Buenos para las banderas salieron. Y eran de las más grandes.
El locutor in situ no sabía qué hacer para contener el banderazo. El tiro de cámara para la TV con el triunfante Presidente electo se anticipaba imposible con los emblemas chilenos, además de las banderas azules de la campaña de Sebastián Piñera.
Hubo espacio para todos, pero las banderas las portaban los adherentes no VIP.
Hacia las 7 pm de un domingo con temperaturas por sobre los 32 grados, ya las proyecciones electorales y matemáticas más serias, además del 20% de la votación registrada por el Servel, impactaron en el salón más grande del segundo piso del hotel Crowne Plaza (Plaza Italia).
Allí hubo espacio para todos. Para el ex Ministro de Hacienda, Felipe Larraín, y para su proyectado sucesor, el economista Rodrigo Vergara. Para el ex titular de Interior, Rodrigo Hinzpeter, y para los presidentes de los partidos de Chile Vamos. También para figuras de la farándula: el animador Kike Morandé, pachanguero, bailaba cumbia. Muy cerca, celebraba Miguel "Negro" Piñera, el hermano bohemio del nuevo mandatario que estaba junto a Jazmín Valdés, una muy rubia mujer que apareció en los realities. El cigarro del humorista y locutor Checho Hirane tuvo que aspirarlo fuera del salón, casi en la Alameda, en la previa a la presentación del electo mandatario. La alegría le salía por los poros.
Más allá, entre abrazos se veía a Andrés Allamand, el senador RN y sempiterno aliado y contendor de Piñera, con la ex diputada UDI Marcela Cubillos, mientras la periodista Fernanda Otero (RN), cercana asesora comunicacional de Piñera, bailaba frenéticamente en la celebración.
A pesar de su contundente derrota a nivel nacional, el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, logró triunfar aunque sea dos de las quince regiones del país: las poco pobladas Magallanes (XII) y Aysén (XI). En el resto, fue el ex presidente Sebastián Piñera quien lideró aplastantemente. Más de 8 puntos separaron a los competidores. Todas las apuestas previas estuvieron equivocadas. El fallo entre ambos no fue fotográfico ni mucho menos. Los aprontes del diputado ex PPD, Pepe Auth, que Guillier ganaría por márgenes de 30 mil votos o menos, quedaron en el camino. Los vaticinios también fueron erróneos cuando se dijo que si se reducía la abstención (los votantes aumentaron en más de 300 mil entre primera y segunda vuelta), ese voto sería para Guillier. O que sólo la centroizquierda era capaz de motivar votantes. No fue así. El líder de Chile Vamos sacó casi 600 mil votos más que el periodista y senador contrincante.
Votaron más chilenos y muchos de estos votos fueron para Piñera. Tuvo 3,7 millones de sufragios. Obtuvo casi la misma votación que Patricio Aylwin, el primer mandatario electo tras el retorno a la democracia cuando el voto era obligatorio.
Así de rotundo.
Las explicaciones
Si para la primera vuelta el ánimo en el Hotel Crowne Plaza era lúgubre y las caras eran largas, esta vez sólo existía algarabía, aunque también algo de incredulidad ante las contundentes cifras que dieron a Piñera como ganador.
Entre los asistentes no había una única explicación para el triunfo. Pero varios factores aparecieron como claves, según plantearon distintos dirigentes de Chile Vamos.
En primer lugar, el despliegue que tanto a nivel territorial como de opinión pública tuvieron los "disidentes" a Piñera: los diputados José Antonio y Felipe Kast y el senador Manuel José Ossandón. Ya antes de la elección, quienes estaban encargados del trabajo territorial mencionaban al ex alcalde de Puente Alto como un factor gravitante en caso de haber un triunfo. Según el propio Ossandón, su trabajo logró sumar más de un millón de votos, considerando a varias comunas del sector sur, mientras el actual edil de Puente Alto, Germán Codina, planteó que gran parte del equipo territorial se activó desde el municipio. Él mismo se tomó varios días para hacer puerta a puerta.
En segundo lugar, el trabajo territorial que se activó desde el comando de Piñera y los partidos que lo apoyaron, a través de la gestión de los ex subsecretarios Rodrigo Ubilla y Miguel Flores, y de la ex jefa de gabinete de Andrés Chadwick, María José Gómez. Optimizando los esfuerzos en las comunas de mayor peso electoral y en capitales regionales, armaron constantes salidas a terreno en lugares estratégicos que se repitieron de forma continua en las 4 semanas entre la primera y la segunda vuelta.
En este despliegue se incluye también la labor liderada por el ex subsecretario (de Prevención del Delito de Piñera) Cristóbal Lira, quien coordinó el reclutamiento y despliegue de más de 45 mil apoderados en Chile, 346 encargados comunales y un equipo de 20 abogados en un call center para consultas. Fueron números, dicen en el comando, históricos para la centroderecha que inyectaron movilización en su electorado.
En tercer lugar estuvo el factor político: mostrar la casa ordenada llegó a ser casi una obsesión de Piñera y Chadwick, los que debieron contener, por ejemplo, la incipiente crisis al interior de la UDI luego de sus magros resultados en la parlamentaria de noviembre. Un contrapunto claro ante la Nueva Mayoría. A pesar de los errores cometidos por Piñera a nivel de opinión pública en el último trecho de campaña, anoche el propio Chadwick dijo que la contundencia del triunfo respondió a la "consistencia" en el mensaje del ex presidente durante los casi 9 meses de campaña. No pocos plantearon que tanto el discurso de los "votos marcados" como otras apelaciones que salieron de miembros de Chile Vamos -como las comparaciones con Venezuela- lograron movilizar a parte del electorado de la centroderecha gracias al miedo.