Dicen que fue la lluvia y el frío. Que la Estación Mapocho parecía un refrigerador, que era imposible caminar por los pasillos del lugar y visitar las 30 galerías —nacionales y extranjeras— que se congregaron ahí entre el 28 de septiembre y el 2 de octubre, para ser parte de Ch.ACO. Irene Abujatum, una de sus directoras, lo dice así, sin preámbulos:

—Hubo un grupo de coleccionistas que se quedaron 15 minutos y se fueron.

A pesar de que la visitaron 50 mil personas, según fuentes oficiales, esta edición de Ch.ACO ha planteado más dudas que sus versiones anteriores, básicamente porque las ventas no fueron positivas para todas las galerías que participaron.

Los factores —dicen galeristas, coleccionistas, artistas y visitantes— son varios, entre ellos el clima que afectó esos días a Santiago, con temperaturas bajas y lluvias inesperadas; la incipiente crisis económica, que parece haber perjudicado también a la feria; y un punto quizá más complejo que plantea que tal vez el formato del evento de arte contemporáneo más importante de Chile ha cumplido un ciclo.

—Para nosotros como galería Die Ecke fue una feria floja —explica Paul Birke, director de aquella galería y además presidente de la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo (AGAC)—. No fue la feria que tuvimos el año pasado.

Sergio Parra, uno de los dueños de la Galería Metales Pesados, no participó este año en el evento, sin embargo fue a recorrer la feria como visitante.

—Yo creo que todos apoyamos Ch.ACO, pero este año faltó más riesgo, más novedad —explica.

Sobre estos reparos, Irene Abujatum se hace cargo:

—Fue una feria linda, muchos quedaron contentos, pero sí, creo que hay que darle una vuelta de tuerca ya.

Lo dice un día después de que se reunió con Elodie Fulton (43) —la otra directora de la feria— y el equipo de Ch.ACO para analizar el resultado del evento. Lo dice en un momento, además, en que ya lleva una década dedicada al mercado del arte, tanto de coleccionista como con su Galería AFA; diez años en los que ha visto cómo se ha ido conformando y reafirmando lentamente la industria del arte contemporáneo en nuestro país.

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"Las obras que valen hasta 2 mil dólares yo las puedo vender rápido, pero la clase media, que compra obras entre 2 mil y 30 mil dólares, la veo más asustada con esta sensación de incertidumbre. Pero para los que compran obras por sobre 50 mil dólares no hay ninguna crisis que los afecte", dice Irene Abujatum.

Han sido siempre un pequeño misterio: cuando se habla de coleccionistas de arte en Chile —aquellos que mueven el mercado nacional—, los nombres que surgen son sólo unos cuantos, pues en general han preferido mantener un perfil más bien bajo. Pero eso parece estar cambiando, o al menos esa sensación queda al pensar que dos de las mejores exposiciones que se han hecho en los últimos años en Santiago han sido gracias a que dos coleccionistas decidieron mostrar parte de sus obras: Juan Yarur lo hizo en 2013, en el MAC; y Pedro Montes, este año en el MAVI, expuso una parte de su colección de arte chileno.

Aunque es cierto que siguen siendo una excepción.

—Lo que pasa es que la actividad no está validada —explica Birke cuando se le pregunta por qué conocemos tan pocos coleccionistas—. Puede haber gente que colecciona autos antiguos y eso está bien, pero a alguien que se compra un Alfredo Jaar o un Iván Navarro que cuesta varios millones, se le mira raro. Todavía es visto como una excentricidad, pero lo que no se ve es que muchas de esas colecciones que van armando los privados luego pasan al mundo público. La mitad de los museos norteamericanos se han formado a partir de colecciones privadas.

