En 1990, en el año de la Copa del Mundo de Italia, el fútbol chileno era visto como una paria en el concierto internacional. El escándalo del "maracanazo" tenía a la Roja suspendida de toda competencia planetaria. Chile era país non grato en el mundo FIFA. En ese panorama, el fútbol nacional requería de una reingeniería absoluta.

26 años después, la situación en la ANFP admite varias semejanzas. Esta vez, el incendio no lo inició una bengala, sino un escándalo de corrupción. Otra vez en Quilín se necesita reconstruir desde la nada la credibilidad y funcionamiento de una clase directiva por la que nadie da un peso. Yotra vez el hombre al que se acudió para comenzar el trabajo de reconstrucción fue Arturo Salah.

En 1990 fue como entrenador de la selección chilena, donde encabezó la formación de una inédita unidad técnica nacional, desde donde intentó dictar las directrices globales de un fútbol totalmente desprestigiado. Hoy, será la testera de la ANFP, el sitio desde donde el ingeniero civil deberá encabezar la compleja reorganización de una asociación destruida por los escándalos, la complicidad pasiva de un directorio irresponsable y la ineficiencia de un Consejo de Presidentes complaciente ante cualquier repartición de monedas.

Defensor a ultranza de los procesos técnicos, Salah impulsó apasionadamente la necesidad de construir proyectos futbolísticos más allá de los resultados puntuales. El tercer lugar en la Copa América de 1991 jugada en casa y la temprana eliminación en la de Ecuador 1993, terminaron haciendo insostenible la continuidad del entrenador. Esa vez, la dirigencia no soportó la presión.

Ocho años después, en 2001, el DT asumió como subsecretario de Chiledeportes. De chaqueta y corbata, encabezó la reestructuración de la constantemente cuestionada repartición pública, iniciando la discusión de una inédita Ley del Deporte y sentando las bases de la institucionalidad que permitió la aparición de las sociedades anónimas deportivas. El 2003 presentó su renuncia al cargo cortando, otra vez por razones externas, el proceso que había iniciado.

Tras una larga trayectoria como futbolista, entrenador, funcionario y dirigente, a Salah le llega ahora el desafío más importante de su carrera, a los 66 años de edad. Independientemente de que el Consejo de Presidentes es, en teoría, la máxima autoridad del fútbol chileno, el ex seleccionador encabezará la ANFP con ninguna autoridad sobre él. Será el líder indiscutido, la cabeza de la nueva institucionalidad.

Es su gran oportunidad de volver a probarse. Esta vez no al borde de la cancha, sino que desde la oficina principal de Quilín y con una misión bastante más compleja que armar una alineación.

Le llegó la hora a Arturo Salah. Ojalá sea valiente, rompa huevos y genere los profundos cambios que la corporación necesita. Esta vez la responsabilidad es casi exclusivamente suya. Veremos si está a la altura y no pierde la chance de cristalizar su gran proceso.

El fútbol chileno lo necesita.