Arriba de la montaña, la más alta del mundo, hay dos cosas que impactan a los escaladores: la cantidad de botellas de oxígeno vacías y los cuerpos de quienes no lograron ganarle al frío y la altura. Aunque muchos piensen que es un mito, el empresario y montañista Hernán Leal (51), lo vio en persona cuando subió el Everest en mayo pasado.
"Yo quería ir parando, pero cada vez que paraba me sentaba al lado de un muerto. '¿Cuánto quieres descansar?', me preguntaba mi sherpa —Lakpa Chhiri—. 'Porque si quieres descansar mucho tiempo, míralo a él', me decía. Las personas se sientan y se congelan", dice el montañista, que el 8 de enero iniciará la expedición al monte Vinson (4.892 msnm) en la Antártica. Con esto, busca transformarse en el séptimo chileno en alcanzar las seven summits, las cumbres más altas de cada continente más los dos polos.
Pero su historia no se ha vinculado desde siempre a las alturas. "Era malo para los deportes, al punto de que, cuando chico, era el compañero que clase a clase llevaba los justificativos para eximirse. Me hacían correr y llegaba mal", dice. Nacido en Osorno, estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Católica de Valparaíso, luego trabajó en algunas empresas multinacionales y en 2001 creó su compañía de contact center FastCo, que hoy emplea a casi 2.000 personas en Chile, Perú, Colombia y México.
"Cuando empecé a trabajar tenía ganas de hacer deportes, como tenis, y años después llegué al golf, pero con el tiempo me empecé a aburrir porque físicamente no era muy exigente. Además, en mi negocio ya me estaba yendo bien, y la religión me empezó a dejar de hacer sentido. Ahí decidí hacer un viaje al Oriente, donde me acerqué al budismo, el islam y el hinduismo. Y me acerqué al trekking", asegura. Al volver a Chile tenía claro que quería subir el Everest. Pero empezó de a poco, con cerros como La Cruz (2.550 msnm), Unión (3.700) y Pintor (4.200) hasta que se atrevió con el Aconcagua (Argentina). Y no paró: conquistó el Kilimanjaro (Tanzania), Denali (Norteamérica), Elbrús (Europa) y recientemente Carstensz Pyramid (Oceanía).
Después de su ascenso del próximo mes, quiere volver a subir el Everest. La primera vez que lo subió (por el Collado Norte, que es menos transitado y peligroso), iba con el montañista y guía Ernesto Olivares. Pero él se tuvo que devolver. "Veníamos bajando cuando se nos acabó el oxígeno y el sherpa comenzó a buscar botellas de oxígeno. "A la mitad de la ruta entre la cumbre y el campamento 3 encontramos una botella, a unos 8.500 metros", dice.
A esto se sumaba una dificultad adicional. Hace años le dio una parálisis en la cuerda vocal derecha, y la operación lo dejó con un 10% a 15% menos de capacidad respiratoria. "Mi médico me había recomendado ir con oxígeno extra. Entonces tenía la duda: ¿Hago la cumbre o me devuelvo? Yo me había preparado con hipoxia: máscaras que reducen el oxígeno para simular altura". Finalmente decidió completar el recorrido.
Hoy se prepara no sólo físicamente, sino también con psicólogo. Al mismo tiempo, quiere motivar a la gente con charlas. Este mes dio cuatro charlas motivacionales, a las cuales han llegado hasta 100 personas, y en marzo comenzará un ciclo en colegios alejados de todo Chile. "Con mi historia quiero motivar a la gente para que sepan que pueden hacer cosas que para ellos parecen imposibles", dice.
Su veta social también lo llevó a pensar en becar con su empresa a algunos chilenos para que escalen cerros que pueden resultar muy difíciles de costear.