En una ciudad donde los equipos que destacan se encuentran al norte del río Támesis, ese eje que divide al Londres cosmopolita del obrero, los clubes del sur estaban destinados a ser comparsas de los gigantes Arsenal y Tottenham. Pero hubo uno en los 80 que logró incomodar. Por ser del sur, por no tener grandes figuras y por su forma de jugar. Fue el Wimbledon, también conocido como The Crazy Gang, que en pocos años logró ascender a la primera división, y en 1988 ganarle la FA Cup al Liverpool en Wembley.
El sobrenombre se lo debían a las excentricidades de su plantel —se hacían bromas pesadas entre ellos— y también por su estilo de juego basado en largos pelotazos que sus delanteros debían ir a pelear arriba como fuera. Todo se sostenía, claro, en una fuerte defensa. Los protagonistas de ese equipo eran el hoy actor Vinnie Jones, Laurie Cunningham y un poco talentoso pero esforzado delantero de origen nigeriano llamado John Fashanu.
En 2016, veintiséis años después de la obtención de esa FA Cup, los periodistas Adam Darke y Jon Carey, ambos de 41 años, lanzaron su primer documental: The Crazy Gang, basado en los viejos años de gloria del club. El filme abordaba las bromas que tanto habían celebrado los medios en esos años, desde un punto de vista más actual.
Descubrieron cómo los futbolistas más viejos del plantel encerraban a los juveniles en los maleteros de sus autos, por más de dos días, sin comida. Uno de los más bromistas era, precisamente, John Fashanu. El ex jugador había sido abandonado por su madre en un orfanato en Watton y luego adoptado junto a su hermano Justin, un año mayor que él, por una familia de la ciudad. Una infancia difícil que fue aun más complicada por estar siempre a la sombra de su hermano, quien se suponía sería la verdadera estrella de la familia.
Una estrella fugaz, sin embargo, que se perdió mucho antes de lo que todos esperaban, y que finalmente hizo historia por convertirse, presionado por un periódico local, en el primer futbolista en el mundo en admitir que era homosexual. Esa, pensaron Darke y Carey, era la próxima historia que debían contar.
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Fue un gol al Liverpool —el Liverpool, otra vez— el que cambió su vida. Justin Fashanu tenía 19 años cuando, jugando por el Norwich City en el estadio de Carrow Road, recibió un pase a la entrada del área cargado a su derecha. Control orientado y, antes de que cayera, volea perfecta con la zurda. Golazo. Todo el país lo vio en Match of the Day, el programa de la BBC que, todos los sábados, aún transmite los goles de la primera división. Ese gol, que terminó siendo el mejor de la temporada, fue también el que dio comienzo a su caída.
Hijo de un estudiante de Derecho nigeriano y una enfermera de Guyana, había sido dejado junto a su hermano John, recién nacidos, en un orfanato en Watton. Allí una familia blanca de clase media los adoptó. Su madre no estaba segura de llevarlos por ser negros, pero la "suave textura" de sus pieles la terminó convenciendo.
Los hermanos Fashanu no tardaron mucho en comenzar a destacar en el deporte: eran los más rápidos, los más fuertes del pueblo. No sólo en el fútbol: cuando Justin tenía 14 años llegó a ser finalista de boxeo junior, categoría pesos pesados, a nivel nacional. Con John jugaban juntos al fútbol en el Norwich City, el club en que ambos debutaron. Mientras Justin, el mayor, era la gran figura, John quedaba fuera de las citaciones.
Entonces pasó: ese gol, que estaba lejos de representar el estilo de Justin —un nueve de área peleador, grandote—, fue el que hizo que el doble campeón de Europa, el Nottingham Forest, pusiera sus ojos en él. Así, el chico rescatado de un orfanato se convirtió en el primer futbolista negro por el que se pagó más de un millón de libras.
