"Como en el sector donde está la cabaña en Caburgua hay una pésima señal de teléfono celular, yo recibía intermitentemente información desde Santiago de lo complejo de la situación, pero Peñailillo no enfrentaba el tema con la suficiente fuerza, por lo que estimo que él dejó que el tema se descontrolara".

Las palabras de Sebastián Dávalos en su última declaración ante el fiscal del caso Caval, Luis Toledo, reflejan una realidad práctica de las complejas vacaciones que vivió el año pasado la presidenta Michelle Bachelet en su refugio tradicional en la ribera sur del lago Caburgua.

Fue mientras la mandataria estaba en esa localidad cuando estalló el caso Caval y, efectivamente, durante los primeros días hubo problemas de comunicación entre Bachelet y La Moneda, lo que se reflejó en la tardía reacción del gobierno.

Para evitar precisamente este escenario, en La Moneda tomaron nota de la lección: este año —aunque aún no hay fecha definida— la presidenta contará en sus vacaciones en Caburgua con los servicios mínimos de conectividad, para lo que se reforzará Internet, telefonía móvil y telefonía satelital, en una zona donde precisamente no existen conexiones de este tipo.

La idea es que Bachelet mantenga un canal expedito de comunicación con el ministro del Interior, Jorge Burgos, quien ejercerá la vicepresidencia del país, y que se mantendría disponible ante cualquier eventualidad. Aunque quienes la acompañen la molestarán cuando sea estrictamente necesario, para asegurar el máximo descanso de la presidenta, dicen en Palacio. Dependiendo del cierre del año legislativo, la mandataria definirá la fecha de su asueto, aunque se prevé sea la segunda quincena de febrero.