Lo primero que se pide a un libro sobre música es estar bien escrito. Parece obvio, pero no lo es en vista de varios casos lamentables perpetrados en el último tiempo en nuestro país. La pasión de algunos autores es tanta que los hace omitir aspectos mínimos de redacción y chequeo de datos. Hay que irse con cuidado. Te puede gustar o no la banda o el estilo del que trata, pero el respeto por el lector equivale al principal recaudo en un show en vivo: asegurar la amplificación correcta. De lo contrario, un instrumento que no se escucha es un párrafo que no se entiende; un acople es un puñado de tildes y mayúsculas tiradas como caigan.
Los argentinos nos llevan cuadras de distancia en esto y Los Auténticos Decadentes. Titanes en el hit: una biografía oral (Planeta) es una muestra feroz: 600 páginas para la historia de un conjunto con más de treinta años de carrera. Pero aquello es apenas un dato, pues la gracia del trabajo del periodista Fernando Sánchez está en la variedad de recursos narrativos que emplea. El autor sigue la ruta pachanguera trazada y el lector conoce (y entiende) las motivaciones de una generación formada lejos de los dogmas que separan a los géneros musicales. Los Auténticos Decadentes se toman muy en serio la alegría, la joda y el show. Aquello no se explica sólo porque sean músicos con raíces en el ska, el punk, la cumbia y hasta el metal, también porque son una multitud: doce personas poniéndose de acuerdo en la sala de ensayos, cada una con sus composiciones y con ideas que defender.
"Yo tocaba mal. Siempre fui esmerado, pero recién estaba empezando a estudiar guitarra. De todas formas, ahí nadie tocaba bien. Ni toca bien, aun hoy. En los Decadentes la música era y es lo de menos. La música es un medio", dice Daniel Zimbello, miembro fundador. A su voz se suman sus compañeros y una veintena de personajes (periodistas, productores, managers, asistentes) que conforman un relato disco a disco, gira tras gira.
En Chile, Los Auténticos Decadentes se hicieron conocidos a mediados de los 90, cuando las barras de fútbol adoptaron sus canciones: "Entregá el marrón", "El murguero", "Loco (Tu forma de ser)" y "Cómo me voy a olvidar". Para entonces ya habían grabado "La guitarra", esa canción que en unas pocas estrofas describe al roquero sudamericano salido del barrio y con más ganas que talento. "Cuando la hice, mi mujer estaba embarazada por primera vez y yo me pensaba desde la paternidad: Soy grande, voy a tener hijos", recuerda el compositor Jorge Serrano.
El libro es una muestra de periodismo bien hecho. Valioso más allá de lo específico. Dan ganas de escuchar la música. Está colmado de anécdotas estrafalarias (aunque bastante cómicas) y otras en que afloran los roces y las recriminaciones propias de tantos años de circo. Literalmente.