Birke creó la galería Die Ecke —especializada en arte contemporáneo— en 2003, pero montó su primera exposición en 2005. Desde ese tiempo ha tenido que ir descubriendo a los actores de la industria del arte. Lo mismo le ocurrió a Irene Abujatum:

—Cuando yo empecé, no conocía a nadie, no sabía quiénes eran los coleccionistas, pero mientras fue pasando el tiempo empecé a ver que había gente interesada en coleccionar.

Son justamente esos coleccionistas una de las partes fundamentales que conforman Ch.ACO, que mueve en cada versión cerca de cuatro millones de dólares entre obras de artistas jóvenes y consagrados. Este año se vendió un 55% de los trabajos exhibidos por las galerías, cuyo valor podía fluctuar entre los mil y los trescientos mil dólares. Obras de artistas destacados como Matta, Jaar, LaChapelle, Paz Errázuriz y Liliana Porter.

—Nos interesa que los coleccionistas vayan a Ch.ACO. Este año invitamos al programa Vip de la feria a distintos coleccionistas chilenos que aceptaron participar, como Jorge Edwards, Juan Salinas, Carlos Núñez, Pedro Montes y Luis Felipe Cordero —explica Abujatum, cuya idea es reafirmar esos lazos, pues son justamente esos coleccionistas los que seguirán buscando estéticas similares entre los artistas que cada galería representa. Estéticas que a veces son difíciles de seguir, pues, por ejemplo, Birke propone obras muy contemporáneas y a veces los coleccionistas chilenos son más bien conservadores. O lo que le pasó a Pedro Montes, que inauguró Galería D21 pensando que sería una galería comercial, pero que luego se dio cuenta que sus búsquedas artísticas no tenían una entrada fácil, por lo que decidió que fuera un galería más bien cultural, en la que han montado muchos de los artistas chilenos fundamentales de las últimas décadas, como Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Gonzalo Díaz, Paz Errázuriz y un largo y contundente etc.

Montes participó en dos versiones de Ch.ACO, pero luego decidió mirar todo desde la distancia. Duda, en todo caso, que las ventas hayan disminuido por la crisis económica.

—Cuando está mala la economía, el mercado del arte se activa —dice—. Es probable que la gente que compra obras de dos mil o tres mil dólares se vea afectada, pero no los que compran trabajos que valen por sobre los cincuenta mil dólares. A ellos no les afecta.

Abujatum plantea otra tesis:

—Yo las obras que valen hasta dos mil dólares las puedo vender rápido, pero la parte media es la más difícil, o sea entre dos mil y treinta mil dólares. A ellos los veo más dudosos, que es la clase media, que está más asustada con esta sensación de incertidumbre. Pero concuerdo con Pedro en que para los que compran obras por sobre cincuenta mil dólares no hay ninguna crisis que los afecte.

Paula Cortés, directora de la Galería Espora, participó por primera vez en Ch.ACO y dice que obtuvo números azules.

—A mí me fue bien. Vendí harto, aunque es cierto que se vendieron obras más baratas —explica y   agrega—: yo creo que está empezando a haber una nueva clase joven que está comenzando a comprar arte. Es una nueva clase que no está comprando tan caro, pero que yo espero que mientras vaya creciendo su poder adquisitivo, también crezca su consumo de cultura, aunque todavía todo es muy incipiente.

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Lo dice de forma contundente Abujatum:

—Yo creo que el arte contemporáneo hoy día surfea en la crisis. Aquí y en todas partes.

Paul Birke está de acuerdo, por lo que no cree que la única razón de por qué Ch.ACO no anduvo tan bien este año fue por la incertidumbre económica.

—Nosotros tuvimos números rojos, no alcanzamos la meta. Sin embargo, yo creo que si la feria estuvo floja es porque está cruzando un momento de definición —agrega.

Es un tema que de hecho conversarán en las próximas reuniones en AGAC, asociación en la que se encuentran galerías como Patricia Ready, Isabel Aninat, Artespacio y Animal, entre otras. Porque si bien algunas de estas galerías tuvieron números azules, es generalizada la opinión de que Ch.ACO debe cambiar algunas cosas.