Cuatro décadas después, los directores Adam Darke y Jon Carey toman una cerveza en el segundo piso de un bar en el West End, la calle de los teatros londinenses, a pocas cuadras de su productora de documentales deportivos. Es una tarde fría en Inglaterra. Recuerdan anécdotas de sus tiempos de periodistas deportivos y discuten sobre cuál de sus equipos es más grande: Darke es fanático del Portsmouth y Carey del West Bromwich Albion. En lo que coinciden es en lo difícil que les fue filmar Forbidden Games, el documental sobre la vida de Justin Fashanu, porque empezaron con una idea pero, en el camino, se fueron dando cuenta de que la historia era más compleja de lo que pensaban.
El diario The Sun le hizo una oferta: le darían 70.000 libras a cambio de una entrevista en que declarara su homosexualidad. Si no aceptaba, publicarían de todas formas la historia.
—La gente ve la película con la expectativa de ver la historia del primer jugador negro por el que se pagó un millón de libras, del primero en salir del clóset, aquel que marcó ese gol al Liverpool. Lo mismo nos pasó a nosotros. Pero luego se produce un silencio en la sala. Ha sido muy controversial y eso era lo que queríamos —dice Darke.
En el Nottingham Forest Justin no cumplió las expectativas. Esperaban goles como el que les marcó a los reds. Ex jugadores del equipo hoy lo admiten: simplemente no era tan bueno. El entrenador era Brian Clough, conocido por darle al equipo los dos campeonatos europeos de su historia, pero también por su dureza: luego de descubrir que Fashanu asistía a bares gais, lo castigó y llamó públicamente "maricón". Antes de su muerte, en 2004, Clough declaró que su trato hacia él había sido uno de los peores errores de su vida.
Con sólo tres goles en 32 partidos, Justin fue enviado a préstamo al Southampton, donde tampoco tuvo éxito. Fichó por el Notts County, el otro equipo de Nottingham, mucho más pequeño. Allí relanzó su carrera y logró fichar por el Brighton, donde una lesión a la rodilla lo mantuvo fuera de las canchas. Con 24 años, le dijeron que estaba acabado.
Fue a buscar a su padre a Nigeria, pero no obtuvo respuesta. Desesperado, buscó refugio en la religión: en un intento de superar su grave lesión se entregó al cristianismo. "Voy a dedicarle mis goles a Dios", dijo en varias entrevistas.
Para recuperarse viajó a Los Ángeles, California, donde fichó por Los Angeles Heat, y luego pasó por distintos equipos canadienses. Su hermano menor, para entonces, ya comenzaba a hacerse un nombre en aquel mítico Wimbledon de The Crazy Gang. En 1989, Justin se unió a las filas del Manchester City, un mes después se cambió al West Ham, luego al Ipswich Town y después al Leyton Orient. Alcanzó a pasar por otros dos clubes de Toronto hasta terminar en el Leatherhead, de la liga semiprofesional de Surrey, Inglaterra.
Con pocas opciones de levantar su carrera, su mánager, Eric Hall, pensó que lo que toda su vida había sido un karma para Fashanu, podía convertirse en su salvación: salir del clóset públicamente para seguir vigente. Pero el diario The Sun se adelantó: le ofreció 70.000 libras por una entrevista declarando su homosexualidad. Si no aceptaba, publicarían de todas formas la historia. Era 1990, burlarse de los gais era común en la televisión y Margaret Thatcher decía frases del tipo: "A los niños se les está educando en que tienen un derecho inalienable a ser gais. Todos están siendo engañados desde el comienzo de sus vidas".
"Justin tomó muy malas decisiones, aunque hubo circunstancias que lo llevaron hacia abajo: ser un futbolista negro y homosexual en ese tiempo era muy difícil", dice el documentalista Jon Carey.
En la entrevista, Justin no sólo salió del clóset: además habló de encuentros sexuales con un político conservador. La relación con su hermano —que le pagó más de 75.000 libras para que no diera la entrevista— se cortó en ese momento: John declaró que no le gustaría compartir camarín con él y que no estaba de acuerdo con su estilo de vida.
—Creo que el abandono de niño le causó un gran impacto. Estuvo siempre en busca de su identidad, no sabía quién era, y necesitaba constante validación —dice Adam Darke—. La tuvo un tiempo con el fútbol, pero cuando se lesionó, todo se hizo más complejo. Buscó otros caminos para validarse y fue volviéndose cada vez más conflictivo y peligroso.
