Los buenos libros de fútbol son, por lo general, aquellos que por sobre el homenaje indagan en algún tema o figura de la contingencia. Y porque están hechos con herramientas periodísticas convencionales, la calidad y sentido de oportunidad de su contenido muchas veces se traducen en una recepción y nivel de ventas decorosos hasta que ocurre lo inevitable: se levanta el personaje, se levanta el libro... desaparece el personaje y desaparece el libro.
Así las cosas, pensar que un producto de este género pueda trascender su condición y transformarse en una pieza narrativa de excelencia (o al menos memorable) es un desafío mayor. Aunque no imposible. A veces ocurre. Siempre y cuando la voz del personaje se imponga ante todo.
Un ejemplo de antes: Gracias, vieja, las memorias de Alfredo Di Stéfano. Uno reciente: Soy Zlatan Ibrahimovic, que acaba de llegar a librerías, y cuyo título entrega lo que promete: la historia del delantero del París Saint-Germain contada por él mismo, con los énfasis, contradicciones, pasiones, locuras, torpezas, excesos, convicciones y miedos que han marcado su carrera. No es, desde luego, un trabajo de su puño y letra; es el resultado de largas conversaciones con el periodista David Lagercrantz, a quien "Ibra" confió sus vivencias desde que era un pequeño ladrón de bicicletas en un barrio de inmigrantes en su Malmö natal, en el sur de Suecia.
"De niño era bajo, tenía la nariz muy grande y ceceaba, por lo que tuve que ir a un foniatra. Una mujer vino al colegio y me enseñó a pronunciar la "s", lo que me pareció muy humillante. Imagino que sentí que necesitaba vengarme de alguna forma. Además, era absolutamente hiperactivo. No podía estar quieto un segundo y siempre estaba corriendo. Pensaba que si corría lo bastante rápido no podría pasarme nada malo".
El libro es su idea y surgió luego de que lo suspendieran varias fechas por "putear" a un árbitro, justo cuando el A.C. Milan, su equipo de entonces, jugaba partidos decisivos de la liga. El proceso fue duro, lo obligó a recordar cosas y se dio cuenta de que no siempre había sido, como dice, "un tipo agradable".
Para Zlatan la incorrección es algo con lo que debe lidiar día a día. Por eso cuenta detalles, da nombres y quiere y detesta a compañeros, entrenadores y dirigentes con el mismo ímpetu con que choca con los rivales ("Si Mourinho ilumina una habitación, Guardiola cierra las cortinas"; "Mihajlovic era un matón, pero hay pocas personas que me hayan enseñado tanto como él a la hora de lanzar un tiro libre"). Zlatan acepta que su físico (1,95 y casi 100 kilos) le juega en contra, y también se ríe de la tontera del fútbol y sus clichés; de la ostentación del dinero; del precio desmesurado de su pase; de la fama, aunque también trata de entenderse mirando hacia su dura infancia.
Según la industria, hoy Messi es el mejor del mundo, pero Zlatan es un jugador inolvidable. La prueba son estas 300 páginas que vienen de las tripas de un futbolista, o de la voz de un hombre que juega fútbol y tiene algunas ideas sobre el mundo.