El calendario del proceso constituyente anunciado por la presidenta está fuertemente vinculado con el ciclo electoral. Los diálogos ciudadanos para la nueva Constitución coincidirán con la campaña municipal de 2016. Así, el apoyo o rechazo a la iniciativa se convertirá en una especie de "atajo informacional" para los electores. Bastará conocer la postura del candidato para definir su voto. No obstante, esto ocurrirá sólo en las comunas densamente pobladas y con altos niveles de ingreso. Es mucho más probable que esta tensión programática incida en la intención de voto —e incluso en el volumen de participación electoral— en Providencia, Ñuñoa, La Reina y Santiago. Menos efecto tendrá en Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, donde los ciudadanos —más politizados, por cierto— ya tienen tomada su decisión. De igual forma, la postura frente a la nueva Constitución será irrelevante en comunas pequeñas y rurales donde el formato de campaña es de acción directa y no mediante programas políticos.

En la siguiente etapa del proceso, y suponiendo que el actual Congreso habilita al siguiente para decidir sobre el mecanismo, los candidatos a la primaria presidencial de junio de 2017, los ganadores de esa primaria que competirán en noviembre de ese año, y los candidatos a la legislativa —con nuevo sistema electoral— deberán tomar postura frente al tema.

El gobierno sabe lo difícil que será retener municipios como Providencia, Santiago y La Reina —entre otros—, al igual que las dificultades para conquistar Ñuñoa. No es descartable que la movilización cívica por la nueva Constitución anime a votantes jóvenes y, por cierto, aliente a las candidaturas de centroizquierda. Nadie imagina a Cristián Labbé —si es candidato— promocionando la nueva Constitución en Providencia, o al heredero de Sabat haciendo lo propio en Ñuñoa. Por eso mismo, la estrategia del gobierno parece bien orientada: unir a la coalición bajo la tesis de la nueva Constitución —independientemente del mecanismo— junto con arrinconar a la oposición. Esta fractura programática, me atrevo a decir, puede salvar electoralmente a la Nueva Mayoría en las comunas más permeables a este tipo de contenidos.

El problema, eso sí, estará con el candidato de oposición. Si se constituye el denominado frente Alcaldes por Chile que, se supone, serán más independientes de RN y la UDI, entonces no sería tan extraño que parte de esos alcaldes también se incline por la nueva Constitución. En ese caso, el efecto de la estrategia gubernamental se vería seriamente deteriorado.

En la siguiente etapa del proceso, y suponiendo que el actual Congreso habilita al siguiente para decidir sobre el mecanismo, los candidatos a la primaria presidencial de junio de 2017, los ganadores de esa primaria que competirán en noviembre de ese año, y los candidatos a la legislativa —con nuevo sistema electoral— deberán tomar postura frente al tema. Ahí las coaliciones se tensionarán "entre" y "dentro" de ellas. Es posible que RN apoye una comisión bicameral, mientras que la UDI se niegue a cualquier clase de cambio. En la Nueva Mayoría también existe un panorama variopinto incluso dentro de los mismos partidos.

En consecuencia, el gobierno está jugando una carta riesgosa. Es factible que logre la unidad tras la idea de nueva Constitución en las municipales de 2016. Dado que el sistema electoral es de mayoría y uninominal, le será más fácil polarizar la competencia entre quienes están a favor o en contra de la nueva Constitución. Igual cosa sucederá con las primarias presidenciales, pero acá los candidatos ya estarán discutiendo sobre el mecanismo —en caso de que el Congreso actual dé el vamos—, por lo que la polarización podría tener un "efecto boomerang". Costará entender que un candidato perdedor de la primaria que apoyaba la comisión bicameral termine respaldando al candidato ganador de la primaria y que prefería una asamblea constituyente. En el caso de la legislativa, la situación es distinta. Dado que el sistema es proporcional y que reparte entre 3 y 8 escaños, en un distrito los candidatos del mismo partido pueden tener preferencias distintas. Eso puede tensionar las bases del partido, pero brindará más oferta para los electores.