Justin descubrió que podía obtener de los tabloides el dinero que había dejado de recibir de los clubes. Tuvo un romance falso con la figura de televisión Julie Goodyear, y luego inventó una historia de sexo con parlamentarios, pidiendo 300.000 libras a cambio de dar pruebas, como recuerdos de sus casas. Ese camino terminó cuando Stephen Milligan, un miembro tory del Parlamento, apareció ahorcado por asfixia erótica. La policía interrogó a Fashanu por el caso, y él decidió decir la verdad: había inventado las historias por dinero.
Luego de algunos pasos breves por equipos como el Newcastle y el Heart de Escocia —del que lo echaron por esas historias—, viajó a Estados Unidos a hacerse cargo de un equipo de niños. Allí terminó dirigiendo al Maryland Mania, un club de segunda división. Pero no se acabaron sus problemas: un joven de 17 años lo acusó de abuso sexual, por lo que escapó a Londres para evitar ser arrestado. Hasta hoy no existe claridad sobre la veracidad del ataque, aunque la investigación fue cerrada. Peleado con su hermano y sin relación con sus padres adoptivos, Fashanu no tenía adónde ir. El 2 de mayo de 1998, a los 37 años, fue encontrado ahorcado en un callejón sin salida en Shoreditch, Londres.
—Nunca fue capaz de encontrar la felicidad. La buscó en la religión, y no pudo encontrarla. Nunca tuvo a alguien que pudiera guiarlo en la vida —dice el documentalista Jon Carey—. Y siempre que encontró gente genuina, que lo quería, escapaba por miedo a las decepciones.
Cuando recién empezaba su carrera, su madre adoptiva fue entrevistada en la televisión. Le preguntaron cómo creía que Justin debía manejar su fama, cómo podía mantener los pies en la tierra, y ella dijo: "Tiene que pensar que, algún día, él volverá a ser nadie".
En eso estaba equivocada.
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—¿Creen que el contexto determinó a Justin Fashanu?
Darke: —Es muy triste. Sin dudas estaba veinte años adelantado. Creo que hoy sería más aceptado, pero tampoco suscribo a la teoría de que la sociedad lo mató. Él era un alma muy muy dañada. Tenía muchos problemas emocionales, situaciones no resueltas.
Carey: —Es importante considerar que en un momento de la vida podemos tomar opciones. Justin tomó muy malas decisiones, aunque se entiende por qué. Hubo circunstancias que lo llevaron hacia abajo: ser un futbolista negro y homosexual en ese tiempo era muy difícil. Existe la teoría de que los clubes no lo contrataban por ser homosexual y creemos que así fue.
—¿Hoy el contexto ha cambiado en Inglaterra?
D: —Ahora hay una mayor conciencia pública. Si la gente realmente cambió lo que piensa, no sé. La base de los fans del fútbol es de clase trabajadora, menos educada, no como la del rugby o del cricket, donde jugadores famosos ya han declarado su orientación sexual.
C: —En los estadios de fútbol aún se escuchan insultos homofóbicos.
D: —Sí, pero es complejo porque ¿significa eso que los hinchas son homofóbicos? Yo creo que responde más a una cuestión cultural de comportamiento de masas.
J: —Lo mismo pasa con la raza. Y no sólo en los aficionados. Hace pocos años John Terry, ex capitán del Chelsea, fue castigado por dichos racistas contra el jugador Anton Ferdinand. Tanto la raza como la orientación sexual son vistas como debilidades. En el rugby, el jugador Gareth Thomas declaró su homosexualidad y nadie lo ha insultado, ni compañeros ni aficionados. Esto es muy útil para entender cómo funciona la sociedad británica.
—Han pasado casi veinte años de su muerte. ¿Creen que hoy un futbolista podría declarar su homosexualidad en la Premier League?
C: —Depende demasiado del club. Hay alguno que incluso lo puede ver como una oportunidad de llegar a nuevos mercados. Te aseguro que eso sería considerado. Los seguidores de su equipo podrían apoyarlo, pero en otros estadios no estoy tan seguro…
El documental sobre la vida de Justin Fashanu fue estrenado en 2017 y está en el catálogo de Netflix.