Siempre el punto de partida de cualquier cosa, debe ser determinar la entidad del problema en cuestión. Si ésto se tratara simplemente de hacer una reforma puntual o algunas reformas a algunas partes de la Constitución, el actual mecanismo de reforma contenido el capítulo 15, basta y sobra tal como está.
Pero si uno entiende que se necesita un cambio de mayor entidad, que sea percibido y sentido efectivamente como algo en lo que los ciudadanos participemos en forma amplia, el mecanismo hoy día vigente se revela insuficiente, queda corto. Entonces, el desafío es remplazarlo por uno que tenga mayor densidad, mayor espesor participativo y democrático.
Eso sí, sin saltarnos las reglas institucionales.
Esto que parece tan sencillo, ha tenido de cabeza a muchos académicos en los últimos dos años. Yo siento que la presidenta finalmente, dio con una fórmula que combina adecuadamente los distintos elementos. No se trata de cuadrar el círculo o de dar a luz a un engendro -que es como algunos han querido mostrarlo-; se trata de una síntesis que tenga eficacia, que logre su objetivo. Entonces, por una parte se reconoce que si uno va a modificar las reglas sobre modificación constitucional eso supone los dos tercios de los diputados y senadores en ejercicio.
Esto no es un tema de si me gusta, no me gusta, si yo quiero que sea por dos tercios, no es un tema de voluntad. Este es un dato que está ahí y hay que trabajar con este dato. Ese es un punto de partida que, a mi juicio, despeja muchísimos fantasmas.
A mí me gusta la idea de una convención constituyente en primer lugar, pero me parece también interesante la posibilidad de una Asamblea Constituyente, en los términos institucionales en que los plantea la presidenta. No cualquier Asamblea Constituyente, no a cualquier costo y no por cualquier medio.
Ahora bien, en vez de casarse la presidenta con un único mecanismo de remplazo, lo que hace es ofrecer un menú que da cuenta de las que las alternativas con mayor apoyo, de las que han tenido más eco. Quizás se podría decir que hubiera sido mejor para la estabilidad y la seguridad jurídica que ella se hubiera comprometido con una sola, y no dejar esta incertidumbre hasta dos años más. Pero eso se va a definir colectivamente en el Congreso nacional, y no se va a poder hacer por un partido político o por un sector, porque requiere dos tercios. Entonces si hay buena voluntad, si hay apoyo ciudadano, como está quedando demostrado en las encuestas, ¿porque habría de oponerse alguien de que el próximo congreso disponga de tres o cuatro acciones razonables acotadas, prefiguradas, a efecto de preparar un proyecto de reforma constitucional?
Algunos, como los senadores Allamand y Espina proponen que la ciudadanía ratifique el nuevo texto con un plebiscito de cierre. Mi mecanismo ideal es el de convención mixta con plebiscito de salida.
La opción de la Convención Constituyente presenta ciertas ventajas, pero yo no descartaría la opción de que sea un cuerpo elegido especialmente.
Lo que ocurre es que una vez que uno entra en este track, uno puede discutir con mucha tranquilidad las ventajas prácticas. Ya quedó descartado que la Asamblea Constituyente sea un ente completamente soberano que pueda hacer y deshacer en materia institucional. Quedo descartado que pueda instalarse al margen de las reglas vigentes, por la vía de un plebiscito. Entonces la Asamblea Constituyente que se propone como opción no es esa Asamblea Constituyente sin márgenes institucionales, y puestas así las cosas pasa a ser una opción interesante.
Entonces, en resumen, a mí me gusta la idea de una convención constituyente en primer lugar, pero me parece también interesante la posibilidad de una Asamblea Constituyente, en los términos institucionales en que los plantea la presidenta. No cualquier Asamblea Constituyente, no a cualquier costo y no por cualquier medio.