibilidad.

Incluso más, en varias oportunidades ser dueño de la red televisiva —junto a la UC— le ha generado complicaciones. Como cuando este año, en el programa En su propia trampa denunciaron que cuatro bomberos de la Shell, firma de la que es dueño, estafaban a los clientes. Tuvo que dar explicaciones a sus socios en Enex, y señalar que nunca conoció el contenido de ese programa, aunque ha manifestado su incomodidad, porque considera que para muchos es inverosímil su explicación.

A pesar de ello, tiene el people meter instalado en su celular, siguió el alto rating que obtuvo MasterChef en el lanzamiento de su segunda temporada e incluso encaró a Rodrigo Terré, uno de sus colaboradores más activos en el canal, por no haber pagado los US$ 100 millones que desembolsó Mega para adquirir los derechos para la transmisión de las eliminatorias de Chile, cuando se percató que el partido entre Brasil y nuestro país marcaba 50 puntos. En la estación, sin embargo, aseguran que era inviable, pues es imposible que la inversión se pague.

Aunque ha reconocido ofertas para vender el canal, insiste en que nunca se desvincularía del negocio sin estar en el primer lugar. Porque, básicamente, no es su estilo. En eso la experiencia lo avala: es de los empresarios que enfrentan "las malas rachas" y no salen escapando de las situaciones complejas. Un tema de orgullo, dicen quienes lo conocen bien.

Algo que ha comentado Luksic en su círculo íntimo es que la exposición que ha tenido este año ha provocado que "la calle" lo reconozca, algo que antes no sucedía. Él sabe que las rutinas que Yerko Puchento realizó en el propio Canal 13 contribuyeron a darle visibilidad, algo que no le es tan grato por estos días. Sin embargo, siempre ha intentado mantenerse al margen de los contenidos editoriales de la estación televisiva. Sus colaboradores afirman que sólo en contadas oportunidades ha dado su opinión respecto a materias que considera importantes. Por ejemplo, cuando llamó a Cristián Bofill, director ejecutivo del canal, para insistirle en que debían hacerse todos los esfuerzos para que el comentarista deportivo Claudio Palma no emigrara del 13.

Pese a sentirse bastante expuesto, Luksic no ha cambiado su rutina. Suele caminar por el centro y, en pleno caso Caval, un día domingo decidió tomar un bus del Transantiago, algo que no había hecho antes. Esa tarde visitó el museo del Palacio de La Moneda y el Parque Quinta Normal. Luego volvió a su casa en metro. Con total desconcierto se percató que la gente se le acercaba y le preguntaba si realmente era Andrónico Luksic. Él enfrentó la situación con calma, e incluso se tomó varias selfies con los pasajeros que viajaban desde Maipú al oriente.

Si bien varios de sus colaboradores no estuvieron de acuerdo con el periplo, porque temían eventuales agresiones por el caso Caval, demuestran el carácter de Luksic. Aun cuando el empresario ha señalado a sus más cercanos que hoy es mucho más cuidadoso de con quién se junta.