Una soccer mommy —algo así como una mami futbolera— es lo menos cool que alguien pueda imaginar. Para un niño indie estadounidense, al menos, es una imagen del terror: así se llama a esa mamá blanca, de clase media baja, que cuando no está persignándose o tiñéndose el pelo rubio, está llevando a sus hijos a alguna actividad extraprogramática deportiva (fútbol, de preferencia), haciéndoles barra desde la tribuna o retándolos porque no lograron meter un gol. Según el Urban Dictionary —ese gran sitio web de jerga gringa—, es una señora que llama a sus retoños "angelitos" y que considera que todo lo que no es cristiano es automáticamente satánico, lo que incluye —cito— "el 99,998% de la música". Dicho eso, el asunto queda más claro: que una cantante adolescente "alternativa" (perdonando este término tan noventero) se haga llamar Soccer Mommy no es un autoboicot para alejar a su público más joven, sino un acto de choreza. Un gesto de lo más cool.

Sophie Allison es el nombre verdadero de esta cantante nacida en Nashville y que, con apenas 20 años, tiene a los críticos de medios especializados como Pitchfork, y hasta al mítico Jon Pareles, de The New York Times, pendientes de sus pasos. Su carrera empezó en 2015 como la de cualquier otro músico millennial y amateur que, entre el colegio y las pruebas, toma su guitarra, se encierra en su pieza y se pone a componer. Sin mucha ambición, y poco antes de entrar a estudiar en la NYU, Allison subió dos EP, Songs From My Bedroom y Songs for the Recently Sad, a Bandcamp, y ahí, entre miles de músicos y bandas que hacían lo mismo y buscaban la fama, fue descubierta.

Clean, su primer álbum de estudio, mantiene esa estética lo-fi en un ir y venir entre el rock indie noventero de Liz Phair y Julie Doiron, y el pop de Taylor Swift y Avril Lavigne (dos influencias fuertes, ha dicho). Soccer Mommy entona con su voz dulce y triste lo que mejor conoce a su corta edad: la vulnerabilidad adolescente, el dolor de los primeros romances, la inseguridad, los amores frustrados, el hastío y esa furia tan propia de las entrañas juveniles. Nada de eso, ni siquiera sus melodías, suena demasiado original —escuchándola se vienen a la mente Frankie Cosmos, Snail Mail o Jay Som—, pero hay algo en su música y en su voz que impide sacársela de la cabeza. Así de simple.

En "Your Dog", una alusión aparente a la canción de Iggy Pop "I Wanna Be Your Dog", Allison se empodera, guitarra en mano, para gritar "no quiero ser tu maldito perro", pero luego, en canciones como "Last Girl", baja la guardia y cae en ese masoquismo melancólico tan horriblemente juvenil: "Quiero ser como tu última novia, esa que era tan dulce y tan linda, incluso más que yo". Escuchar el bedroom rock de Clean es revivir las penurias adolescentes que todos vivimos y que nadie quiere recordar, pero Soccer Mommy las canta y musicaliza con tanta gracia y talento, que lo único que queda es esperar que el tiempo pase y los años la hagan madurar.