Tendrá que disculparnos, pero sus asociaciones profesionales han sido demasiado relevantes para hablar aquí sólo del John Cale solista, por muy meritorio que en efecto haya sido su desempeño como tal. Tener este fin de semana en Santiago a un compañero de composición y/o grabaciones de Lou Reed, Nico, Brian Eno, Patti Smith (¡productor de Horses, nada menos!), Nick Drake, Happy Mondays y el señero debut de The Stooges instala al debut del galés en Chile como una cita de una contundencia histórica poco usual. La calidad y precisión del sonido en vivo de un hombre con tal oficio están fuera de duda.

Cale es un músico que, desde su formación clásica, saltó en los años setenta a la experimentación del minimalismo neoyorquino, le inventó un nuevo cauce al rock eléctrico junto a The Velvet Underground, y de ahí en adelante buscó conciliar su gusto por la canción popular con la ambición de un sonido que propusiera algún tipo de innovación, fuese quien fuese su "cliente" como productor. Casi una veintena de discos solistas lo respaldan también como cantautor, el más reciente de los cuales, M: Fans (lanzado hace tan sólo un mes), es un trabajo de relectura con melodías vigorosas, teclados cálidos y voz cercana.

Dos resguardos, entonces, para esperar su concierto: la idea de un vanguardista exigente y de sonido hermético es un malentendido para lo que debiese ser un set de sonido cuidado y amable (sus discos siempre lo han sido), así como la valoración de Cale en cuanto figura histórica no debe restarle vigor a su aprecio como autor, responsable de dignas cumbres (Paris 1919, Fear, entre otras) por fuera de sus sucesivos encargos. Músico excepcional, a la vez compositor, propulsor y testigo: parte de la historia del mejor sonido del siglo XX viaja junto a él.