No se necesita mucho para comenzar en el slackline: una correa de entre 25 y 50 milímetros de ancho, un par de tensores o tecles y dos árboles firmes donde sujetarlos. A diferencia del funambulismo, donde se hace equilibrio sobre un cuerda a gran altura, acá la cinta suele ubicarse a baja altura y está lo suficientemente suelta para permitir acrobacias sobre ella, que son la esencia de esta joven disciplina.
Se le atribuye su origen a los escaladores Adam Grosowsky y Jeff Ellington, a fines de la década de los 70 y comienzos de los 80, luego de ver a otro colega caminar sobre una cadena en el Parque Nacional de Yosemite, en California.
En ese entonces era una distracción, una manera de matar el tiempo en la montaña. Casi 40 años después, es un deporte con federación y eventos internacionales bien establecidos, en el que Chile es uno de los referentes a nivel mundial.
Los grandes cultores nacionales de slackline le dedican, al menos, tres días a la semana con jornadas de entre tres y seis horas de trabajo.
Entre el viernes 2 y el domingo 4 de febrero, Viña del Mar será el escenario de la séptima versión del Slack that Beach, torneo que se ha ganado un lugar en el calendario internacional hasta llegar a ser la sede de una de las fechas del Mundial durante su edición 2017.
"El Slack that Beach es uno de los eventos con más tradición del slackline y ha logrado mantenerse en el tiempo", dice Isidro Rodríguez Cuadra, presidente de la federación nacional, entidad que ya cumple cuatro años, aunque se encuentra en proceso de conseguir definitivamente su personalidad jurídica.
La elección de Chile para que el año pasado fuera sede del certamen planetario no fue casualidad.
Hace rato que el país es considerado uno de los referentes y eso no sólo lo muestra la cantidad de exponentes de primera línea que hay, sino también el Slack Park de la Ciudad Jardín, lugar de la competencia en febrero y uno de los recintos más grandes del planeta, con casi 1.600 metros cuadrados completamente preparados para la práctica y enseñanza gratuita.
Además, el propio Rodríguez es el timonel del área de campeonatos de la Asociación Internacional (ISA, por sus siglas en inglés), debido a la buena reputación del país como organizador. "Desde 2008 que se realizan competencias acá", agrega.
Un chileno entre los mejores
En 2017, en Viña del Mar hubo 155 representantes de 15 países diferentes. El mejor de todos fue un chileno, Abraham Hernández, considerado uno de los mejores del planeta sobre la cuerda, el creador del triple mortal hacia adelante y poseedor del récord mundial de más tiempo haciendo piruetas. No estará para defender su corona. Hoy vive en España, donde se encuentra en pleno proceso de recuperación de una fractura en el brazo, dichoso de volver a subirse a la cuerda tras meses de "tortura".
Aquí, repasa su historia en el slackline.
"Para estar entre los mejores, tienes que dejarlo todo de lado. Los amigos, la familia, las relaciones. Sólo así pude dedicarme por completo a los entrenamientos, aunque nada de eso me aseguraba que iba a llegar hasta este nivel. Siempre he sido muy exigente con mis entrenamientos. Trabajaba en las mañanas en una tienda en Concepción que me auspiciaba, y en la tarde practicaba desde las tres hasta que se fuera la luz. Cuando volvía a la casa, me dedicaba a la preparación física. Para solventarme económicamente, también hacía talleres en la municipalidad y en la Universidad de Concepción. Vida personal no tenía. Tuve hartos problemas con la pareja que tenía entonces. Por momentos te cuestionas, pero mantuve la fe de que iba a llegar.
"Fue en 2015, cuando logré entrar al Mundial en Brasil, que todo cambió. Ahí mostré mis trucos y la gente de la marca Slackline Industries me subió de equipo y empecé a competir en distintos torneos y a hacerme más conocido. A veces me da rabia por toda esa gente talentosa que existe en Chile que podría estar afuera y no puede por falta de recursos.
"Me veo y siento que falta mucho camino por avanzar. Todos los días me exijo y quiero dar lo mejor de mí.
"Me fracturé el brazo en Mallorca, en agosto. Hasta caminar era una tortura. Además, llegó en el peor momento; se venían una serie de competencias, una en Polonia y el Mundial en Japón. Lloré mucho. Sentí que todo se iba a la mierda. Pasé de entrenar todo el día a estar sentado en un sillón. Me sentí completamente solo, creyendo que nadie me entendía, porque nadie vive con tu intensidad. Sentía que le había fallado a mucha gente que esperaba que estuviera compitiendo.
"En Japón, podía mover el brazo y creí que podía competir. A las rondas de calentamiento me subí con el brazo pegado al cuerpo, y en un salto no le achunté a la cinta, que me tiró el brazo para arriba. Estuve otro mes y medio parado. Había mucha impotencia.
"Recién la semana del 25 de diciembre pude volver. Fueron meses muy duros. Ver cómo el nivel va evolucionando y no puedes hacer nada. Ahora hay que volver a empezar. Cuesta. Te sientes perdido.
"Mucha gente piensa que vivimos como reyes, viajando. Pero en realidad no es así, seguimos igual que al principio. Eso no ha cambiado. Quiero dejar una cicatriz en este deporte, algo que quede para siempre, porque una huella se borra. Marcar a una generación".
Chilean style
"El slackline chileno se exporta harto", dice Rodríguez Cuadra. Además de Hernández, el dirigente de 27 años hace referencia a gente como Diego Díaz, quien actualmente vive en Dubái, adonde llegó después de que sus piruetas llamaran la atención de los encargados de un circo, Nicolás Aimone, invitado habitual a eventos en el extranjero, y Matías Sepúlveda, de reciente participación en un campeonato en China.
La lista es larga y en ella las mujeres no se quedan atrás. Valentina Eriza se erige como el máximo referente, y por estos días esparce su talento por Nueva Zelandia; Camila Torrejón es otra carta con pergaminos, luego de ser octava en el Mundial de Brasil en 2015.
Torrejón habla de la existencia de un chilean style, muy reconocido afuera. "Tiene harto agarre y es como bailar por los aires. Cada uno le pone lo propio y lo hace referente, eso sí. En mi caso, la explosión y lo salvaje, lo hacen más hardcore", describe la rider que viene reinsertándose después de una lesión a la rodilla que la tuvo alejada por casi un año.
Muchas veces, en una competencia, mujeres y hombres se reúnen en una sola categoría. Según la ex monarca de 25 años, se debe a que "el género no influye; una puede hacer lo mismo que el hombre. Quizás, la única diferencia es que le tenemos un poco más de miedo a la cuerda al principio".
La juventud reina en el slackline. Pero los ciclos se mueven a mucha velocidad.
Con 19 años, Axel Céspedes forma parte de una nueva generación, la que ha sido criada siguiendo los ejemplos de estos talentos que se han hecho un nombre en el extranjero. Los tienen en cuenta, aunque desean seguir su propio camino. "Sí, los tenemos súperpresentes. Pero nosotros hacemos las cosas de forma más alocada, con movimientos que no se habían visto antes. Ahora estoy esperando poder conseguir los recursos para salir al extranjero", cuenta.
Queda cuerda para rato.