"En Chile hace falta un evento asociado a las artes visuales que básicamente eduque, forme y oriente. No existe, entonces Ch.ACO ha pasado a suplir esa carencia, lo que está perjudicando la actividad específica, concreta, de nicho, que es la nuestra: vender obras a coleccionistas", dice Paul Birke.

—Partiendo de la base que a las muchachas que organizan la feria hay que hacerles un monumento, porque el trabajo que hacen muy pocos serían capaces de hacerlo… partiendo de eso, siento que la feria ha ido mutando hacia algo que no es la naturaleza de la feria —dice Birke y agrega—: En Chile hace falta un evento asociado a las artes visuales que básicamente eduque, forme, oriente. No existe eso en Chile, entonces Ch.ACO ha pasado a suplir esa carencia, lo que está perjudicando la actividad específica, concreta, de nicho, que es la nuestra: vender obras a coleccionistas.

El crítico y curador chileno Christian Viveros-Fauné concuerda con esa opinión:

–No hay tantos museos ni galerías fuertes que compitan a nivel internacional en Chile, no hay bienales ni trienales tampoco. Entonces, en cierto sentido es penca que le toquen todas las quejas a Ch.ACO, porque no es su función ser ese evento cultural. Me parece injusto, más allá de los problemas que pueda tener la feria.

Abujatum dice que están conscientes de este problema. Saben que cumplen un rol cultural que muchas veces se contrapone con el rol de la feria.

—Mira, si en verdad, en vez de que vayan cincuenta mil, van dos mil personas y quinientos compran, nosotros estamos bien, no necesitamos más, pero la feria es el evento cultural al que la gente va a mirar arte contemporáneo. No es nuestra responsabilidad, nosotros queremos que vaya gente a comprar, pero como no tenemos nada más, Ch.ACO se convirtió en esa única opción cultural. Nuestro objetivo siempre fue hacer una feria de arte donde se vendiera arte —admite Abujatum.

Ch.ACO partió en el Club de Planeadores de Vitacura y luego decidieron trasladarla a la Estación Mapocho, con el fin también de que fuera más transversal, sin embargo muchos opinan que esa decisión ha alejado a los compradores, pues el lugar no es el más indicado para realizar una feria de arte.

—Es verdad que hoy el chileno comprador de arte no baja si hace frío, con la lluvia no se moviliza, además que la estación no está confeccionada para un evento así. Por eso vienen cambios de energía, de aire. Los estamos analizando. Hemos armado un grupo de trabajo muy bueno y me parece que lo que le queda a la feria es cambiar de lugar, de energía y reactivar los contactos durante el año con los coleccionistas, cosa de que cuando lleguen los días de la feria ellos tengan claro lo que podrán encontrar. Debemos facilitar eso —explica Abujatum.

—La feria se va a tener que ajustar, definir, con el apoyo de todos, porque nosotros necesitamos la feria y necesitamos las dos cosas: incentivar el coleccionismo y educar a la gente –dice Birke.

Entre ambas funciones, Ch.ACO deberá ver qué camino toma, sin olvidar que es la venta de arte el principal objetivo de un evento como este, cuya repercusión económica traspasa los días que dura la feria. De hecho, Abujatum cuenta que en el caso de su galería —AFA—, cuando terminó el evento no estaba con números azules, pero en estas semanas logró vender un par de obras importantes que un coleccionista vio durante Ch.ACO y que decidió comprarle recién ahora.

—La feria visibiliza a muchas de las galerías que de otra forma no podrían tener contacto con estos coleccionistas. Pero mas allá de eso, creo que hay algo notable en estas discusiones: la gente se siente con derecho de criticar la feria porque Ch.ACO se convirtió en un evento de Chile, y si nosotros dejáramos de hacerla, probablemente sería un problema grande. Y esto me parece importante. Que ahora es un proyecto de muchos.