Sería interesante hacer el experimento: sentar a un extranjero a ver las películas chilenas en la Berlinale y luego preguntarle qué idea de Chile se hace a partir de ellas. Tres de las cuatro cintas presentes en el festival —uno de los más importantes del mundo, junto a Cannes y Venecia— están inspiradas en casos emblemáticos del Chile de los últimos 15 años, episodios de nuestra historia reciente que hablan de un país marcado por la injusticia, la homofobia y el machismo.
Rara, de Pepa San Martín, rescata el caso de la jueza Karen Atala, quien en 2004 perdió la custodia de sus hijas por vivir abiertamente su homosexualidad; Nunca vas a estar solo, de Álex Anwandter, toma como referencia el asesinato de Daniel Zamudio, el joven que fue golpeado en un ataque homofóbico, en 2012; y Aquí no ha pasado nada, de Alejandro Fernández, remite al caso de Martín Larraín, quien fue absuelto por la justicia tras el atropello mortal de Hernán Canales, en 2013.
"Lo común aquí es la falta de criterio. Eso es lo que une a las películas que están en la Berlinale y es algo que Chile tiene: la falta de criterio, desde las oficinas públicas, hasta las decisiones que toma el gobierno. Los políticos tienen escaso criterio, porque la sociedad va mucho más rápido que ellos y ellos no quieren que la sociedad vaya más rápido", opina Pepa San Martín, quien cree que el cine chileno está abriendo los ojos ante la realidad del país y asumiendo su veta política. Rara, su película, muestra un Chile prejuicioso ante la diversidad sexual, lo que se refleja en el fallo adverso de la justicia contra Paula, la madre lesbiana interpretada por Mariana Loyola, pero también en las miradas, gestos y comportamientos de la gente hacia la familia homoparental del filme.
"Chile es un país tan represivo —considera Loyola—. Cuando uno revive el caso es tan ridículo todo. Vivimos en un país muy machista, donde todavía no hay ley de aborto, que para mí es la ley esencial del derecho de la mujer. Pinochet y Jaime Guzmán hicieron un trabajo de laboratorio para convertirnos en una sociedad poco educada, tonta, burda, con un sistema neoliberal absoluto. Es su constitución la que también ha avalado los temas de corrupción y cohecho. Pero se está destapando la olla por fin. Las generaciones jóvenes se están dando cuenta de que vivimos en un país muy injusto".
En Nunca vas a estar solo, el músico y cineasta Álex Anwandter también pone el foco en la homofobia existente en la sociedad chilena, en particular en la violencia física y psicológica que arrastra, pero también en la violencia naturalizada en la vida cotidiana, oculta en el lenguaje y en las actitudes. "Es un tema muy complejo, porque la gente no está consciente de esa violencia, ni siquiera cuando lee la información pseudoobjetiva del periodismo, advierte Anwandter. Un ejemplo es el hecho de que, al hablar del caso Zamudio, la prensa haya insistido en que el joven murió "por ser homosexual" y no por la homofobia de sus agresores. "Los libros y artículos que salieron después del caso los encontré abominables. El nivel de reproducción de homofobia que había en ellos era terrible".
La película está protagonizada por Andrew Bargsted y Sergio Hernández, quien interpreta a un padre que, tras la agresión brutal contra su hijo, se enfrenta a sistemas de salud y de justicia ineptos e inhumanos. "Me parece muy bien que Rara y Aquí no pasa nada analicen el privilegios a la heteronorma y el privilegio de clase. En mi película eso es muy secundario, en ningún caso me interesaría hacer una especie de denuncia como que los criminales salen siempre libres. Pero sí hay un reflejo de privilegios dentro de todo tipo de esferas sociales, incluyendo el sistema judicial", explica el director.
De los cuatro realizadores chilenos presentes en el festival, Alejandro Fernández es, quizás, el que más se ha dedicado a observar la realidad social. Su reacción al conocer el fallo que liberó a Martín Larraín fue tomar una cámara y filmar una película. Según dice, lo que está haciendo el cine chileno de la Berlinale es capturar la temperatura ambiente que hay en el país: "Algo indigna a mucha gente y tiene que ver con cómo sentimos que el sistema legal no nos representa ni nos hace justicia. El cine no está para hacer justicia ni para ajusticiar a nadie. Pero está asumiendo los temas que dejan insatisfecha a la gente", afirma.
Por su parte, el actor Agustín Silva, protagonista del filme, ve un cine chileno con más compromiso social. "Es interesante que genere debate con respecto a lo que se quiere filmar en los próximos años, para que cambie un poco la cultura del cine y la perspectiva del público para ver cine. Kramer y Sin filtro son películas que sólo tienen como objetivo entretener. Mientras más películas como las de la Berlinale haya, más la gente va a tener conciencia de lo que tiene ver".
Las plantas, de Roberto Doveris, cuarto filme nacional en el certamen, también tiene un planteamiento político: cómo combatir la hegemonía masculina al hablar del deseo sexual de los adolescentes chilenos. La película se centra en una joven que debe hacerse cargo de su hermano en estado vegetal y que, en paralelo, comienza a explorar su sexualidad, argumento que sirve al cineasta para trastocar los paradigmas de género dominantes en la sociedad. "Me pregunté qué sería una imagen cinematográfica feminista, y la respuesta no tenía que ver con contar historias LGBT ni de mujeres forzadas, sino que con jugar con las estructuras de representación. Porque cuando hay una mujer desnuda, siempre está el deseo masculino operando. Intenté invertir eso", señala Doveris.
Desde perspectivas y estilos distintos, el cine chileno presente en Berlín es un cine consciente, un cine que explora la realidad social. "Me parece muy bien que los artistas se inspiren en su contexto local y abstraigan problemas que suceden en su entorno. Las películas son vehículos que, más que dar una moraleja, sirven para vernos, para ser un reflejo y un espacio de reflexión", dice Álex Anwandter. Y el reflejo de Chile en la Berlinale es el de un país que aún tiene muchos temas que resolver.